Ahora, cuando se cumplen trece años del golpe militar que intento acabar tempranito con la Revolución Bolivariana, casi nos convencemos que todo aquello que gritaron y dijeron frente a la embajada de Cuba, en Caracas, podría ser cierto, si al compatriota Diosdado Cabello se le hubiese ocurrido refugiarse en ese lugar.
Las horas, más bien los minutos, se encargaron de aclarar las cosas a la cuerda de facinerosos que en turba enloquecida, arremetían contra carros, tanquillas y cuanto punto de servicio doméstico encontraron a su paso. Realmente fue una penosa escena fascista que retrata en cuerpo completo a quienes hasta el sol de hoy se siguen comportando de la misma manera.
Ese 12 de abril fue el día de la locura fascista. Que lo digan los centenares de compatriotas de los Círculos Bolivarianos contra quienes se desató una feroz persecución. Es el día de "gloria" de Capriles, Leopoldo y todos sus acólitos que en manada salieron a perseguir revolucionarios. Que lo diga Rodríguez Chacín y Tarek.
Seguramente, el Presidente Obama coincidiendo con todos ellos es que hace sus desplantes y graciosuras sobre el significado de la historia. Se olvida el "premio nobel" que en otra cumbre el Presidente Chávez le regaló "Las venas abiertas de América Latina", para que le echara un ojeadita y se enterase un poquito de las penurias y glorias de su "patio trasero".
Es así como esta oposición de hoy, que son los mismos de ayer, se esmeran en vociferar a los cuatro vientos un ¡hasta cuando recordar eso! Claro, se trata del "eso" que los acusa. Ya sobre sus espaldas llevan el pasado fardo de centenares de compatriotas muertos y la destrucción que han dejado a su paso.
Como dato curioso, apenas los pellizcan acusan al gobierno venezolano de violador de los derechos humanos y siguen empeñados en su afán de solución sangrienta, para lo cual ya su amo del norte les ha dado la satisfacción de preparar el decreto de antesala a la destrucción.
De manera que sin lugar a dudas, son los mismos de ayer. El hecho de propiciar una tormenta económica en nuestro país es la clara evidencia que poco les importa que comamos o dejemos de comer. Mejor dicho, estos criminales gozan con las colas de hoy, y su deseo es vernos comiendo de todo, menos comida.
En fin, así como se equivocaron con Diosdado que gracias a Dios está vivito y coleando, se seguirán equivocando con el pueblo venezolano. Debe convencerse esta oposición entreguista, vendida y antipatriótica que no llegaremos al extremo de comer cables ni alfombras. Vendrán otros 13 y abriles victoriosos. (Dedicatoria: a Eduardo Galeano, militante de la palabra comprometida)