En un remoto paraje de mi infancia me contaron mis padres sobre un convenio reciente entre el Niño Jesús y los Reyes Magos. Se habían repartido la tarea de los regalos navideños: al que le trajera juguetes el Niño Jesús no se lo traerían los Reyes Magos y viceversa. El acuerdo no me gustó nadita, por supuesto, que estaba acostumbrado a recibir un modesto juguete el 24 y el juguete principal el Día de Reyes.
Pero ya no éramos dos hermanos, la familia había crecido, ahora éramos cuatro, y los dos menores habían alcanzado la edad de los presentes navideños. Mi padre, chófer de CANTV, y mi madre, maestra de escuela, tuvieron que ajustar el presupuesto familiar, con el cual hacían milagros para que sus hijos disfrutáramos de estrenos, juguetes y navidades maravillosas. Claro, esas prosaicas razones de los recursos limitados las entendí mucho después, que durante algunos 24 pensé que el Niño Jesús me había traicionado.
Lo que no se me ocurrió en ese entonces, ni después, fue pretender que mis padres me habían aplicado un "paquetazo".
Verán, cualquier ajuste no es un paquetazo. No se puede ser tan simple. Como los que, creyendo que el pueblo es descerebrado, juran que aumento de la gasolina es igual a conmoción popular violenta.
Soy de los que sostienen que el gobierno debe enfrentar los desequilibrios económicos y, en general, ajustarse ante la sequía de dólares que padecemos. Aunque reitero que esa política no debe ser aislada; debe ser parte de un plan integral de reformas políticas que enfrente la corrupción y la atroz ineficacia del Estado. Y que ese plan debe basarse en la transparencia y en la participación protagónica del pueblo venezolano. Que siendo la crisis global (no solo económica, sino social y política), exige una respuesta global.
A este tipo de posturas se le ha llamado "chavismo crítico". Nombre que engloba propuestas heterogéneas. Pero llama la atención algunos de los reproches que se le hacen al "chavismo crítico", sobre todo a las medidas económicas.
Uno de esos reproches acusa a los "críticos" de plantear "desmontar los logros de la revolución para salvar la revolución". Extravagante argumento. La crisis ha desmantelado buena parte esos logros: no se sabe dónde quedaron la seguridad y la soberanía alimentarias; o el desarrollo endógeno que se volvió portuario; y la salud, ante la dolorosa escasez de medicamentos. Se necesita enterrar la cabeza muy hondo para sostener ese argumento. El que muchos solo percibieran el problema a raíz del 6D expresa que su nivel de análisis es meramente electoral y no social. Y el que el descontento solo saltara a la palestra electoralmente demuestra que la participación directa y protagónica del pueblo tampoco estaba funcionando.
Este reproche a las posturas críticas podríamos llamarlo, y me perdonan algunos amigos, del chavismo "ortodoxo", porque me niego a llamarla una crítica de izquierda.
Hay otra crítica de la derecha a esas propuestas. Muy incoherente y éticamente oportunista. La que habla de "paquetazo". Es inmoral porque viene de los que están locos por salir corriendo a entregarse al FMI. Y de los que ya aplicaron paquetazos antes.
Devaluar, restringir la liquidez, controlar la divisa, etc., son instrumentos de dirección económica. En sí no son neoliberales ni keynesianos, ni nada. Fuera del contexto concreto no se explican a sí mismos.
Ante esta sequía de dólares, predecible desde hace años, el gobierno debe actuar como un buen padre de familia. Ya estamos grandes y no hacen falta cuentos del Niño Jesús ni de "guerra económica". La verdad, la claridad y la transparencia son la mejor política. No se puede ni seguir robando a diestra y siniestra, ni seguir subsidiando a los viajeros.
Mientras más tiempo se pierda, la crisis será más profunda y exigirá sacrificios mayores (lo estamos viendo desde hace más de un año). Se pueden hacer ajustes sin desmantelar la Ley del Trabajo, sin entregarle los dólares a la burguesía improductiva, sin el dogma interesado de que el déficits debe ser eliminado de golpe y porrazo a costa de la inversión social.
O sea, se pueden hacer los ajustes mirando al pueblo o mirando al FMI.