Era día de Navidad y mientras los padres dormían tras una gran comida y un exceso de cerveza y ron, los niños corrían por el vecindario: Los afortunados presumiendo de sus juguetes, otros apiñándose alrededor de un jovenzuelo con su propia bicicleta nueva.
“¡Pedro! Entra y vístete o vas a perderte el espectáculo de títeres!”, llamaba una madre desde la puerta de una pequeña casucha de tejado de zinc.
Sólo hizo falta una llamada para que Pedro se apresurara a su casa. Y eso hicieron el resto de los niños, incluso aquellos cuyos padres todavía estaban roncando en la cama. Pronto hubo una columna entera de niños del barrio dirigiéndose por caminos enfangados, más allá de las cloacas abiertas, vestidos con sus más elegantes ropas de Navidad. ¿Quién notaba los olores de los orines? ¿Quién caminaba entre baches llenos de barro? ¡Qué era eso comparado con el Gran espectáculo de Títeres de la Barba Blanca en el centro municipal! Había muchos Pedros, Joaos, Juanes y Marías, Lucios y Veras, Heloisas y Josés cogidos de las manos y hablando agitadamente sobre el “más Grande Espectáculo de Títeres del Mundo”, como anunciaban los carteles pegados a las paredes y a los postes de teléfono con retratos joviales de Barba Blanca haciendo balancear en el aire sus títeres brillantemente vestidos.
El teatro fue decorado con papel de crespón luminoso y globos que algunos de los muchachos más traviesos intentaron tirar abajo, mientras sus hermanas mayores les pellizcaban las orejas y les reñían.
El Alcalde apareció e intentó hablar, pero los niños se mantenían habladores y algunos gritaron por los títeres. No era la ocasión ni el lugar para ponerse a hacer un discurso político a una asistencia de pocas madres y de menos padres. De repente un sonido grabado de una fanfarria de trompeta resonó, las luces se oscurecieron y un inmenso silencio expectante reinó cuando todos los ojos se dirigían a la marioneta en escena.
Desde la distancia venía la voz profunda de Barba Blanca. “¡Bienvenidos al más grande Espectáculo de Marionetas del Mundo!”
“!Bienvenido, Barba Blanca!” Respondió un coro de niños con caras ávidas.
Unos segundos después, cuatro títeres entraban en escena vestidos con ropas sencillas, calzando sandalias. Los dos títeres mujeres tenían las trenzas largas y llevaban cestos de comida y de colada mientras los títeres hombres llevaban camisas de trabajo, una azada y un martillo.
Pronto, las marionetas empezaron a bailar, cantar, hacer juegos y trucos. La agilidad del títere amo, Barba Blanca, encantaba a los niños. Cuando el títere con la azada se sentó y bebió, uno de los títeres mujeres le dio un puntapié y le dijo que se levantara. Él agarró su cesto y cayo rodando mientras la otra pareja de títeres se burlaba de sus amigos caídos.
Los títeres se juntaron en un círculo cantando una alegre canción de Navidad, mientras dos nuevas marionetas, hombre y mujer, entraron en escena vistiendo elegantes ropas y empezaron a reñir a los títeres con sus cestos y herramientas por jugar en lugar de trabajar, por cantar en lugar de fregar y por beber en lugar de cultivar.
¡Los títeres vestidos con sencillez volvieron su espalda a su jefe y a su esposa y miraron a la audiencia cantando, “trabajamos todo el año pero el día de Navidad jugamos! ¡Oh, niños! ¿ Qué decís?”
Las voces de los niños sonaron clara y ruidosamente. “¡Jugar! ¡Jugar! ¡Jugar!”
Entonces los dos títeres ricos se enfrentaron al público, “¡Si ustedes no trabajan, no comen!”
Los niños se crecieron indignados. “¡No! ¡No! ¡Comer y jugar! ¡Jugar y comer! '
Las marionetas jefes pusieron una mano en sus caderas y con la otra apuntaron al público. Pero antes de que pudieran hablar, recibieron de las marionetas obreras un puntapié en los calzones y cayeron.
