Más allá del teatro conflictivo y colaborativo entre polos políticos opuestos en que la decadente política de Estado funciona, la espeluznante realidad que nos toca vivir es posible gracias a una asombrosa operación de control social y político –y por ende de conciencia- que se ha ido montado en el transcurso de los años e incrementando de manera violenta y sistemática a lo largo de este gobierno, hasta garantizar una hegemonía política de facto y en un ejercicio descarado de la misma.
Esta situación ha venido probando la posibilidad de control de masas, a pesar de la acelerada evolución caótica en que nos encontramos, hasta llegar al borde de un desmoronamiento de todos los sistemas públicos y comunes como de los más básicos derechos a la sobrevivencia del cuerpo colectivo; de su vida, de su salud, de su alimentación. Esto no es una simple consecuencia mecánica de las ininterrumpidas crisis capitalistas, ni la incapacidad y la corrupción del grupo en el poder en estas dos décadas, ni mucho menos un destino infalible de un propósito revolucionario como lo quiere presentar toda posición reaccionaria. Esto ha sido un inmenso laboratorio, donde se conjuga la complicidad de gobernantes y agentes monopólicos nacionales e imperiales -como ya hemos insistido y mapeado de quiénes se trata- de políticas de caos sistémicos hasta llevar determinadas realidades nacionales, en este caso la nuestra, a la necesidad y conveniencia de entregar la soberanía sobre nuestra tierra, sus recursos básicos, sus medios de producción y su destino.
Nadie con un mínimo de ética y formación política entiende cómo dejan que se descomponga y se barbarice el cuadro económico-social y de los servicios públicos, a tal punto, sin que se conjuguen las condiciones para la activación de un movimiento virulento de resistencia en contra de quienes lo han hecho posible tanto desde el mando de gobierno como desde la tiranía económica monopólica. Esto parece un imposible, propio solamente de una sociedad placentera de su esclavitud y su miseria en aumento, o en el mejor de los casos, de saltos verbalizados cuyos límites no pasan de ser el lamento cada vez más rabioso pero impotente propios de una representación de sí que no pasa de ser aquella de la víctima eterna.
Un juego que el gobierno ha sabido establecer y aprovechar con efectividad, presentarse como la víctima suprema de élites económicas y poderes imperiales ante los cuales es su mayor víctima y condenado a tal condición sin posibilidad alguna de solución que no sea la comprensión y casi que compasión del pueblo, sin responsabilidad alguna ante nada. Con una oposición rancia y encajonada a su pendejísima visión de clase, que no ha hecho más que destruirse a sí misma en la histeria de imponer sin estrategia ni programa alguno su derecho formal a gobernar ¡ya!, mucho menos una unidad real, no dejando ver la más mínima piel donde se sienta su identidad con la tragedia material y vital que viven las clases subalternas y una política resistente para enfrentarla. Regalía que esta casta gobernante por supuesto que no le ha concedido, violentando hasta las reglas básicas originarias y constitucionales que su orgullo político chavista y su relato hiperdemocrático creó, hasta conformar una seudo dictadura admiradora de verdaderos fascistas sin máscara como es el caso de Erdogan en Turquía. Pero esto no sería nada de asombroso si lo vemos estrictamente desde la perspectiva de los intereses que defiende cada quien, ya que se trata de instancias gobierno-oposición que a estas alturas, en las edades pre, durante y poschávez, hacen parte sin duda de un mismo tinglado garante del orden parasitario constituido, y sobretodo, absolutamente funcionales al capitalismo-mundo .
Lo incomprensible del caso es que por fuera de este macabro escenario social y político no hay atisbo significativo de un movimiento resistente, redentivo, de una rabia expresiva y orgullosa de su condición de pueblo en lucha para enfrentar con sus derechos en mano, con el orgullo de haber atravesado no hace muchos momentos el límite de una revolución social, semejante situación colectiva. Ya las explicaciones de la bipolaridad política de las últimas décadas en Venezuela en realidad no aclaran nada, porque ya son demasiados años en que esta bipolaridad dejó de manifestar una confrontación de clases real como lo fue en su inicio, una auténtica lucha de verdades, de visiones de mundo, de alternativas civilizatorias, de órdenes y proyectos confrontados aunque aún desde ambos polos se esfuercen desesperadamente por ponerlo así unos y otros, acompañados por todo un espectro mundial mediático y opinión que desde cualquier derecha hasta las izquierdas más acomodadas así lo quieran presentar.
