Nuestros retos...

El PSUV atraviesa una jornada continuada de reorganización desde abril de este año y que culmina (de acuerdo a las afirmaciones del primer vicepresidente Diosdado Cabello) en el mes de enero de 2015. Este proceso interno nos coloca a la cabeza de la ofensiva política nacional, porque en pleno desarrollo han surgido nuevas formas de trabajo de la mano con el pueblo, producto de la sentida demanda que ha efervescido de la participación de las bases en diversas consultas llamadas por el presidente Maduro de sus resultados, incluso se están aplicando políticas de gobierno para la transformación de lo que sucede, de acuerdo a las prioridades que establecieron las Unidades de Batalla Bolívar-Chávez. De aquí se desprenden varios vuelos que preparan el cielo para ser tomado por asalto en lo que resta de año y en los que están por venir, porque si bien es cierto que Maduro no es Chávez, también lo es que hace todo lo legado por el Comandante para hacer de Chávez millones de personas, ordenando mientras gobierna obedeciendo.

Sin embargo, el momento nos exige no sólo lealtad al mandato de Chávez del 8 de diciembre sino una revisión interna, personal, individual sobre el rol que ejercemos como militantes frente a la arremetida de la derecha, que sigue en su afán de desmotivar a quienes tenemos al lado, alrededor, a los que están cerca, incluso a quienes son beneficiarios directos de políticas sociales nunca antes vistas en décadas pasadas por gobierno alguno en Venezuela ni en otro país. La oposición juega a hacer mella de la crisis que atraviesa el capitalismo y que, aunque tardíamente, nos golpea, pues nos golpea y así lo hemos asumido. Pretenden socavar la convicción en los territorios chavistas de sus conciencias, pretendiendo moverlas desde la cotidianidad y los discursos superfluos sobre la situación económica que los factores que nos adversan se empeñan en mantener, para preparar el terreno de una soñada llegada al poder. Se meten con las medicinas, los alimentos, la ropa, con los productos de primera necesidad y el Gobierno sale en ofensiva a resolver como vemos, pero aun así en el interín de la aplicación de nuestras medidas resolutorias se lleva a cabo de forma simultánea una guerra dirigida al subconsciente. Por todos sus medios y casi durante 24 horas repiten mil y una vez que no hay tales o cuales productos, al mismo tiempo convocan a marchas (con poca movilización) para hacerse (supuestamente) sentir en las calles, de igual modo algunos de sus voceros monta "shows" de marketing político como el caso de Ocariz, y otros como Capriles se van de viaje para afianzar un nuevo plan de desestabilización. Su plan sigue en marcha.

Hemos visto cómo desde hace un tiempo la derecha ha asumido el uso –de a ratos– de nuestros símbolos de lucha, nuestras formas de hacer política y ahora están todos empeñados en querer hacerse ver de populares; se meten en algunos barrios y desde allí declaran a los medios sobre alguna cosa populista que hicieron o intentaron hacer, como pintar una pared, entregar dádivas, atribuirse obras de empresas privadas y el colmo cierto es que, adoptando nuestro lenguaje, algunos de ellos ha mencionado el hecho de que sus pocos seguidores en sectores populares se involucren en las asambleas de ciudadanos y ciudadanas, las mismas que desarrollan nuestros consejos comunales y comunas, nuestro
Poder Popular. Digo nuestro porque no puede ser de más nadie tan valioso tesoro que se gesta y sigue en desarrollo en la organización popular como proceso auténtico de transformación local desde la visión y legado de su creador Hugo Chávez. Qué más chavista que un consejo comunal y su asamblea de ciudadanos?, ¿qué más democrático? ¡Nada!

Hay que ver con lupa entonces las maniobras de la derecha venezolana en torno a sus intentos de conquistar espacios, en vista de que no es sólo un discurso o una instrucción de sus dirigentes a sus lacayos sino, en caso de materializase su hegemonía en los espacios del Poder Popular, no sería para transformar sus realidades sino para implosionar la organización misma.

