Un artículo aparecido recientemente en APORREA, sobre las “mentirillas” de uno de los políticos más grises que haya conocido la vida política de Venezuela –Eduardo Fernández-, firmado por Gil Ricardo Salamé Ruiz, me ha motivado a expresar lo que pienso o he pensado toda la vida, sobre este hombre ambicioso, revestido de religiosidad que, durante sus anhelos desmedidos de querer ser candidato a presidente, pese a figurar como el principal “delfín” del “intelectual” Rafael Caldera, i uno de sus más rastreros aduladores cuando le convenía, se hacía llamar EL TIGRE, cuando no llegaba, como me decía un cazador amigo, ni a cunaguaro con reumatismo i atraso del crecimiento. Una deshonra para los ocelotes.
Este hombrecito gris, nunca ha parido una idea, pero le complace figurar i, pese a las canas i a una boca de labios finos i retorcidos, que le denuncian como embustero crónico, aprovecha cualquier oportunidad para exponer sus ideas anquilosadas de un conservador religioso de uña en el rabo. Antes, sus andanzas era competir con otros delfines como Álvarez Paz o aquel Ferrer que se mató en la autopista Caracas-La Guaira cuando andaba en relaciones espirituales; o al aproximarse elecciones, correr a proclamarse candidato antes que lo decidiera el partido. Eso era toda su actividad política, pues nunca escuché un gran discurso ni creo haya escrito ningún libro. La primera mentira, no mentirilla, porque como dice Roberto Malaver respecto a lo que habla el Zamuro Castillo Lara, la plegaria sería, “perdónalo señor porque sí sabe lo que hace” se refiere al ofrecimiento de las 100.000 casa por año, cuando creo que en ningún año o en todo el período presidencial, apenas se acercaron a unas 40 ó 60 mil casitas con dimensiones de jaulas de loro i sin patio alguno. I para no alargar más esta líneas, todas las mentirotas que le señala Gil Ricardo, son absolutamente conocidas por el pueblo venezolano. Un gobierno de este escuálido que, no tiene la hombría de reconocer que estuvo en Miraflores cuando el Golpe de Estado del dictador Carmona Estanca, hubiese sido peor que el del refranero Luis Herrera o el dinosaurio Rafael Caldera, intelectual de quien conozco un solo libro sobre Bello i que como muchos otros, en el prólogo de la Gramática de la lengua castellana de Bello, escrita por el Académico de la Academia de la Lengua española Don Ramón Trujillo, explica que, como existe desde 1884 un estudio de Enrique Nescarseau y Morán (Anales de la Universidad de Chile) el único que estudió i comparó las cinco ediciones de la obra de Bello, todos los demás se han copiado de él; además de muchos otros libros que se han escrito durante casi dos siglos, de manera que, una obrita como la de Caldera en tamaño octavo, no es contribución alguna sino pura copia. I si el maestro no fue nada creador i productivo, ¿Cómo quedan los delfines? ¿Cómo queda el conaguarito embustero? La pregunta que queda de todo esto es ¿Hasta cuando estos señores están creyendo que sus ambiciones e ideas tienen vigencia? ¿Todavía no se han convencido que son estatuas de piedra muerta como las figuras de la Isla de Pascua el sur del Pacífico? Sin embargo, como los “partidos mediáticos” tienen espacio libre i de sobra para publicar o televisar disparates o quimeras políticas como las de Antonio Ledzma, tendremos que seguir escuchando rebuznos, puestos en gramática castellana (ya superada) pues nuestro idioma oficial es el español. Quienes mienten a conciencia, arrastran su dignidad o carecen de ella.