Venezuela y su gobierno vienen atravesando decisivos momentos para el devenir del proyecto socialista, chavista y bolivariano. No son pocas las interrogantes y dilemas que enfrentamos en la actual coyuntura política y económica, signada por la configuración de nuevos pactos o consensos que pendulan entre favorecer al capital o al trabajo, a la burguesía comercial y financiera o al pueblo explotado; a los actores reaccionarios o a los revolucionarios.
Estas contradicciones que tensan las decisiones gubernamentales, se manifiestan de forma notoria al momento de calcular sus consecuencias políticas y sociales, sobre todo cuando provienen del ámbito económico.
1. Aumentar o no el precio de la gasolina. Si se incrementa su precio los trabajadores lo pagarán con creces cuando los empresarios aumenten los precios de todos los bienes y servicios, frente a un gobierno imposibilitado burocráticamente de fiscalizar, controlar y menos aún de castigar la especulación. Si no se ajusta el precio de la gasolina entonces continuaremos favoreciendo que los que más tienen se apropien en mayor cuantía de un subsidio universal y por ello injusto.
2. Liberar o no el precio del dólar. Si se libera el dólar nos arriesgamos a una incontenible fuga de capitales, por la voracidad de una burguesía que pugna por el control de la renta petrólera. Si el precio del dólar no se libera, igual la burguesía continuará apropiándose fraudulentamente de los dólares, pero en este caso en complicidad con una burguesía burocrática que permitió el robo de más de 22 mil millones de dólares en el año 2012 a través del Sitme, o que 40% de las empresas que recibieron divisas de Cadivi en 2013, fueran “empresas de maletín”.
3. Incrementar o no los salarios. Si no se incrementan, los trabajadores seguirán empobreciéndose vertiginosamente, con una inflación que en los últimos tres años totalizó cerca de 100%. Si los salarios se ajustan entonces se desata, so pretexto, una ola especulativa en los precios de los bienes y servicios que el gobierno, como ya sabemos, es incapaz de controlar, tal y como lo demostraron las espasmódicas fiscalizaciones que apenas duraron un mes a finales del año 2013.
4. Regular o no los precios “justos”. Si se ajustan los precios de los bienes y servicios según una tasa de ganancia “justa”, arreciará la escasez, la especulación y más aún el desabastecimiento, apuntalado por el incremento de la demanda junto con el retraso en la entrega de divisas a los importadores, a cuyos proveedores internacionales se les adeuda más de 10 mil millones de dólares del año 2013. Si no se ajustan los precios, seguirá escalando la ganancia de la burguesía comercial mientras despoja de sus ingresos a la clase trabajadora.
5. Estatizar o no las importaciones. Si se estatizan las importaciones se ampliará, bajo nuevas instituciones, la misma burocracia burguesa y corrupta que en complicidad con la burguesía importadora viene defraudando al Estado desde hace 11 años con el control de cambios. Si no se estatizan las importaciones, igual ambas burguesías continuarán con sus desmanes.
La participación protagónica del pueblo en estas decisiones y en su ejecución, parece ser la única vía para que el péndulo político y económico se mueva en su favor: bien sea para la resolución de estos dilemas o para la disolución de los mismos. La negación de este camino es igual a que en vez de dar el Golpe de Timón, el Timón termine golpeando al gobierno.