En los 15 años de Revolución Bolivariana es prácticamente nada lo que se pueda señalar como acto violatorio de derechos humanos. El Presidente Maduro ha mantenido la línea de acción que al respecto practicó el Presidente Chávez. De manera que nadie puede dudar, aquí en Venezuela y en el mundo entero, de la alta connotación de tolerancia del gobierno y militancia Bolivariana.
Saben ustedes que este proceso revolucionario ha pasado por momentos difíciles desde el mismo momento en que llegó al gobierno. Es imborrable para la memoria de los venezolanos el momento en que el Presidente Chávez retorna a Miraflores, abril 2002, y levanta el crucifijo para pedirle al pueblo venezolano paz, ante la difícil situación que vivía el país.
Para nada ha cambiado el comportamiento de esta oposición en quince años de gobierno chavista. De nada valieron los llamados de Chávez. Ante su inesperada muerte se frotaron las manos con la seguridad de que para ellos era inminente y pan comido, asumir el poder por la vía de la desestabilización.
Ya saben ustedes como ha sido su accionar desde el mismo momento en que el Presidente Maduro llegó a Miraflores. La Presidenta del CNE no había terminado de leer el primer boletín de resultados, cuando el llamado de la desesperación fascista convirtió a muchas de nuestras ciudades en espacios de muerte y desolación, quemas de centros de atención pública y alteración del orden público.
Hasta el sol de hoy siguen en lo mismo. Se atrevieron a infiltrar en nuestro territorio a mercenarios, y más allá de las muertes que han causado en las filas chavistas, ellos deben saber muy bien que están engendrando un monstruo que los devorará a ellos mismos. Esperamos que desde sus filas, algún cuerdo, si lo hay, los obligue a reflexionar.
Por encima de todo, hay que detener esa locura por el arrebato y el escabroso camino escogido por quienes definitivamente no creen en leyes ni en llamados a la tolerancia. No hay dudas que como consecuencia de esa hostilidad, incomprensión, odio y locura de la oposición por llegar al gobierno, se han prestado para convertirse en cómplices de la mucha sangre derramada.
Su intolerancia y antichavismo los implica en las muertes de centenares de compatriotas. Sembraron la saña, el veneno y han sido cómplices en la importación del nefasto paramilitarismo, para que nuestro país, amante de la paz, se sorprenda ante horribles crímenes de dirigentes revolucionarios.
Lo ocurrido a Danilo Anderson, Eliecer Otaiza y ahora al joven dirigente diputado a la Asamblea Nacional, Robert Serra, retrata la verdadera cara de la ultraderecha y sus declarados planes fascistas para asumir el poder. Para enfrentarlos y derrotarlos, ya Chávez no dejó la receta: Unidad, lucha y batalla frontal de la unidad cívico- militar. ¡ No volverán!