Las bipolaridades son la norma de orden y estabilidad de las democracias liberales, por acá esto no es nada distinto, solo que con un nivel de confrontación fuera de escala precisamente por lo que esconde esta bipolaridad a estas alturas: la necesidad de matar todo ángel de espíritu que se salga de la llorona de la víctima (o la quietud o manipulación del siervo ante las ansias de poder de sus héroes políticos) y esté dispuesto a defender su derecho a la vida y la libertad, con un sueño concreto y una estrategia alternativa de poder. Estamos por el contrario ante una majestuosa política de control de masas, apoyada por todos ellos, pero en una modalidad mucho más evidente, carnal y colonial que las sutilezas virtuales que la sociedad del espectáculo, de la robótica y el globo financiero ha creado para las naciones privilegiadas por el orden mundial, aunque por supuesto estemos metidos en ellas como parte de la servidumbre mundial al capital y nos sumen todas estas sutilezas gasíferas de envenenamiento a la vida y la conciencia.
La izquierda aún hegemónica en los foros mediáticos y asamblearios supraregionales en su estancada visión política y los derivados de los de la gran complicidad con los intereses del capital mundial que se mueven dentro de ella (desde la socialdemocracia más radical hasta las empiedradas mentes de los foros intelectuales y políticos propios), pareciera que no sale de la guerra fría, no se da cuenta cómo efectivamente se fueron fundiendo los Estados y sus dirigencias en una columna única programática que más allá de todo ataque moralista que se le haga o el despeje de las buenas voluntades que se cuelan y llegan a cargos de poder importantes, más allá de las ideologías "progre" que rodean las burocracias y ONG mundiales del ecologismo y el sensibilismo humanista, manejadas casi todas ellas por la social democracia europea y el partido demócrata norteamericano. No se dan cuenta como el mundo se convirtió a partir de la entrada del Siglo XXI, recogiendo los primeros ensayos neoliberales y de guerras civiles de los noventa, en un laboratorio permanente de guerra e ingenierías sociales de control donde se fragua una sola estrategia de dominio biopolítico sobre las masas y la naturaleza.
Venezuela es mas allá de confrontaciones de teatro verbal con "el imperio", más allá de sus personajes políticos buenos para un museo de la mediocridad y la corrupción, un laboratorio extraordinario de control de masas en función de garantizar de una vez por todas, primero la desaparición de sus desvíos utopistas y confrontativos que en algún momento Chávez liderizó hasta evaporarse en su propia salsa burocrática, y luego lo más importante, garantizar el dominio definitivo sobre una de las tierras más ricas del mundo en fuentes básicas desde sus tierras y biodiversidad hasta su masa de hidrocarburos y minerales en el subsuelo.
Es la añorada mundialmente anomalía natural venezolana que solo las razias imperiales y sus cónsules nacionales rojos y azules finalmente explotan a placer. En esta estrategia única -ya que el mundo nunca es perfecto, ni lo que se presenta como único llega a cubrir todo el círculo de totalidad- se mueven contradicciones internas interimperiales que se hacen cada vez más claras para nosotros: ¿Quién se queda dentro de los agentes de esta misma estrategia con el control de nuestra tierra los polos euroasiáticos de China y Rusia o el polo occidental sometido a los EEUU?
Si nos metemos en los últimos aconteceres políticos luego del estrepitoso fracaso de la derecha que luego de tener mayorías enteras en sus manos terminó en la más lumpen y marginal de las peleas a través de guarimbas sin lenguajes, sin contenidos, gritos vacíos, violencias que terminaron echando su fuego a la misma población, sacrificios criminales de jóvenes ante un Estado cada vez más militarizado que a la final hasta supo aprovecharse de este absurdo violentista y sin contenido dejándolo correr (por igual una forma endógena dentro de la derecha de matar las rebeldías que crecían a su interno se le iban de las manos), y vemos casos consecuentes a esta autoderrota como fueron las elecciones a gobernadores, por fuera de todo asunto de descarado abuso de poder y el fraude continuado como se ha dicho, se expresan las consecuencias de un minucioso proceso de control identitario superior, comunicacional, represivo y alimentario de la población que una vez desecha la contraofensiva derechista produjo su saldo político a provecho exclusivo de la burocracia gobernante.
