Los sectores de clase media para arriba (media más alta, o sea, algo así como el 18% del país) viven convencidos de que los sectores populares (o sea, como el 80% de país) no piensan. Que son puro desborde. No creen eso porque se hayan leído a Hobbes o a Vallenilla Lanz, sino por puro y rancio prejuicio.
La sosegada clase alta asienta esa convicción en una tradición propia inmutable y un desprecio inconmovible. En cambio la exaltada clase media, cuando percibe a los pobres como un mar de "pasiones desbordadas", hace una extrapolación de sí misma (una compensación freudiana, diríamos), y así vive, desde el Caracazo, temiendo un estallido social inminente cada vez que la cosa se pone pelúa. Lo que demuestra de nuevo que no entendió qué fue el Caracazo. Ni lo que ha pasado después.
Los últimos años del siglo XX deberían ser una lección para todos. Inflación mayor de 100%, alto nivel de desempleo y de pobreza crítica. Caldera, con los índices de popularidad por el suelo, entrega nuevas concesiones petroleras a las transnacionales, pecado que no se cometía desde Pérez Jiménez. Adelanta el proceso más desnacionalizador de la industria petrolera de nuestra historia: rebaja de royalty e impuestos a nivel del gomecismo, renuncia a la soberanía jurídica y aceptación de tribunales u organismos extranjeros para el manejo de las diferencias entre las transnacionales y el país. Enfrenta un paro nacional de empleados públicos y otro de las universidades que rompen record de duración. Las protestas estudiantiles son diarias. El partido de gobierno, Convergencia, no tiene ninguna capacidad para darle apoyo al gobierno. Bueno, lo asombroso es que habiendo tantas razones y condiciones para una explosión social no la hubo. La situación era incalable y nadie quería a Caldera. El pueblo protestó, y bastante, pero no explotó.
¿Por qué? Sencillo, porque el pueblo sí piensa. Sus miles de cabezas producen conclusiones comunes. Y después de la sangrienta represión post-Caracazo, intuía con claridad que un motín social cuando Caldera II solo hubiese servido para justificar la más mortífera represión. Es el mismo pueblo que salió, sin esperar línea, el 13 de abril de 2002 a rescatar la Constitución, y que en 2003 aguantó las colas y la escasez del paro petrolero sin plegarse a saqueos ni disturbios porque sabía perfectamente a quién le convenía el desorden.
La situación actual es más desmovilizadora social y políticamente que la de finales de los 90, cuando, sin apelación, no se podía comprar un producto porque no alcanzaba el dinero, pero el producto se exhibía públicamente en los anaqueles de los supermercados; ahora hay que invertir mucho tiempo en colas, búsquedas, ir lejos para conseguir mejores precios. Hasta el BCV conspira para que malgastemos horas en cajeros y taquillas, al no emitir un billete que alcance al menos para tomarse un café con leche grande. Salvo los ricos, el resto de los mortales gastamos cerca de un tercio de nuestro tiempo en buscar comida.
El pueblo sabe que al saquear y quemar el abasto cercano o un Bicentenario tendrá menos posibilidades de conseguir productos de primera necesidad. Que una explosión masiva sólo aumentará la escasez, ya de por sí inaguantable. La determinante mayoría de los desórdenes que se han producido en los lugares de distribución, averígüenlo, han sido provocados por los abusos, la injusticia y la insensibilidad de los civiles o militares encargados de la venta.
En la Oposición hay locuelos que apuestan a una "insurrección" sin haberse enterado que las trincheras urbanas, per se, no funcionan políticamente desde finales del siglo XIX. Pero la mayoría de la Oposición, a pesar de su gran irresponsabilidad, no está jugando a un incendio social sin pronóstico. Que ni la clase alta ni los comerciantes apoyan candelas que no puedan ser controladas.
Por eso no hemos estallado, porque bien vista las cosas no reunimos las condiciones.
Pero, ojo, tampoco es para que se abuse. Que el gobierno ha hecho soberanos esfuerzos con su incapacidad y su insensibilidad para aumentar la presión social. El gobierno ha hecho más para producir otro Caracazo que nadie. Esa es la verdad.