Otra vez nos toca ver en primera página las hazañas del hampa y la crueldad de la violencia con la que los ponzoñosos hijos del mal aterrorizan a una población que clama por la tranquilidad, el orden y la paz social. Nos vemos inmersos en el luto que aflige a tantas familias venezolanas, nos toca en el corazón ese sentimiento de pesar e impotencia ante tanta maldad impune.
Ya alertábamos en artículos anteriores sobre la necesidad de prepararnos para la ofensiva mediática que se montaría en paralelo a los atentados y ataques reales a la revolución, bien sea a algunos líderes representativos como a obras, Misiones u omisiones del gobierno.
Ya la olla empezó a hervir, el hedor de los casos Faddoul-Rivas y Sindoni se olió en todos los rincones para demostración del poder del aparato mediàtico que se afinca en el hecho innegable de la inseguridad pública para atacar al gobierno de Hugo Chávez. Ahora se añade el vil asesinato de la hija del comandante del TO 5, la clásica acción del sicariato colombiano y sus apéndices nacionales en el negocio del narcotráfico. Omitimos muchos otros casos por respeto a las familias, aunque cada vida perdida nos duele, para ir al grano, al meollo del asunto: ¿Qué pasa con las fuerzas policiales, militares y de inteligencia nacionales?¿Qué pasa con la JUSTICIA, así, con mayúsculas, en Venezuela?¿Y con CONATEL?
Deseos no preñan, dicen por allí. Mientras no haya acciones decididas para cambiar la anarquía y la pusilanimidad que reinan en el ámbito de la administración de justicia en Venezuela, todo quedará en la vulgar habladera de paja, en el discurso vácuo y la inermidad del colectivo ante el acoso de la delincuencia, vístase ésta de cachucha y pistola en mano o de flux con maletín. Nada irrita más que la impunidad, nada la alienta mejor que la complicidad...y si no se combate el delito, se es cómplice de él.
Hugo, llegastes al poder de la mano del pueblo. Lo conocías, te habías comprometido a solucionar sus problemas, y no dudo que lo estás haciendo, pero había algo implícito en el apoyo del pueblo a tus antecedentes militares: la esperanza de poner mano dura contra el hampa, sin por ello irrrespetar los derechos humanos, para corregir los defectos de un sistema judicial que se había convertido en la cara presentable de la más desfachatada y corrupta impunidad y cuya contrapartida es uno de los sistemas penitenciarios más infames y espeluznantes de la tierra, donde la redención adquiere el carácter místico del milagro, tan magras son las posibilidades de ocurrir.
Pero no se ven avances, y aunque las misiones tratan de atacar las raíces del problema-la exclusión social, por ejemplo, hay que resolver lo pertinente al acontecer diario, el aquí y ahora. Y ésto no sólo tiene que ver con la seguridad ciudadana, es un problema de soberanía nacional. ¿O es que nuestras fronteras van a seguir siendo permeables al tránsito de los paracos pagados y protegidos por el Tio Sam en un año tan importante para la relegitimación de tu gobierno, con un proceso electoral que ya muestra todas las señas de no contar con una oposición seriamente comprometida con la democracia y el nacionalismo?¿No merece el tema una Misión específicamente dirigida a solucionar o reducir el problema de la seguridad?
Nadie, Hugo, va a reclamar por una mayor presencia militar en la calle: los soldados jóvenes son mejor garantía de honestidad que las corrompidas estructuras policiales, matraqueras, asesinas, alineadas con el mejor postor e ideológicamente impuras que siguen infectando las fuerzas del órden público...y me duele tener que incluir en este grupo a algunos elementos de la Guardia Nacional que siguen manteniendo conductas reñidas con su uniforme y su compromiso con la sociedad. Hagamos realidad la Policía Nacional.
De la misma manera, no habrá quejas si se logra limpiar el sistema judicial de las alimañas que en él medran amparadas bajo subterfugios que en la práctica son patentes de corso para mafias y tribus que disfrazan las más variadas estafas y latrocinios bajo un intricado manto de supuesta legalidad, además de ser cobijo de los más enconados opositores al proyecto revolucionario que lideras. También debe hacerse realidad un proceso de simplificación para la enorme cantidad de leyes, muchas de ellas sin reglamento, que se supone deben regular la aplicación de justicia en todos sus ámbitos.
El papel de CONATEL y el MINCI debe adecuarse a la situación de ataque mediático a la siquis colectiva que vivimos día tras día. CONATEL no puede seguir siendo una franquicia de los imperios de la comunicación, así como no se puede permitir que el colectivo siga siendo manipulado por las trasnacionales de la mentira, el odio y la violencia. Libertad de prensa y opinión, sí, pero con responsabilidad; el poder de los medios debe ser canalizado para mejorar la sociedad, no para idiotizarla y desculturizarla, y mucho menos para incitar el odio, el racismo y el consumo inútil.
No podemos dejar sólo a VTV, a Aló Presidente y a La Hojilla el papel de desmontar las matrices de opinión que se elaboran en los laboratorios de la guerra de la nueva generación, con sus técnicas para la inoculación de toxinas mediáticas que envenenan el colectivo psicosocial y frenan el avance de la conciencia revolucionaria. Deben multiplicarse los medios alternativos para que el pueblo de la provincia se exprese y se sienta identificado y representado en su ámbito natural que no es ni se parece al acontecer capitalino, de esta manera se evita la descontextualización inducida por los grandes medios en la vida de los llaneros, andinos, orientales, indígenas y campesinos de nuestra variopinta geografía. Éste sería un logro cardinal en el desarrollo de los concejos comunales para la expresión de sus realidades vitales en su ámbito natural y local.
El MINCI tiene que dejar de ser una vocería de partido: su papel y razón de ser tiene que envolver a TODOS los venezolanos, incluyendo a los que no simpatizan con el proceso, y por ello debe hallar la forma de ser oído y sentido por el colectivo como órgano imparcial del gobierno de y para todos.
Hay una realidad inocultable, Hugo: desde el comienzo de tu gobierno hasta el presente, siempre el enemigo nos ha logrado llevar a su campo: nos lanza ataques de diferente tipo y nosotros tontamente perdemos tiempo en responderle, robándole precioso tiempo y esfuerzos a la labor de construir nuestro futuro y distrayéndonos de la imperiosa labor de limpiar nuestro bando de las manzanas podridas, que pescan tranquilas en río revuelto. Hagámosnos a la idea de que estamos construyendo una pared para evitar que las piedritas que nos lanzan nos peguen, y dividamos la tarea: algunos mantienen a raya a los tirapiedras mientras los demás seguimos construyendo sin distracciones para que el trabajo de hacer una patria grande y mejor sea más eficiente. De esa forma serán más evidentes las víboras que anidan ingratas al calor de la revolución, listas a mordernos al menor descuido. Ya nos pasó antes, no podemos permitir que nos echen a perder lo que tanto nos ha costado. No podemos seguir criando culebras.
Ing. Franco Munini. muninifranco@gmail.com