Abundan los relatos de esa especie de izquierda que, topada de frente con el desempeño de la Revolución Bolivariana, asume la figura del crítico. Especie que se da durísimo con todo tipo de cuestionamientos y deslindes.
Las intervenciones del campo político de los críticos, un espacio extremadamente abigarrado, heterogéneo y fuertemente impactado por los ácidamente críticos, obedecen a la lógica de los que ya son expertos en materia de revoluciones, políticas económicas, y paremos de contar: estamos el entrompe de los supuestos amos del saber y el hacer revolucionario y de los consultores de revoluciones de última generación. Oferta que nos luce sobredimensionada.
Y no se trata de posiciones críticas o de la crítica que todo proceso de transformación de las coordenadas del capitalismo está obligado a observar y asumir, sino del "crítico" de la revolución. Y en ese campo, ya viciado, se diluyen y evaporan las mejores intenciones.
Quizás sea necesario precisar que la militancia revolucionaria es consustancial con la ética de la responsabilidad política: no es que seamos responsables de cualquier o de todos los equívocos, fracasos y lados flojos de la Revolución Bolivariana, sino que somos responsables por todos y cada uno de ellos. Una cosa es la reflexión determinada de los críticos y otra la determinación reflexiva del compromiso revolucionario con la ética de la responsabilidad política
Los críticos están centrados en la figura del presidente Maduro. Apelan a la movilización de toda modalidad y escala de desacuerdos con las políticas que dinamizan la gestión del gobierno revolucionario. A pesar de las referencias y ataques directos (personalizados en torno a una figura emblemática que se defiende en sí misma, por sí misma), la cuestión política decisiva, es un ataque por mampuesto (no pocas veces declarado abiertamente y sin tapujos, como también encubierto y solapado) contra el proceso político que ya los críticos dudan y vacilan en caracterizar como revolucionario o de izquierda. Es obvio que han generado su propio y particular parte aguas, mediante su impúdica lista de desaciertos y fracasos del modelo político-económico de Chávez. Y habría que exigir que se auto-aplicasen la mismita vara con la cual se pavonean.
Desde mediados del 2012, afianzados en su mentalidad rentista de la crítica:
Promocionan la visón catastrófica de la Revolución Bolivariana: desde el "vació presidencial" o "Nicolás Maduro no da el ancho"; la "economía venezolana se hunde y se desmorona el "modelo político-económico de Chávez"; hasta el legado de Chávez se jodió.
Ofertan su tarjeta de presentación como la propia izquierda y emblemas de la mismísima revolución.
Sostienen la creencia en una oleada generalizada de malestar que haga efectivo el distanciamiento y desconexión o ruptura del pueblo venezolano con el gobierno revolucionario. Y algunos ya comentan "Yo se los dije".
Apelan a la intolerancia, como a la descalificación sistemática de quienes perciben y rotulan como "los derechistas que joden el proceso".
Diversas sub-especies de los críticos se movilizan con la finalidad de monopolizar la crítica o apoderarse de una tajada de la misma: allí reside su deseado capital político, la codiciada renta de la crítica. No deja de ser lamentable.
Sacan cuentas electorales, calculan el porcentaje de votantes que puedan obtener, ya que según ellos, la polarización está rota, y es la hora de otra opción, la opción de la renta de la crítica.
Eluden encontrarse y no tienen planteado un frente común. Después de todo, los críticos unidos es ya pedir demasiado.
La especie en cuestión, constituye una fuerte interpelación al chavismo y de su unidad: una prueba del ácido que no puede desestimarse y tampoco escamotear. Lo que se conversa y debate es: cuál política subvierte el orden del capital y por tanto, el sistema de dominación político, ideológico, económico y militar, de la elite imperial y los grupos oligárquicos.
Gramsci no solamente dijo que "el viejo mundo se muere, y el nuevo lucha por nacer". Afirma que esa disyuntiva "es el tiempo de los monstruos". Los horizontes y el devenir de la Revolución Bolivariana, no se deciden en el campo de las historias alternativas, sino en el terreno del movimiento real.