Una cosa es clara: el gobierno asume la paga de la burocracia y la fijación del salario mínimo que, por cierto, no termina ajustándolo al valor de la cesta básica.
Siempre tuvimos una burocracia muy mal pagada frente a los salarios de la empresa privada. Semejante conducta ejecutiva dio pie a las mil formas de corrupción que de hecho destruyeron los valores éticos del funcionario público venezolano.
Como si fuera poco, como el gobierno asume el control del salario mínimo y lo decreta para todos los trabajadores, públicos y privados, con semejante actitud el gobierno ha bloqueado la capacidad de lucha del trabajador de la empresa privada.
Es que, en principio, la cesta básica mide necesariamente el monto del salario y cuando hablamos de Salario Mínimo nos referimos al trabajo simple, el de menor exigencia educativa. Siempre habrá tareas elementales al alcance de fuerzas de trabajo elementales que incluye analfabetos y analfabetas.
En Venezuela, al parecer, está pasando inadvertida la marcada diferencia entre un salario abismalmente separado del costo de la cesta básica y el deterioro creciente que obviamente experimenta todo trabajador que no come los suficiente para reponer su fuerza de trabajo. Es como la planta vegetal que no se la riega lo necesario.
Efectivamente, para un salario que no llega a ½ dólar al mes frente al costo de una cesta básica mensual tasada según el llamado dólar paralelo, ese salario apenas cubriría, digamos, 1 día de reposición deficitaria de la fuerza de trabajo del asalariado.
En consecuencia, ¿qué le está pasando al trabajador que cada día pierde masa muscular y hasta nervoesquelética, que se nutre menos y, para colmo, se carga de angustias incompatibles con el mejor desempeño de sus funciones laborales frente a la empresa de un patrono que es coprotagonista en la formación de esos precios especulativos?
Primeramente, la paciencia de este trabajador se va agotando, y en cuanto a una fuerza de trabajo cada día más debilitada por desnutrición oportuna, es de esperarse un descenso en su productividad lo que se traduce en una contracción de la producción que vendría a agravar la escasez que ya existe de bienes en general.
El PIB se halla, pues, en constante baja, aunque su expresión en valor muestre lo contrario; se trata de que cada día se produce menos bienes, una menor cantidad de valores de uso.
Semejante entretejido económico, con esa mezcolanza de variables micro y macroeconómicas, dudamos mucho que el gobierno pueda hacerle frente exitosamente a la problemática nacional.
Es que un gobierno empeñado en la convivencia de capitalistas y socialistas está atascado en un mar de contradicciones que definitivamente, al parecer, ninguno de sus asesores parece comprender ni pesar justamente su potencial de daño a la economía nacional.
De poco están sirviendo los servicios púbicos, las viviendas y los incentivos a la producción mientras nos mantengamos como un hibrido que, por parte de la burguesía sólo pone palos en las ruedas, y de un socialismo empeñado en dialogar sin reconocer que el punto de vista del capital es incompatible con las medidas socialistas.
Es mentira que la transición del capitalismo al socialismo pasa por una eliminación progresiva de la cultura burguesa; esta debe dejarse a un lado y sólo ir reeducando la mano de obra asalariada que si a ver vamos es el único motor del progreso social.
Es hora de que los trabajadores sean los verdaderos dialoguistas en la lucha obrero-patronal. Deben exigir salarios más ajustados al valor de la cesta básica cuyas mercancías las encarecen los mismos patronos, fabricantes e intermediarios.
El gobierno debe abandonar el control de la lucha laboral de los trabajadores de la empresa privada. ¡Asalariado: reclama directamente un mejor salario a tu patrono!