En vísperas del 11 de abril, a doce años de aquel torpe, terrible y breve golpe de estado, parte de la dirigencia opositora, regresó a Miraflores; esta vez para dialogar. Una alegre tristeza, como lo definió con lucidez punzo penetrante Jorge Rodriguez: Tristeza porque llegaron 40 muertos tarde
Cuarenta muertos tarde, acudieron porque Venezuela lo exigía, porque no quedó más remedio que atender al llamado de diálogo que el Presidente Nicolás Maduro ha venido haciendo desde mucho antes de que empezara la violencia. Pero ahí estaban y eso es un paso importante, un triunfo para un país que no sabe sino vivir en paz. Un triunfo para los vecinos secuestrados dentro de sus urbanizaciones, un triunfo para un pueblo ha resistido todo tipo de provocaciones, negándose a ser el instrumento ciego de su propia destrucción, como pretenden algunos nostálgicos de tiempos no nada remotos.
Como no bajaron los cerros, como la guarimba restó, dividió y agoniza solitaria sin muchos dolientes; el diálogo se impuso, la política se impone, y debe necesariamente imponerse la claridad.
Preocupa ver a la dirigencia opositora hablar en nombre del pueblo, en términos como Nunca hubo tanta hambre como ahora, Este modelo fracasó, Esto debe cambiar... Todo mientras intentan adivinar el precio de una lata de sardina. Ver cómo desde su arrogancia, no entienden que cada vez que criminalizan a los colectivos, criminalizan al pueblo organizado, que cada vez que niegan un logro del gobierno, están negando un derecho en ejercicio de ese pueblo siempre marginado por quienes pretenden hoy, democracia-representativamente, decirnos que las protestas de algunos sifrinos del este del Este son en pro de esos cerros que no terminan de bajar. Verlos en ese afán de hablar en nombre de quienes los adversan, olvidar en su discurso la voz de sus partidarios.
Hablar clarito es necesario. Como dijo Elías Jaua: El tema fundamental es el desconocimiento de la voluntad popular. Esa es la raíz de una espiral de violencia de lemas que mutantes cuyo único fin es la permanencia en la calle, tal como dijo Leopoldo López, Hasta que se vaya Maduro. Dar brinquitos acusatorios alrededor de esta realidad es negarse la posibilidad de hacer una oposición seria tal como Venezuela lo exige.