Tenemos un país, donde la riqueza de nuestros suelos es para tener una población con calidad de vida, eso significa bienestar social en todos los sentidos y en condiciones de igualdad, de justicia, de bienestar colectivo, independientemente de las posiciones ideológicas que cada quien tenga y donde la tolerancia como plantea Paulo Freire "es la sabiduría o la virtud de convivir con el diferente…"
En mis humildes reflexiones, a veces acompañado de un café, la soledad y el silencio de la noche, paso a creer y lo he señalado en muchas oportunidades, que tanta violencia es provocada por intereses oscuros que se ocultan en un mundo de apariencias imperceptibles en el campo sensorial de lo humano. Esa violencia desarrollada en esas muchedumbres que salen a la calle en busca de una aparente libertad y democracia que nunca hemos tenido y que en la práctica ha sido una esperanza utópica en nuestra historia, en una Venezuela de riquezas incalculables que es de todos y que sólo la han disfrutado los que han estado en el poder, poder que también ha servido y ha sido utilizado para entregar al gran capital trasnacional parte de esa fortuna a nombre de la integración, el desarrollo y el progreso.
Entiendo, que históricamente nuestro país, desde el proceso independentista hasta nuestros días, los venezolanos y porque no decir los latinoamericanos, hemos querido una mejor región, un mejor país, una sociedad que sustituya el desbarajuste demoledor, que hemos vivido a través del tiempo, por culpa de grupos ambiciosos que a nombre de la libertad han sumergido a nuestros pueblos en el caos, la pobreza y la miseria. Al respecto y por analogía cito a Bertrand Russell que en su libro "Los caminos de la libertad" nos planteaba lo siguiente: "El intento de concebir una nueva y mejor organización de la sociedad humana que sustituya el caos destructivo y bárbaro, en el cual los hombres han vivido hasta ahora, no es en manera alguna moderno: es, por lo menos, tan antiguo como Platón, en cuya República dio el modelo para las utopías de los filósofos que le sucedieron".
En ese caos destructivo y bárbaro, ha estado éste país producto de la ambición desmedida de grupos de poder y sus respectivas cúpulas, sean civiles o militares, se confabulan con el capital internacional para saquear las riquezas que pertenecen a todos los venezolanos y marginar a todo un pueblo, sometiéndolo a una pobreza que ya raya en situaciones, donde se pone en peligro incluso la vida humana.
Esa violencia desatada hoy día, por ese caos destructivo y bárbaro es parte de la continuidad histórica, de rivalidades por el poder, entre grupos económicos, partidos políticos y cúpulas militares, donde nunca han mirado las consecuencias y el grave daño que le ocasionan al país y en particular a la familia venezolana, familia venezolana que la han hundido en una crisis social, política y económica difícil de entender, pues es bien sabido que nuestros recursos naturales que nos ha brindado la naturaleza, nos hace una nación, un territorio favorecido por la riqueza que poseemos y que sólo ha alcanzado a los privilegiados de siempre, donde la rapiña, la expoliación, el desfalco no se ha hecho esperar por parte de quienes nos han gobernado.
Tenemos un país, donde la riqueza de nuestros suelos es para tener una población con calidad de vida, eso significa bienestar social en todos los sentidos y en condiciones de igualdad, de justicia, de bienestar colectivo, independientemente de las posiciones ideológicas que cada quien tenga y donde la tolerancia como plantea Paulo Freire "es la sabiduría o la virtud de convivir con el diferente…"
Pero la realidad que vivimos, nos muestra un presente lleno de frustraciones y desesperanza, pero donde se reacciona con una gran fuerza frente al opresor producto quizás del miedo a perder el derecho natural a la vida, porque la libertad realmente nunca le hemos conocido y frente a esa opresión surgen formas y manifestaciones violentas como respuestas a esa opresión, opresión que ayer y hoy descansa sobre una gran antinomia donde los que gobernaron y oprimieron ayer, suelen ser los libertadores de hoy y los que gobiernan hoy, se presentaron como libertadores en el ayer. En medio de esa antinomia y parafraseando a Paulo Freire los oprimidos se presentan como seres duales que, de algún modo "idealizan" al opresor. Se trata pues, de una contradicción: en vez de la liberación, lo que prevalece es la identificación con el contrario: es la sombra testimonial del antiguo opresor. Ellos temen a la libertad porque ésta le demandará ser autónomos y desalojar de sí mismos la oscuridad de los opresores. De esta forma, debería nacer un ser humano nuevo que supere la contradicción: ni opresor ni oprimido: un ser humano liberándose.
En medio de estas ambivalencias se presenta la violencia, de unos y de otros, son los de abajo los que confrontan, los que por razones de juicios valorativos a veces individuales, otras veces inducidos, combaten y en ese combate nuestros muchachos caen sin vida sobre el pavimento de una calle cualquiera producto de un disparo mal intencionado, una pedrada, un culatazo, o una molotov, cegando de esta manera la existencia de seres humanos que apenas están comenzando a vivir, de uno y otro bando, incitados por intereses bastardos y retorcidos de unas cúpulas políticas, económicas y militares, que sólo persiguen posesionarse de un país cuya riqueza incalculable siempre la han disfrutado los de arriba en nombre de una democracia y una libertad, donde ambas pandillas organizados en partidos políticos que se disputan el poder central, siempre la han negado cuando se encuentran en las cúspides del poder.
Y con todo éste cerco de exterminio y aniquilación, que ha perseguido históricamente al pueblo venezolano y latinoamericano, entonces vale preguntarse como reflexión: Quién pierde y quién gana en el presente escenario.