Control de cambio y fugas de capitales

Hay quien cree que en Venezuela tradicionalmente ha sido el mercado el que ha fijado el precio del dólar. Y jura que el control de cambio ha sido una medida excepcional, promovida por las crisis y los presidentes malucos. Pero la historia es exactamente al revés.

"Control de cambio" es que el gobierno fije la tasa de cambio de la moneda nacional con respecto a las monedas internacionales. Oído al tambor, pues.

En 1929 Juan Vicente Gómez estableció la tasa en 3,90 bolívares por dólar. Nadie, ni el mercado, chistó. En 1937, López Contreras revaluó el bolívar y fijó el precio del dólar en 3,35 Bs. Así se mantuvo por 24 años hasta que Betancourt lo devaluó a 4,30 en 1961 (la gente chistó y protestó, pero en vano). Este dólar a 4,30 perduró 22 años hasta 1983. La tasa de cambio, pues, la establecieron durante estos 54 años Gómez, López Contreras y Betancourt, con simples decretos. Eso se llama control de cambio. ¿O no?

La devaluación de Betancourt fue la respuesta a la gran fuga de capitales que había arrancado en el 57. Resulta que las vivarachas compañías petroleras bajaron el precio del crudo, pero no el de los derivados del petróleo; así pagaban menos impuestos y royalties a los países productores, y aumentaban sus ganancias globales vendiendo aceite y gasolina. La merma de dólares generó la recesión. Y como no hay nada más cobarde que el capital, nuestra burguesía puso sus haberes a guarecerse en el Norte. Betancourt, además, enfrentó la crisis rebajándoles los sueldos y salarios a los empleados públicos. Todavía no se usaba la palabra "paquetazo" para este tipo de política, pero Betancourt fue un pionero.

Los países europeos fijaban sus tasas de cambio a su leal saber y entender. Hasta los 80 a nadie se le había ocurrido eso de que fuera el "mercado" el que las fijara. Y hasta los 90 a nadie le había pasado por la mente que el control de cambio fuera una medida "comunista".

Así, pues, la cacareada estabilidad cambiaria anterior al Viernes Negro no la produjo el mercado.

La fuga de capitales previa al Viernes Negro dejó chiquita a la fuga del 60. A finales del 82 era evidente que las reservas internacionales del país no aguantarían la sangría de dólares de los meses siguientes.

La diferencia del control de cambio post Viernes Negro fue que esta vez no sólo se controlaba el precio del dólar, sino también, por primera vez, la cantidad de dólares a vender. Ya no se podía dar dólares, ni siquiera devaluados, a todo el que tuviera los bolívares para comprarlos.

Luis Herrera instauró el primer sistema diferencial cambiario (más de una tasa de cambio). El dólar "preferencial" (mantenido a 4,30) para las importaciones esenciales y para el pago de la deuda pública y privada; y otro dólar para importaciones no esenciales. La burguesía consideró punto de honor el reconocimiento de su deuda a 4,30; siguiendo con su tradición de que las ganancias son privadas y capitalistas, pero las pérdidas son públicas y se socializan.

De allí en adelante, el control tuvo diferentes formas. En el 89, CAP, asesorado por Miguel Rodríguez, Haussman, Naim y demás neoliberales, y por imposición del FMI, puso el dólar a flotar (89-92). Ahora sí el mercado determinó el precio del dólar. Los gobiernos siguientes ensayaron otros sistemas: minidevaluaciones, administración directa. Desde el 1996 hasta 2003, hubo sistemas mixtos que combinaban flotación con control.

En definitiva, en 74 años (entre 1929 y 2003) solo durante 10 la tasa estuvo fijada por el mercado.

No me mal interpreten. No intento negar al mercado, aunque no lo veo como una fuerza inconsciente e invisible (y menos benévola). El mercado existe. Presiona siempre. A veces muy fuerte. Y no se puede controlar si se parte de negarlo, como no se puede controlar una bestia salvaje ignorando su fuerza.

Realmente el gobierno, con el 95% de las divisas, no logra controlar los controles de cambios que ha fijado. El actual sistema de cambio ni siquiera le hace honor a su nombre, porque no controla nada. Y es dañino e insostenible.

Pero liberar el dólar nos llevaría a ser espantados testigos de la más gigantesca de las fugas de capitales que podamos recordar. No nos volvamos locos. 

orlandojpz@yahoo.com



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Orlando Zabaleta

Editor, escritor, articulista, publicista y diseñador gráfico.

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