Luego del tenso fin de semana que pasamos, los moradores de Ciudad Bolívar, con la ola de violencia hamponil que comenzó el viernes 16 de diciembre en horas de la mañana, en el paseo Orinoco de la capital guayanesa y un lunes con una tensa calma, pero ya con la presencia militar en las calles que trajo un poco de tranquilidad, bueno es puntualizar algunas apreciaciones sobre este bochornoso episodio.
Lo primero que debemos precisar sin temor a equivocarnos, es que las manifestaciones vandálicas de esos tres días de la segunda semana de diciembre no fueron espontáneas, sino producto de un plan bien estructurado y sincronizado con apoyo de sujetos ajenos a la sociedad bolivarense. De hecho contaban hasta con transporte para llevarse equipos de refrigeración, registradoras, rebanadoras, cavas mostradores, camas, electrodomésticos y demás enseres.
Los nativos de esta urbe y quienes llevamos cerca de dos décadas residiendo en esta tranquila zona de la geografía nacional sabemos que esa conducta no es propia de la idiosincrasia del heriano, que se caracteriza por su pasividad incluso frente al peor momento de su vida. O en los estados de conmoción nacional, como el 27 F de 1989 o el 4F de 1992.
Este episodio que pasará a la historia de Ciudad Bolívar, como un bochorno irrepetible, no es más que producto de mentes criminales con ambiciones de poder, que aprovechando el momento de confusión que produjo una medida del Ejecutivo Nacional, necesaria, pero con fallas organizativas y comunicacionales, quisieron hacer de nuestro estado un laboratorio de experimentos terroristas y para ello contaron con pranes sembrados con antelación de manera estratégica que articularon con delincuentes comunes de algunos sectores, que con sus gritos y arengas lograron arrastrar a minorías de ciudadanos incautos que agobiados por la necesidad cayeron en la trampa hamponil, generada por una oposición irresponsable que quiere hacer de nuestra querida República Bolivariana de Venezuela, una Libia en Suramérica, para que una vez derramada sangre inocente y devastada la patria, ellos poder ofertarla al mejor postor, como lo hicieron en el pasado reciente. La hipótesis de los pranes sembrados de manera estratégica cobra fuerza, cuando en los comentarios de testigos, señalan que había gente extraña a la zona, incluso por el léxico empleado.
Afortunadamente gracias a la efímera pero fructífera conducción política del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, hoy somos un pueblo políticamente culto y en consecuencia difícil de conducir a montoneras aventureras con fines inconfesables y por eso el fracaso de la asonada preparada para este diciembre, donde una vez más querían matar de nuevo a Simón Bolívar, al cumplirse un aniversario más de su desaparición física.
Este episodio es la crónica de un atentado anunciado, puesto que hace poco tiempo un ex rector de la Universidad Católica Andrés Bello y de la cúpula golpista de la iglesia católica que estuvo muy activo en Miraflores, el 11 y 12 de abril de 2002, hizo público algunos tips y hasta ofreció un menú de las medidas que tomaría el gobierno de transición surgido de la aventura, para "Rescatar la institucionalidad y la democracia en Venezuela".
Solo que al parecer en los cálculos del curita le fallaron los militares que debían dar el zarpazo y el resto de zonas del país, que deberían pegarse al globo de ensayo del estado Bolívar, cuyo epicentro sería la vieja Angostura del Orinoco.
Acá también necesario es señalar la lenidad con que actuaron los cuerpos de seguridad, cuyos funcionarios, para asombro de la colectividad observaban de manera pasiva, como las bandas conducidas por delincuentes asolaban los negocios y hasta las residencias de los medianos comerciantes, en barrios y urbanizaciones de la capital guayanesa, que en esta parte de Venezuela, todavía estilan tener el negocio en un anexo o en una planta baja de la edificación donde residen. No hubo un solo gesto de protección a estos ciudadanos muchos de ellos asiáticos.
Lo peor de todo esto es que precisamente los mayores cómplices de los propiciadores del sacudón, que con sus marramucias, remarcando precios en cuestión de horas, para expoliar al consumidor y propiciando colas innecesarias en sus negocios, para hacerle el juego a la MUD, fueron los más perjudicados, claro está que también lo sufrieron comerciantes criollos, honestos que nada tienen que ver con esas prácticas.
Lo cierto es que aquí también falló la inteligencia, porque los rumores corrían desde el jueves 15. Una vecina precisamente comentaba que el jueves se activó una llamada en su teléfono y cuando la atendió, solo oyó una voz que le decía "Mosca..mañana saqueos en Ciudad Bolívar", pero ella lo tomó como una broma de algún sin oficio y no hizo nada por razonarla. Evidentemente que eso debió repetirse y a cualquier especialista en seguridad, un alerta de este tipo le prende las alarmas. Lo cierto es que una vez más nos sorprenden fuera de base.
Ahora solo queda digerir esta experiencia, activar la inteligencia social para detectar la presencia de sujetos extraños en las comunidades y hacer seguimiento a sus actividades y movimientos, para neutralizar el paramilitarismo que en nuestros barrios, está fomentando la "parapolítica" una nueva modalidad en Venezuela, dirigida desde posiciones de poder en cargos de elección popular.
Lo ocurrido en Bolívar, no es un hecho aislado, es parte del golpe continuado que desde hace 17 años impulsa la CD-MUD y poderes fácticos aliados. Tomemos esto como el principio de una nueva arremetida violenta, con guarimbas y ataques armados que están en proceso y si no, observemos nada más como fue la conducción de los pranes en los saqueos.