La patria, el país, la nación está seriamente amenazada, nadie con sensatez puede ignorar u omitir la gravedad del asunto, lo que obliga como deber el hacer lo que corresponda que no es otra cosa que defenderla hasta el extremo de las consecuencias y eso pasa hasta el jugarnos la vida. Indudablemente que produce además de rabia, consternación y tristeza, más aún cuando hay gente nacida en esta tierra que han insuflado esta condición de aislamiento y ataque diario.
Sí tristeza de verdad, de la que nos llena de dolor, de angustia, temor, desasosiego solo en pensar las consecuencias, saben porque, entre otras razones, porque los patriotas de corazón, de compromiso, llenos de ira, no aceptaremos pasivamente ante nuestros ojos y necesario será dar un paso al frente y crear la contención suficiente para triunfar y en consecuencia evitar que la patria sea vulnerada en soberanía, en su independencia, en la razón libérrima de conservarla en libertad y en democracia de verdad.
Afortunadamente nuestro pueblo tiene en su sangre el gen de libertad y lucha por la causa noble de esa libertad y el derecho a darnos el mejor destino que comenzamos a labrar desde hace más de doscientos años y retomamos con el surgimiento de la Revolución Bolivariana. No existe una condición tan innoble como la de ofrecer a potencia alguna nuestros designios patrios y mucho menos los valores de la venezolanidad, las costumbres y el objeto primero que son nuestros recursos naturales y dejar que otros que por ahora llamaremos venezolanos se dediquen a solicitar y aplaudir todos los intentos desestabilizadores en lo interno para crear las condiciones que exigen desde los Estados Unidos para cumplir a través de la mentira, el chantaje y la ignominia la posibilidad de derrotar a la Revolución Bolivariana y acabar con el proceso integrador de una sola América Latina y unida ante el agresor al acecho.
Todo lo que hagamos será de importancia vital para evitar que esto suceda y seguros estamos que de nuevo este pueblo sabrá llevar con orgullo nuestra bandera tricolor, pero ahora, en una hora definitiva donde las vacilaciones y las traiciones de quienes se ufanan de ser más revolucionarios que los demás y sepan interpretar el momento histórico y comprendan y sopesen cual es la prioridad y dejen las posturas revanchistas, fetichistas y egoístas en función de la unidad necesaria y útil a los fines que la patria reclama. La hora es ahora y las vacilaciones de unos y la entrega de los otros, ponen en peligro todos los avances sociales logrados en estos últimos diecisiete años.