Hoy escribo sobre lo vivido en estos días de crisis profunda, de enormes necesidades y sufrimiento. El presidente Nicolás Maduro fue reelecto el 20 de mayo y en ese proceso yo (si me permiten la primera persona) participé con mi voto, lo cual me da pleno derecho (y a los seis millones y pico que salimos a votar) a no guardarnos las cosas, a decirlas.
Me preocupó ver cómo en uno de los "diálogos" (donde, por cierto, no han convidado al pueblo), un adeco de vieja data, llamado Arístides Maza Tirado, presidente de la Asociación Bancaria de Venezuela (ABV), sobreviviente del jurassik park criollo, ducho en maniobras que históricamente han beneficiado a su sector pudo, en menos de 15 minutos, solicitar, entre otras cosas, el diferimiento "por 90 días" de la reconversión monetaria "porque aunque hemos hecho todos los esfuerzos no estamos preparados" y una revisión de las tasas de interés "porque con una inflación como la que tenemos las tasas de interés del 24% son muy bajas hay que ajustarlas progresivamente". Maza sabe que la gente está comprando con las tarjetas de crédito porque los precios son incontenibles, pero él dice que "No hay nada más barato que un crédito bancario" y entonces eso hay que revisarlo. También sabe que la reconversión es necesaria, como se lo dijo Maduro, pero ¿quién garantiza que en 90 días no seguirán negociando con nuestro papel moneda?. Maza Tirado y su claque de banqueros, todos elegantes y perfumados, no fueron a dialogar sino a pedir y a llorar. Acaso estaban los mismos que mancillaron la Casa del Pueblo aquel 11 de abril de 2002.
Nos llama la atención que llegaron con una carta a nombre del "General" Wilmar Castro Soteldo, detalle que deslizó el presidente Maduro muy elegantemente. Arístides Maza agarró confianza y se permitió decir que esa reconversión prácticamente era medio chimba y que mejor había sido la de Chávez. Todo eso delante de unos ministros que no hallaban dónde poner los ojos, a sabiendas de que no hicieron bien la tarea. Maduro manejó bien su cosa. No cayó en provocaciones (aún) pero ya quedó mal en una de sus promesas fundamentales: "Llueva, truene o relampaguee, la reconversión monetaria va el 4 de junio".
Maza Tirado tuvo mucho qué ver en el hundimiento de Carlos Andrés Pérez y después en el de Luis Alfaro Ucero, muy de la mano de Henry Ramos Allup, con los llamados "amos del valle" y cerraron filas para proteger sus intereses financieros, económicos, y preservar el estado burgués que cada día, lamentablemente, se fortalece más. Los del diálogo son los mismos que abonaron la crisis bancaria de 1994 y disfrutaron los auxilios financieros (porque Maza ha sido presidente de la ABV tres veces y cuando no es presidente es su vicepresidente) Por eso casi lloro cuando el también dueño del Banco Caroní, dijo que la banca privada estaba haciendo un sacrificio supremo para poder enfrentar esta guerra económica (¡donde él mismo tiene sus manos metidas!). Al final por poco pide un aplauso por el "monumental" esfuerzo que hacen en estos difíciles tiempos. Pobrecitos ellos, los banqueros, los únicos que ganaron real parejo en 2017, los que tienen las mafias que trafican con nuestros billetes (Manos de Papel), los que fijan el precio del dólar criminal; los que dieron a Lilian Tintori Bs 200 millones en efectivo cuando el pueblo hacía colas "monumentales" para conseguir piches 10 mil bolívares.
Total que ese diálogo se me pareció mucho a esta joya escrita por Eduardo Galeano: ¡Adopte un banquerito!: "En el año 2008, se fue a pique la Bolsa de Nueva York. Días histéricos, días históricos: los banqueros, que son los más peligrosos asaltantes de bancos, habían desvalijado sus empresas, aunque jamás fueron filmados por las cámaras de vigilancia y ninguna alarma sonó. Y ya no hubo manera de evitar el derrumbe general. El mundo entero se desplomó, y hasta la luna tuvo miedo de perder su trabajo y verse obligada a buscar otro cielo.
Los magos de Wall Street, expertos en la venta de castillos en el aire, robaron millones de casas y de empleos, pero sólo un banquero fue a la cárcel. Los demás imploraron a gritos una ayudita por amor de Dios y recibieron, por mérito de sus afanes, la mayor recompensa jamás otorgada en la historia humana.
Ese dineral hubiera alcanzado para dar de comer a todos los hambrientos del mundo, con postre incluido, de aquí a la eternidad. A nadie se le ocurrió la idea". (Los Hijos de Los Días, 2012)