Quienes pretenden llegar a la Asamblea Nacional para acabar con las leyes revolucionarias, como las leyes de Poder Popular –por ejemplo–, no pueden levantar las banderas de nuestros consejos comunales y sus dinámicas, mucho menos pueden infiltrarnos para desmovilizarnos intentando confundir a los nuestros con el discurso de que ese es un espacio para todos y donde no se debate política. Sí deben ser democráticos, también con toda la apertura a la diversidad, pero jamás puede convertirse una comuna en contra de la Revolución, porque sería una desnaturalización del concepto y espíritu de su creación, contradeciría su esencia. Por lo que esta es otra tesis fracasada –en el arranque– debido a que los barrios son mayoritariamente chavistas y lo son los promotores del Poder Popular. Eso nos hace ser, para la desgracia de algunos, la fuerza hegemónica e irrebatible, por lo que seguro estoy que a los nuestros les sobra convicción para tolerar y reconocer las diferencias de los seguidores de la MUD que quieran en esta etapa participar.

Todo esto nos coloca en estado de alerta y nos obliga a afianzarnos como divulgadores de las verdades necesarias. Debemos ser evangelizadores de las bondades de la Revolución sobre nuestros logros tangibles e intangibles. Pero para ellos debemos recordar que somos la consecuencia de un sistema opresor, que rompimos las cadenas que nos ataban a la miseria con las Canaimas, con las grandes misiones, con viviendas para el pueblo, con alimentación para los más necesitados, con pensiones, con los aumentos salariales, con escolarización, con universidades gratuitas, con un sistema de salud gratuito y muchísimos más logros que se pierden de vista, lo que no pueden es pasar jamás desapercibidos. Estos deben dejar de ser imperceptibles para quienes aunque se benefician... están confundidos por la alienación de la derecha. Debemos recordarlo una y mil veces, como lo hacen ellos con los productos que están ausentes en los supermercados. Debemos dejar de esperar obras majestuosas a diario. De lo que hemos alcanzado, además de mantenerlo y mejorarlo, debemos de forma obligatoria recordarlo y hacerlo recordar hasta la saciedad con campañas propagandísticas, sí, pero con mayor énfasis en los despliegues de calle, en las visitas a los vecinos, en el radio bemba, en nuestros medios comunitarios, en los papelógrafos, en nuestras paredes. Es una campaña dirigida a la conciencia y a la memoria, no es electoral.
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¿Amenaza interna?

Para los que andan buscando adeptos a la idea de la diferenciación sobre que Maduro no es Chávez y por ello hay que ser chavistas, críticos del gobierno de Nicolás y, por ende, pocos comedidos con la forma de expresar sus diferencias, los acecha la línea delgada y borrosa entre el futuro próximo de la creación de un nuevo partido y el del salto de talanquera; ambos los conducen a perseguir intereses propios de ambición de poder, ese fanatismo de no abandonar los espacios u ocupar otros si no creen merecerlos, y por ellos no hay forma en que no los ocupen, así implique generar las condiciones para negociarlos.
No hay entonces una amenaza interna en el partido ni en nuestras fuerzas.

El riesgo lo corren quienes abandonan la lucha por su propia lucha. En ese mismo plano deben verse los confundidos, aunque y aunque el proceso decanta a sus detractores, tarde o temprano el que se salva siempre es el pueblo que, aunque confundido, es pueblo y no quien se aprovecha de sus necesidades para alcanzar un nicho en palestra pública.
Lo correcto en este momento histórico es movilizarnos, mantenernos unidos e ir a tocar la puerta de quienes puedan estar dudando y convencerlos con una mirada de 180 grados a su entorno material y espiritual para que despierten de letargo alguno en el que puedan estar sumidos y se coloquen en la primera línea de combate.

Nosotros asumimos y asumiremos los retos que sean, porque estamos preparados para superarlos ya que somos un pueblo que lucha unido en las batallas y alcanza y registra grandes vitorias históricas.



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Jhonathan Sánchez


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