"En aquel tiempo Jesús les decía a todas y todos:
_El que quiera seguirme niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí la salvará. ¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si se pierde o se malogra él?
El encendido de la cruz del Waraira repano ya forma parte de nuestras tradiciones junto a muchos otros de nuestros símbolos navideños. Pero como estamos cerrando un año tan intenso para Venezuela sería inútil encender la Cruz del Waraira sin darle sentido a nuestras propias cruces. Encabeza este texto un trozo del evangelio de Lucas y en él vemos que cuando Jesús le habla a los de su tiempo de cargar con su cruz cada día, les está advirtiendo que ese proyecto de Justicia, de amor compasivo y de paz no va a ser posible sin las cruces de cada día.
La cruz de Jesús es una propuesta que nos exige siempre vivir la novedad apasionante de lo alternativo, ante las cruces que nos pone el mundo. Jesús vivió la amenaza de la cruz sin claudicar, sin negociar, su vida nos redime porque hizo de la cruz un camino de resurrección. Se trata de vivir sin claudicar a nuestros propios principios de lucha, para que acontezca la vida digna para todas y todos aquellos a los que siempre se les negó la dignidad. Las cruces del tiempo de Jesús las tenía que soportar el pueblo cuando renunciaba a la alienación de una religión que los oprimía, ahí aparecían las persecuciones y las cruces. Pero las soportaba también el pueblo cuando se les imponía ya no la religión sino el imperio romano con unos impuestos que hasta les podía quitar la cosecha de un año sin importarles la hambruna del pueblo, y así vamos encontrando en el contexto del tiempo de Jesús tantos otros testimonios de cómo el tomar la cruz cada día, era una preparación para esa batalla contra el mal que tendrían que librar. Jesús las llama las cruces de cada día.
Cuántas cruces hemos tenido que soportar este año: la cruz de la escasez, la cruz del contrabando impuesto por los propios hijos de la casa que nos roban los alimentos para llevárselo fuera de las fronteras, la cruz de la violencia paramilitar inoculada como virus mortal en el corazón de nuestros barrios, las cruces impuestas por los apátridas, dueños de gran parte de la industria alimentaria que nos han escondido los productos para luego generar la más brutal inflación en contra del pueblo y por esa vía, nos han impuesto las cruces de las colas, las cruces de no encontrar una medicina porque también la escondieron y un ser querido muere lentamente mientras peregrinamos de farmacia en farmacia cargando la cruz de no encontrarla. Y después cuando Jesús agonizaba en esa cruz por la sed le ofrecieron hiel y vinagre. Y hoy cuando las masas están extenuadas en la cruz de las colas le ofrecen una esponja empapada en la palabra "cambio" sin explicitar a qué cambio se refieren, cambio incierto y malintencionado.
Pero nuestro pueblo ha puesto en práctica la premisa de Jesús, ha sabido tomar esa cruz con paciencia cada día y con una lucidez impresionante para distinguir claramente quiénes son los Herodes, Los Césares, Los sanedrines, Los Calígulas, Los Nerones que nos han impuesto esa cruz, para que claudiquemos ante la decisión que hemos tomado de ser libres, de construir una Venezuela con igualdad de oportunidades.
Hermanos, la cruz de Jesús cuando se asume cada día desde la rebeldía de no volver la vista atrás se convierte en camino de liberación. Es decir, la cruz resulta iluminadora como esta alumbra en la montaña cuando descubrimos que asumirla con sus renuncias cada día nos fortalece nuestras opciones, forja nuestro carácter, consolida nuestras luchas por construir un mundo nuevo y nos convierte en discípulos y discípulas de Jesús tan inclaudicables como Él.
Le digo a los miserables que nos quieren seguir imponiendo cruces, no más cruces; no pierdan su tiempo, que para los hombres y mujeres que hemos creído en Cristo como camino, verdad y vida nadie nos podrá apartar de la terca lucha por una espiritualidad liberadora. Nada ni nadie nos podrá poner de regreso. No estamos dispuestos a deshacer el camino andado. Creemos en la palabra del maestro Jesús: "quien pone la mano en el arado y vuelve la vista a atrás no sirve para construir el Reino de Dios" Que la cruz encendida en estas Navidades se nos convierta en símbolo de paz con justicia. Que ella ilumine nuestro rumbo para que nunca pactemos con la anti-vida.
La decisión de llevar nuestras cruces cada día será el mejor aliciente para caminar sin miedo hacia adelante, excluyendo lo negativo que existe dentro de nuestro proceso de lucha, pero sin volver la vista atrás. La sabiduría ancestral de nuestros mayores ya nos lo enseñó bien claro "chivo que se devuelve se ‘esnuca"