El control identitario vía los "carnets de la patria", el control comunicacional sobre medios que la máquina burocrática absorbe o amenaza, la violencia represiva y adversiva a toda democracia real a toda libertad del flujo productivo que bloquea en todo el territorio que se amplía día a día dentro del Estado, la increíble "sublimación del hambre" como si fuese una prueba de cuanto soporta un pueblo la guerra de sus enemigos, sumado lo que ella supone en términos del deshilachado sistemático que ella obliga del tiempo colectivo organizado, al "buen espíritu", nuevos conocimientos y esperanzas que ella implica, es decir de la continuidad y evolución material, productiva y política de los espacios autónomos de poder popular, y el cierre del círculo de control que representa la dependencia de todxs nosotrxs a las odiosas bolsitas del CLAP (una humillación obligada frente a la alianza entre los monopolios internos, el parasitismo importador y la corrupción que ella condensa por sí misma en su carbohidrática lista de productos), posiblemente el chavismo por igual gana las elecciones pero la participación no hubiese pasado de veinte o cuando mucho el treinta por ciento de la población votante (algo que seguramente veremos en las gloriosas elecciones municipales de diciembre), la masa política de influencia directa y militante que aún suman la oposición y el chavismo, el resto aguardando se hubiese agregado como fue en el caso de los años noventa, al abstencionismo y el grito pasivo y silencioso que este expresa. Hasta mucha gente que votó por esta oposición anémica lo hizo gracias al contexto de control que lo rodea, creyendo en nadie, sintiéndose obligados a votar pero ilusionados que así golpean aunque sea con algo peor su frustración y a sus creadores actuales, en una situación así que hasta lo absurdo cobra sentido.
La realidad del capitalismo mundialmente integrado como diría Guattari y su fabulosa comprensión esquizoide del ser humano y sus deseos, constituye algo espeluznante donde los fascismos nacionales quedan desbordados y el orden mundial en su conjunto no se convierte en otra cosa que en experiencias dirigidas a desgastar o destruir por completo los cuerpos sociales en libre movimiento y signos de rebelión. La autocracia absoluta del capital ya se refleja en forma perfecta dentro de Estados nacionales que a través de su propia corrupción dejan que estas lógicas dirigidas al control político y biopolítico, es decir, al control absoluto de las decisiones colectivas, como del cuerpo natural y la inteligencia creadora de los seres humanos, esté plenamente garantizado.
Venezuela en ese sentido es una experiencia del capitalismo más destructivo y mafioso tremendamente exitoso, tanto como las guerras fratricidas que estos mismos han impulsado en el medio oriente para manipular y luego revertir por completo la revuelta de las bases populares de aquellos pueblos a través de la invasión armada, la guerra civil y el genocidio. Sin tal sangría, poniéndola en todo caso a correr a través de la descomposición delincuencial y asesina de las bandas armadas creadas muchas veces desde las oficinas de la seguridad de Estado, aquí se ha logrado formar un inaudito aparato de control político y social desarmando por completo al movimiento popular y disgregando todos los terrenos colectivistas ganados en la lucha a través de la desesperación de la carencia alimentaria y medicinal, el dejar la libre reproducción de enfermedades o nuevas o prácticamente desaparecidas como la difteria, la tubercolosis, la malaria, el bloqueo territorial y burocrático por medio de la corrupción militar (bloqueo que ahora se eleva a nivel financiero, de flujo de efectivo, de internet, de transporte, comunicaciones), el caos completo de servicios fundamentales como electricidad y agua, la involución de las instancias productivas, culturales y educativas que nos son vitales, el abandono de territorios enteros que quedan en manos de mafias despóticas y control paramilitar, como la total prostitución de los símbolos, programas y el lenguaje emancipador revolucionario.
