Un humilde hombre de pueblo en cierta ocasión
con ojos brillantes me preguntó a la sazón
que era un revolucionario de verdad y pena
le respondí, eso se lleva en la sangre y aún en las venas
Aunque la respuesta claridad no le dio
recurrió a la sabiduría ejemplar y pensando me miró
es que acaso eso no se aprende en la Universidad
o solo que de pasos es cuestión de integridad
Precisamente está allí, el detalle de la conciencia adquirida
que a veces en soplo de viento como pasada de esquirla
se nos ocurre que sabemos de todo y hasta de revolución
sin contar a ciencia cierta que de esos hay un montón
Ante una nueva interrogante de agresividad manifiesta
no me quedó más remedio que no aguarle la fiesta
mire, mi querido amigo del alma mía
el que mira pa! el cielo o cree o confía
Un revolucionario de verdad aún de cuna limpia
cuando se dispone a actuar de manera impía
no tiene obstáculos ni en la noche sombría
ni que le inyecten el virus, lleno de porfía
Ese mismo hombre de larga conversación y aprendizaje sereno
no se le ocurrió otra cosa que preguntarme si tenía perro
sorprendido de ello y de manera cautelosa
respondí sin querer a que viene esa pregunta candelosa
No señor, candelosa no es, usted sabe que el perro reconoce al amo donde esté
y un revolucionario verdadero que de armas traer no oculta su proceder
y al único amo que obedece de manera humana y como ser
es a los dictados de su conciencia en el hablar y en el hacer
que bien, usted, como que sabe de estas cosas más que yo
lo que me alegra que al hacer la pregunta primera de rigor
sabía usted la respuesta que tenía guardada con todo esplendor
y eso no es todo, fijese que también hace falta el pundonor
Que bueno encontrarse un revolucionario que de antemano me dijo todo
al hacerse pasar por ignorante, me dio una lección de popular protocolo
y por si fuera poco me dijo con radiante humildad y sin vacilación
váyase, usted tranquilo, que como usted y mi persona podemos hacer revolución