Los niños se rieron; algunos se pusieron de pie alegres delatando el acto de rebelión.
“Títeres al poder”, gritó el títere con el martillo en la mano.
“Títeres al poder”, repitieron los otros títeres, excepto los dos bien vestidos.
“¡Títeres al poder!”, Repitieron los niños aplaudiendo.
Hubo un corto intermedio hasta el Segundo Acto.
Sonaba música de carnaval y los jovenzuelos esperaban atentamente a que se reanudara el espectáculo. Salió caminando el títere que había llevado el martillo, vestido con un traje oscuro elegante, un sombrero de copa y corbata. Los otros títeres continuaban gritando “¡Poder para los títeres!”
El títere bien vestido hablaba de una manera pomposa. “Debemos trabajar todos juntos para construir una tierra títere fuerte y libre; jefes y obreros, el hacendado y los campesinos, la sirvienta y la señora.”
La marioneta "transformada" se jactaba e hinchaba el pecho y habló con palabras pomposas como el presidente que se suponía. Los otros títeres escuchaban mientras que los títeres ricos aplaudieron.
El Títere Presidente los saludó y apuntó hacia sus anteriores amigos y compañeros de trabajo.
--‘Antes de que yo me convirtiera en Presidente, éramos pobres pero felices y ahora somos felices y pobres; ¡un gran cambio ha tenido lugar!”
Los títeres levantaron la vista. Los títeres ricos saltaron arriba y abajo. Bailaron y cantaron.
“ No hay ni ricos ni pobres. Todos somos títeres. ¡Si algunos tienen más y otros tienen menos, es porque algunos son inteligentes y otros no lo son! ¡Así juntemos las manos y cantemos nuestra canción de Navidad!
¡Juntos! ¡Juntos! Trabajadores y jefes
¡Todos somos títeres felices en el Día de Navidad!”
Había un silencio absoluto en la sala de conferencias. ¡Barba Blanca retumbaba fuera ' “¡Vamos niños! ¡Juntémonos y cantemos!”
Empezó a saltar los títeres al compás de la música.
Silencio Absoluto. Nunca tantos niños habían asistido a un espectáculo de marionetas tan manifiestamente callados.
Hablando por su títere Presidente, con una mano en su cadera y su otro dedo apuntando al público. --“¡Aquí yo trabajo una hora para entretenerlo los niños ingratos y ustedes siquiera aplauden sus manos sucias! ¡Ingratos!”
¡Joao y Pedro gritaron, “El títere Presidente es un mentiroso! ¡Denle un puntapié en los calzones!”
Incitaban a los títeres obreros. Pero es innecesario decir que Barba Blanca mantuvo a los títeres inmóviles.
“¡Abajo con el Titiritero!” Gritó María. “¡Él no permitirá a la lavandera darle puntapiés al trasero de la patrona!”
Todos los niños se ponían de pie ahora. “¡Poder para los títeres! ¡ Abajo con el títere amo!”
Josie arrojó una lata de refresco al Títere Presidente y Heloisa saltó al escenario y tiró de la cortina dejando al descubierto a Barba Blanca.
“ ¡Farsante!” Gritó.
Todos los niños elevaron el canto.
Aunque Barba Blanca era grande y gordo, se asustó por esta habitación llena de niños que estaban gritando y golpeándolo con zapatos y latas. Él agarró sus títeres y corrió dejando atrás al Títere Presidente.
Los niños más traviesos, Mario y Vera, rasgaron su traje y corbata y lo balancearon en el aire en sus calzoncillos de títere ante los niños.
“¡Poder para las marionetas obreras!” Gritaban cuando regresaban andando a casa, saltando sobre los baches y las cloacas pestilentes.
A la mañana siguiente el periódico local escribió que “los niños de los narcotraficantes hicieron estragos en un espectáculo especial de Marionetas en Navidad patrocinado por la Fundación de los Niños y financiado por Citybank, Toyota y Repsol.”
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis