Mientras las fuerzas revolucionarias de nuestro país y del mundo estallaban de emoción por la sorpresa que significó ver a la pareja presidencial volando rumbo a Estados Unidos con el propósito de llevar la verdad de Venezuela a la 73 Asamblea de la ONU, la ciudadana Eva Golinger lanzaba un tuiter cuyo contenido tuvo el efecto propio de la corriente del río cuando choca contra las piedras que encuentra en su camino. "¿Cómo es la vaina?", me pregunté cuerpo adentro, después de leer aquello.
Según la abogada residenciada en EEUU, con notorio acento de EEUU y con nacionalidad de EEUU el presidente Nicolás Maduro iba a Nueva York motivado –exclusivamente-, por un acto de desespero. "¿Desespero?", me pregunté mentalmente para justificar la relectura del tuit traducido y ciertamente, eso decía: desespero.
Suponemos que solo ella sabe lo que pretendió sembrar con aquella triste expresión, pero solo nosotras y nosotros sabemos que no fue precisamente "desespero" lo que motivó al Jefe de Estado y a la Primera Combatiente Cilia Flores a enrumbarse a Manhattan donde, como vimos, hizo gala de su recta bolivariana para desde el estrado de oradores ponchar al imperio mismo en su propia casa.
No, Eva, Maduro no tuvo ni tiene desespero alguno. Sus soldadas y soldados tampoco. Lo que sí tenemos, Eva, y de ello al parecer no te has percatado, es una gran disposición a consolidar la resistencia constructiva que hemos diseñado con admirable empuje y que más temprano que tarde, nos premiará con la victoria definitiva.
Más que desespero, Eva, lo que tenemos son ganas. Ganas mestizas de demostrar al mundo en rebeldía –y también al que no lo está aún-, que cuando la decisión de ser libre es una meta insoslayable, no hay "desespero" que valga.
Gracias dos veces por ese tuit, señora Golinger. Primero, porque nos potencia en nuestra terca resolución de no mirar hacia los lados en pro de cumplir el rol que cada una y uno tiene en este territorio liberado, y –en segunda instancia-, por confirmar las sospechas de falsedad que muchos y muchas siempre albergamos hacia el infiltrado cuento sobre Adán y Eva.