Llegó la Navidad y con ella suceden cosas que en estos últimos 15 años se han venido sumando a la dinámica cotidiana decembrina de los venezolanos y las venezolanas. Mientras familia ─luego de haber recibido sus aguinaldos─ se preparan para los estrenos, las compras para las hallacas y demás platos de la cena navideña y de la típica comida de este mes, al mismo tiempo se le suman a la agenda a los militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela el proceso de reorganización de la base, celebraciones como la de los 15 años de nuestra Constitución, la celebración de la llegada de Chávez junto al pueblo al poder, el Día de la Lealtad, recordamos también (sobre todo en este diciembre lo recordamos enfáticamente) el sabotaje petrolero y paro empresarial y tantos otros acontecimientos que, además de ya formar parte de nuestros hitos históricos más recientes, también movilizan al pueblo en medio de las gaitas y el pan de jamón.
A los habitantes de esta Patria que tengan 30 años o más de edad, al contrastar el recuerdo ingrato de dónde venimos y cómo estaba el país en décadas anteriores seguramente ─a pesar de las vicisitudes que vivimos hoy por culpa de los culpables de siempre─ les llena de alegría ver que desde la llegada de Revolución no hay meses específicos para presenciar grandes transformaciones en beneficio del pueblo, por el contrario es una acción diaria ver de parte del Gobierno nacional grandes obras, la ejecución de planes sociales cada vez más cercanos a la erradicación de la pobreza extrema, la creación de nuevas políticas de atención de los sectores sociales, la explosión de la organización popular a través de las comunas y demás formas organizativas, apoyo al deporte fomentando grandes triunfos mundiales con nuestra “generación de oro”, leyes habilitantes en favor de las mayorías, políticas de defensa del pueblo contra los actores de la guerra económica y miles de políticas más que hacen que el pueblo esté permanentemente movilizado y como nunca antes con una inmensa confianza en el Gobierno revolucionario, ahora en manos del presidente Maduro. Estas características hacen de la Venezuela de hoy una referencia sobre un antes y un después, y aun así el después no parece tener límites en bondades, porque hoy es la foto a color con rostros de alegría al lado de cualquier foto en blanco y negro que se quiera rescatar de lo que se vivía en la Cuarta República. Aunque algunos no quieran reconocerlo y de alguna forma ─inevitable─ se beneficien de la llegada y la permanencia del poder en revolución, la diferencia cronológica es abismal, vista incluso desde cualquier índice de medición social que quiera aplicarse para comparar.
De nuestro lado prevalecen la cordura, la tolerancia a las diferencias, el amor por el prójimo, y el reconocimiento del otro, y en fechas como éstas no podemos más que invitarlos a lado del que está garantizada la paz y un futuro de logros y avances incalculables donde todos hacen falta para concretarlos con mayor celeridad, sin embargo entre los valores que hacen irreversible este proceso político está la unidad, la misma que se siente en familia, con la misma hermandad, esa cualidad nos caracteriza y nos hace irrebatibles para superar las crisis que haya que superar, con ofensiva, desde la calle, abiertos al diálogo pero todos juntos.