Estamos llegando al extremo, de convertirnos en un rebaño, conducido por rémoras y pirañas, que están cercenando toda posibilidad de abrir un camino hacia la libertad.
Cuando tomamos conciencia de NUESTRA RAZÓN DE SER, del porqué de nuestra existencia, de nuestra responsabilidad histórica, llegamos a interrogarnos: ¿Cuál es el sentido de la vida?
Si logramos escapar de ese proceso de enajenación mental, que nos convierte en objetos y no en sujetos históricos, podemos razonar y en ese razonamiento nos asaltan los miedos, las preocupaciones, los temores, las angustias, pero también los sueños por esa naturaleza social del ser humano.
Para muchos filósofos –desde el ayer hasta el presente- el hombre es un ser libre. Es arrojado a la vida a construir su propio destino en colectivo y por ser libre, el sueño más deseado es la de construir una sociedad donde la libertad considere el respeto a la dignidad humana y donde el concepto de justicia vele por el bien común y la convivencialidad armónica de todos los que conformamos la sociedad en que se vive.
El ser humano existe como sujeto histórico, cuando es capaz de cambiar las cosas que atentan contra su libertad, contra su vida, cuando es capaz de inventar, crear, de decidir y de comunicarse. Es por ello que para poder vivir realmente en democracia, hay que centrarla en los verdaderos valores y postulados de la libertad y la justicia, es también un proceso de concientización ciudadana donde se manifieste el respeto a la condición del ser humano y a la naturaleza como expresión del amor por la vida y de esta casa grande llamada tierra.
Cuando se vive en libertad, esa libertad permite que el ser humano desarrolle su creatividad, su espiritualidad, su identidad, su vocación, su modo de vida –es decir- crea, desarrolla e inventa sus propias condiciones materiales de existencia social.
Insisto en ello, por una interrogante que muchos de nosotros tenemos y nos hacemos: Quién de nosotros ha conocido esa libertad de que tanto nos hablan.
Es por ello que se insiste en buscar esa libertad que nunca hemos conocido ni hemos tenido, no hay que renunciar a ella, tenemos que perseverar en abrir un camino, porque los que no la han dejado surgir son poderosos, nos impusieron el capitalismo y el socialismo como modelos sociales que esclavizaron a la humanidad, se repartieron el mundo, se adueñaron del planeta, nos ven no como seres humanos, sino como cosas, de allí que nuestra palabra tiene otro sentido, encierra otro contexto de rebelión frente al orden establecido, seguimos en la resistencia consciente y perseverante, de la indignación, de la justa rabia como dicen los amigos zapatistas, de los descamisados siempre traicionados, manipulados, utilizados y engañados, a los que nos les han permitido utilizar sus derechos siempre pisoteados por malos gobiernos, quienes por su poder militar han impedido su derecho a la rebelión contra las transgresiones de carácter ético de que son víctimas a cada hora, a cada minuto, a cada segundo, sin contemplación alguna.
Y tengo un temor, como sé que los tienen muchos que sienten que se está destruyendo a la humanidad, que el hambre y la miseria ya es un huésped común en los hogares de nuestro pueblos, que la muerte deambula esperando cobrar más víctimas sin restricción alguna, que nos estamos acostumbrando a ser esclavos de ese poder, renunciar a esa libertad que desde que el hombre poblara la tierra la ha tenido como meta para como nos dijera el Libertador, nos diera la mayor suma de felicidad posible, el bienestar social y la estabilidad política necesaria para vivir en paz.
Pero hay quienes sin darse cuenta están resignándose, renunciando a ser libres y prefieren la “comodidad” de vivir como un rebaño y dejarse conducir por las rémoras y pirañas organizados en partidos políticos llámense de derecha o izquierda, quienes gobiernan y saquean nuestras naciones, que decidir libremente abrir nuestro propio camino.
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