Venezuela es un laboratorio exitosísimo de la capacidad de caotización controlada de las nuevas formas de dominio que se van creando en la medida en que se endurece ese capitalismo mundial integrado, demostrando con ello no solo su capacidad explotadora sino la crisis total que vive como opción civilizatoria de la humanidad. Mas allá de sus confrontaciones internas, utilizadas ya sea con raza china, rusa u occidental, nos han llevado ante este nivel de sumisión ante su misma decadencia final utilizando de la manera más audaz a los jefes políticos que no son más que falsos y moldeados enemigos a la medida necesaria que al mismo capitalismo les son imprescindibles (una ley básica de toda estrategia de las guerras de cuarta generación es crear tus propios enemigos como es el caso del ISIS o Al Qaeda de parte de la OTAN y los gringos en el medio oriente. Podemos decir que la estopa gobernante acá y el ISIS allá cumplen en última instancia exactamente el mismo papel destructivo que necesita el sistema para concretar sus estrategias particulares de dominio).
Dirigentes con lenguaje fundamentalista cada quien en su metafísica explotada, sin ética alguna y formando internamente su Estado mafioso. Personajes gobernantes que terminan imponiéndose gracias a su dominio burocrático, militar y comunicacional y la barbarie económica y social que han dejado correr dejando a un país prácticamente paralítico y obediente, y lo que es fundamental al régimen de complicidad: quebrando sus espacios de resistencia, sindicatos, consejos, comunas, autodefensas y defensa de nuestros derechos básicos; ¿qué país en el mundo aguantaría que le devalúen 20 veces su salario básico y moneda, 1.000% de inflación, estar en el límite de la iliquidez total, sin reventar por completo?… sí es posible, y Venezuela es el mejor ejemplo, al menos hasta hoy.
Evidentemente que no nos encontramos en una situación para la eternidad. Esto ya lleva años maqueteándose, llegando ahora a sus desenlaces finales como es el caso en Siria. El problema es quien le pone el límite necesario y en favor de quién. En el medio oriente luchan por el matiz que tendría ese final las alternativas imperialistas quebrando culturas y naciones como geopolítica principal, con los Estados teocráticos y despóticos, el sionismo siempre presente, y las alternativas auténticamente revolucionarias como es la revolución kurda en el norte de Siria por la región de Rojava.
Acá no es muy distinto, aunque los actores sean mucho menos evidentes por la cobertura invisibilizante y la manipulación de masas que crea este teatro de la polarización política. El caos de iliquidez y hambre que ya empezamos a vivir nos lleva a una lucha frontal entre opciones de vida o de muerte de nuestro país. Salirnos de esta barbarie, de estos niveles de sumisión por todos los caminos posibles es el único programa posible. Ahora esto no se hace a través de estrategias monistas, centradas en un único objetivo para el cual se intentan unificar las fuerzas en rebelión, terminando siempre en un nuevo fracaso. Esto vale para el que espera la insurrección total, o la lenta organización local y productiva, o las típicas búsquedas declarativas de donde salen candidatos y terceras fuerzas a un campo electoral más que vigilado e igualmente controlado.
De lo que se trata es de revertir toda la lógica desde la cual hemos representado la historia nuestra en este siglo que no hace sino reproducir las voces de los Capriles, los Maduros, y todos estos personajes funcionales al régimen mundial. Potenciar transversalmente todas estas posibilidades pero dentro de un nuevo lenguaje y una nueva verdad que se desligue cada vez más de la histeria que supone esta fidelidad al amo de turno, sus partidos, sus herencias, sus personajes y sus lenguajes. El problema como dirán muchos es volver a querer y producir nuestra tierra, confrontar la pobreza desde nuestras propias fuerzas productivas y autogobernantes, reconstruir y construir lo destruido y lo que deliberadamente nunca se hizo y se transformó en 500 mil millones de dólares robados, fugados o convertidos en miles de papeles financieros hoy en manos del sistema bancario internacional y sus monopolios. El problema es removilizarse en todos los planos posibles del arte, la producción, la comunicación, la defensa, la elección, la huelga, la cruda rebelión. Pero esto no se puede hacer si no está acompañado con un espíritu de libertad y desobediencia, que no es otra cosa que develar y confrontar de lleno el asunto vivido. Con miedo al monstruo escondido del imperialismo y prefiriendo los silencios que son la mejor arma de burócratas e imperios jamás reencontraremos los pasos perdidos de la insurrección nuestramericana, seremos solo miradas vacías y sentimientos divididos de invidualidades llorosas… Vivamos del esfuerzo de nuestro vientre, el goce de la lucha y las semillas colectivas de nuestro genio e identidad.