En algunas oportunidades he manifestado que soy “chavista” desde mucho antes de la irrupción de Chávez en la escena política venezolana.
No obstante, confieso que a los 66 años no me enfundaré en una franela para añadirme a la marea roja que aplaude y delira pues, a decir verdad, los espectáculos de masas, ya sean poliédricos o aclamatorios, no son mi fuerte.
Tampoco estoy dispuesto a calarme las canciones de Alí Primera como summun de ideas progresistas o música de méritos excepcionales.
Si algo no me gusta de las actitudes oficialistas, es la tendencia a convertir el proceso actual en un despliegue de lealtades uniformadas, con una terminología rimbombante y pseudo revolucionaria y otras manifestaciones que intentan regimentar este experimento político y social.
Así mismo y por otra parte, me resulta indigerible el fariseísmo de los dirigentes de oposición disfrazados de periodistas de Globovisión, cuando se escandalizan ante lo que califican como un Parlamento monocolor.
¿Y ellos qué cosa son? ¿Acaso para trabajar en ese canal no es indispensable ser antichavista recalcitrante, amén de cipayo, apátrida y otras cosas que no menciono?
Los mismos adecos y copeyanos del “pacto institucional” que, en los cónclaves entre Rafael Caldera y Gonzalo Barrios, se repartían las magistraturas del TSJ y del CSE o designaban al Fiscal y al Contralor, tildan de hegemónico a este gobierno. Son cínicos posando de amnésicos.
Entre las virtudes que le admiro al presidente Chávez, a quien además le endilgo defectos a granel, figura la de estimular críticas al desempeño gubernamental. En ese aspecto puede contar con mi colaboración, pues la sordera hunde a los mandatarios que no aceptan argumentos divergentes de su modo de pensar.
La recién instalada Asamblea Nacional no es criticable por ser toda roja, sino, en todo caso, podría serlo por demasiado gris. Hay quienes opinan que escasea el cacumen, pero en cambio abunda la mediocridad, incluyendo, por desgracia, a ciertos representantes de mi región insular.
Al respecto resulta indispensable que en breve se realicen las elecciones internas en el MVR. Hasta ahora las imposiciones a dedo se han soportado con docilidad, pero ya basta.
La cúpula del MVR no conoce al país nacional, y tal parece que no le importa lo que sentimos o pensamos.
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