La ONU, EE.UU. e Irak

Se ha roto el Espejo

Por más que se repare, la imagen que nos devuelve un espejo cuando se rompe no será nunca la misma que nos mostraba cuando estaba entero. Igual está sucediendo ahora con la decisión unilateral de Estados Unidos de atacar militarmente a Irak, despreciando la autoridad de las Naciones Unidas, sentando un gravísimo precedente.

En efecto, es la primera vez que ocurre en la historia de ese organismo, que una nación de las más poderosas del planeta contravenga los dictados del Consejo de Seguridad. A partir de ahora la ONU ha cambiado su imagen a los ojos del mundo.

El argumento esgrimido para esta desquiciada aventura es el del peligro que significa un país como Irak desarrollando armas de destrucción masiva. Creo que nadie en el mundo aprueba esta situación. Pero la inmensa mayoría de los seres humanos estamos de acuerdo que no sólo deben implementarse mecanismos civilizados para lograr el objetivo del desarme del país árabe, sino que también debe aplicarse a todos las otras naciones que con su paranoia belicista marchan en el mismo camino de Irak.

Ahora bien, esta acción armada, que impone de hecho un nuevo paradigma en las relaciones entre las diversas naciones del orbe, retrotrae a la humanidad al tiempo pre-cristiano, en que las acciones de los países e imperios estaban signadas exclusivamente por sus intereses y cimentadas en la fuerza.

Porque si vemos los países que apoyan a Estados Unidos, vemos como la motivación fundamental de ese respaldo esta basada en intereses egoístas.

Australia, por ejemplo, tiene una extensión de más de 7.600.000 Km2, una población menor a los 20 millones de habitantes, estando cercana a los países más poblados de la tierra, como China, India, Indonesia, etc., por lo que siempre apoyará cualquier iniciativa que provenga de los países dominantes del hemisferio occidental, porque con ello busca el apoyo que garantice su supervivencia ante un hipotético escenario de conflicto por territorios.

Otro caso es el de España, necesitada de un apoyo norteamericano ya que está enfrascada en un conflicto con una segmento de la población vasca que desea la independencia, y que sectores minoritarios desean forzar mediante el terrorismo. De lograrse esa emancipación pudiese significar un efecto dominó en otras regiones, como Cataluña, las Canaria, o hasta la misma región gallega.

Es también el caso del grueso de países integrados por las ex colonias soviéticas, que precisan de un respaldo que le de seguridad ante eventuales pretensiones territoriales e imperiales de sus vecinos.

En América Latina vemos como el apoyo conseguido por USA proviene de gobiernos enfrascados en luchas políticas con sectores identificados con la izquierda, como Nicaragua y Colombia, y que ven en su alianza con el país del norte como su tabla de salvación.

Y hasta se pretende conseguir el apoyo de Turquía a cambio de 26.000 millones de dinares de plata o de dólares, que para el caso es lo mismo.

Como se puede apreciar, los ideales y los principios brillan por su ausencia.
Así pues, este trágico episodio coloca a la humanidad en un dilema, o retrocede miles de años en la historia y estructura las relaciones entre los pueblos sobre base primitivas y egoístas, exponenciando a su máxima expresión la tesis maquiavélica de que la conducta humana se rige exclusivamente por intereses, o se retoma el camino transitado en los siglos pasados de buscar una vía hacia una sociedad civilizada, basada en principios humanistas, que por supuesto será más fácil de descubrir, una vez apartada la niebla de la propuesta comunista, que desvió durante mucho tiempo la posibilidad de alcanzar ese objetivo.
Entonces, no se trata sólo de oponerse a la guerra, se trata también de trabajar en el diseño de una nueva estructura social, que basada en la democracia y en el humanismo, sustituya a al modelo vigente que ha permitido estas aberraciones militares y económicas.


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Carlos E. Dallmeier


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