Desde que el eurocentrismo, con todas sus formas de dominación invadiera nuestro territorio latinoamericano, vio el culto de nuestros originarios al medio ambiente natural como un acto idólatra y pagano, ignorando que su identidad cultural se encontraba estrechamente unido a la naturaleza ya que su cosmovisión del mundo no separaba al ser humano de ese medio ambiente natural, sino que el mismo formaba parte de él, de allí su preocupación por cuidar esa naturaleza, porque de agredirla se agredía a sí mismo y por lo tanto el originario se sentía inseparable de ese ambiente natural.
Sabia sabiduría ancestral, sabia sabiduría de ver a la naturaleza y al ser humano como parte de ella, sabia sabiduría de palpar realidades producto de su inteligencia, sabia sabiduría de entender que el ser humano debe tomar de esa naturaleza lo necesario para contribuir a su existencia y devolverle a esa naturaleza los cuidados necesarios para mantenerle incólume, sin dañarla. Sabia sabiduría que el invasor nunca respeto, por el contrario destruyo al lado de un genocidio que ejecutaron como un proceso natural de la conquista. Es más, el propio cristianismo, jugó un papel muy importante en esa inclinación eurocentrista, de ver a la naturaleza como una mercancía para explotarla y ponerla al "servicio" del ser humano, sin percatarse del daño que hacía con semejante concepción irracional que hoy estamos observando en nuestro planeta.
Adolfo Colombres al respecto nos indica: "El cristianismo (…) combatió siempre los cultos a las fuerzas naturales, tanto de origen indígena como mestizo y afroamericano, viendo en ellos un puro paganismo y hasta la misma cara del demonio." (COLOMBRES, Adolfo. "América como Civilización Emergente". Edit. Sudamericana. Buenos Aires 2004. Pp. 64).
Ese eurocentrismo colonizador, alienante y retorcido, dejo en nosotros esa concepción y cosmovisión del mundo, arrastrándolo hasta nuestros días y sobre todo en nuestras clases políticas y económicas que han gobernado y siguen gobernando nuestros territorios, que siguen viendo nuestros suelos como depósitos de múltiples mercancías, para explotarlas y de esta manera convertirlas en esa acumulación originaria del capital. Capital que en nada favorece a nuestros pueblos, para sacarlos de la pobreza en que viven y que además niegan los caminos para el desarrollo, entendiendo el mismo como calidad de vida.
Hoy día, en el escenario de ese mundo globalizado y depredador, se estudia a profundidad como explotar al máximo el planeta, como extraer sus recursos, como convertirlos en dinero, no importándoles acabar con bosques, ríos, montañas, manantiales, fauna, flora y paremos de enumerar situaciones tan lamentables, dejando detrás un desierto donde la vida es inexistente.
Esto se agravó –nos dice Colombres- "… con la ciencia moderna, que busca conocer la naturaleza sólo para dominarla, ubicando al hombre y su cultura fuera de ella y en una situación de indiscutible superioridad." (Ibíd. Pp. 63).
EL MODELO DEPREDADOR DEL EUROCENTRISMO
Lo anterior mente descrito, se puede presentar como referencia histórica de la situación que vive América Latina y particularmente Venezuela con respecto a los abusos que cometen en la actualidad los grandes conglomerados contra nuestros espacios geográficos, con el aval de nuestros gobiernos, gobiernos que se colocan de rodillas frente a los intereses del gran capital.
En el caso venezolano, tenemos una "revolución" que copia fielmente el modelo depredador del eurocentrismo, para complacer a los grandes conglomerados pertenecientes al imperio del capital y convertir a Venezuela en un gran desierto. La referencia más reciente de toda esta situación es el Arco Minero, como prueba irrefutable de lo que estamos indicando. El Arco Minero del Orinoco (AMO) afecta una extensión territorial de 111.846,86 kilómetros cuadrados (12,2% del territorio nacional), duplicando así la Faja Petrolífera del Orinoco. Este abarca la zona norte del estado Bolívar y noreste del estado Amazonas, entidades en las que habitan la mayor cantidad de pueblos indígenas del país. También colinda con los estados Apure, Guárico, Anzoátegui y Monagas.
Cerca de 35 países le cayeron como zamuros al Arco Minero del Orinoco, pues allí se encuentra el oro, cobre, diamante, coltan, bauxita, thorium –entre otros minerales- y es el propio Maduro el que los invita a participar del reparto y dio instrucciones para proceder de inmediato a la firma de memoranda de entendimiento con las empresas que estén dispuestas a incorporarse a la exploración y explotación del Arco Minero. Los cálculos más optimistas y generosos estiman que hay 7.000 toneladas de reserva de oro que -al precio actual de 1.100 dólares la onza-, representan un potencial financiero superior a los 200 mil millones.
Toda esta entrega al capital trasnacional se hace dentro del llamado Plan Minero, bajo la falacia de la llamada "minería ecológica", explotación que se realiza a cielo abierto, esta explotación a cielo abierto la han prohibido algunos países como Canadá debido a sus efectos irreversibles en el medio ambiente.
Rusia, China, Estados Unidos, Inglaterra –entre otros países- representan a los zamuros mayores que a mediano plazo dejaran a lo largo de la superficie del Arco Minero, un gran desierto, que va a traer como resultado un grave daño al medio ambiente natural no solamente de Venezuela, sino que se verá afectada gran parte del continente latinoamericano.
A pesar de las advertencias que se han hecho acerca de la inconveniencia de explotar estos recursos naturales, el llamado gobierno bolivariano ha hecho caso omiso de esta situación, pues lo que importa es explotar estos recursos para complacer a sus amos y el beneficio a favor de una clase política y económica que cada día que pasa muestra sus niveles de corrupción, hoy día inocultables.