En el presente artículo no tocamos para nada el hecho de fumar o no fumar, eso si, queremos llamar la atención de los precios de una cajetilla de cigarrillos de cualquier marca y efecto. Producto de los efectos perversos de la guerra económica, las industrias tabacaleras digamos, se han aprovechado que el producto cigarro no es susceptible de alguna medida de regulación o precio acordado, de tal manera que el precio fijado para su venta se ha incrementado de manera recurrente al menos dos veces cada tres a cuatro semanas desde hace más de tres años.
Queremos resaltar antes que todo que el cigarro está catalogado como productor de enfermedades inducidas, lo cual no vamos a tratar en este artículo, pero sí, otro fenómeno que se está presentando como corolario de los altos precios que nada tienen que ver con la estructura de costos y que está generando niveles de angustia, mal carácter entre otras reacciones humanas ante la imposibilidad de adquirir una cajetilla de cigarrillos para el fumador de ingresos mínimos, lo cual se convierte si se quiere en un asunto de salud pública inminente.
El comerciante alega que los cigarros aumentan porque al gobierno le interesa por los impuestos que genera su venta, cosa que no nos convence a ciencia cierta. Se puede hacer algo al respecto o sencillamente como no todos fumamos, tenemos que aceptar que se salgan con la suya con esas ganancias exhorbitantes.