La humanidad se juega su futuro en los arremolinados vientos del presente y en los cercanos tiempos venideros, sin que la inmensa mayoría de personas de la comunidad mundial aún lo sepa. Son unos pocos quienes deciden casi todo lo trascendental y relevante que afectará el destino de la especie, y lo hacen generalmente en secreto o bajo el manto de tenues manipulaciones, invocando a conveniencia sus manoseados postulados de democracia, representatividad y sistema de libertades.
El señorío mundial no tiene quien le arbitre, como toda hegemonía autoritaria, cosifica las palancas de los Estados nacionales y hace mofa de sus sistemas políticos. En los planos económico, cultural y sociopolítico aseguran la supremacía de la clase dominante sobre la subordinada con sutilezas no explícitas y con marcos regulatorios, también mediante el empleo de la fuerza a instancias de la doctrina de la "Guerra Preventiva".
Poner reglas a la competencia entre colosos industriales y tecnológicos; detener la lucha de fracciones y fortunas a ambos lados del Atlántico; armonizar los flujos financieros; fortalecer su mando supranacional para continuar el reparto de las riquezas planetarias; implantar un gobierno mundial, un sistema de cuentas global, una única política monetaria y hasta un único credo, constituyen los propósitos del poderoso cónclave clandestino que gobierna el orbe.
Los "dueños" del mundo
Desde los Iluminati, ciertas logias masónicas, los accionistas privados de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), la liga de grandes banqueros o súper Estado de banqueros internacionales, hasta Bilderberg, los titiriteros de la alianza occidental por la supremacía de los poderosos (banqueros y centros financieros, líderes de negocios, dueños de medios de comunicación, corporaciones y trasnacionales, intelectuales liberales, políticos y monarcas) han establecido, y en cierta medida acuñado, el actual orden mundial.
La guerra fría sirvió de base para el modelaje histórico de la hegemonía corporativa occidental que ha venido estructurándose subrepticiamente. El Keynesianismo, el Acta de la Reserva Federal norteamericana y el impuesto Federal al ingreso, el Plan Marshall, la Doctrina Monroe, el estilo de vida americano, la industria cultural de Hollywood, la eliminación del patrón oro, el movimiento europeo y la posterior la Unión Europea, Breton Woods, la OTAN, y finalmente el Club de Bilderberg, constituyen una amalgama que alinea, equilibra y asegura los intereses del señorío norteamericano y europeo.
Para apoderarse del verdadero sistema de poder mundial, la conspiración de la élite rica se ha valido de diversas maniobras que van desde operaciones psicológicas destinadas a distraer a la población mediante su industria cultural; innovaciones tecnológicas basadas en obsolescencia programada, amarillismo noticioso (homicidios, trasgresiones y crímenes), a fin de devastar la confianza en el prójimo y exacerbar el individualismo, asesinato de líderes que se les oponen o constituyen riesgo para sus fines, auspicio de guerras, tráfico de armas y drogas, control de los sistemas de pagos internacionales, etc.
La constitución de un sistema de gobernanza planetaria subordinado a sus designios corona el centro de intereses. Para fraguar tal proyecto sin exacerbar animadversiones, a menudo se mimetizan bajo la sombra de propósitos altruistas como la preocupación global sobre el deterioro medioambiental, el acceso a la energía, las epidemias y pandemias, la democracia o el hambre.
Han logrado influir en el imaginario popular a tal punto, que uno de los correlatos más comunes entre la población es el deseo de imitar las "hazañas" logradas por los nuevos millonarios, en su mayoría publicitados por la revista Forbes (Bill Gates, Mark Zuckerberg, Steve Jobs, Warren Buffet, Jeff Bezos, etc.). En realidad, la lista Forbes es una cortina de humo que muestra millonarios de segunda monta, al desviar la atención sobre las actividades ilegítimas que efectúan los verdaderos ultra-ricos patronos del mundo, en esencia los dueños de la Reserva Federal y Bilderberg Boys.
A lo largo del tiempo, el uso de pantallas de camuflaje les ha posibilitado a las logias que controlan los hilos del poder absoluto, el encubrimiento de sus verdaderas pretensiones: emitir dinero en Bancos Centrales cuyos dueños son accionistas privados y asegurar la dependencia perpetua de la economía mundial a la espiral de deuda acumulada y a un sistema de crédito, apropiarse de los recursos disponibles en el planeta, sostener la productividad y su supremacía en el mercado, implantar la doctrina globalizadora de la cosificación del trabajo, saciar su afán por el lucro y poder, subordinar y alienar los conglomerados humanos convertidos en especie servil y consumidora, imponer la renuncia a la identidad personal y cultura grupal.
El "despotismo ilustrado" de las élites ricas sobre el resto de los mortales a fin de amplificar su poderío hegemónico sobre el resto de la humanidad, emplea una vasta red de influencia, ordena disposiciones jurídicas y legales, dicta mandatos, domina el sistema de "libertades controladas" y de esclavitud edulcorada.
El "selecto" estatus quo occidental que reclama para sí un gobierno mundial tutelado por sus pautas, pareciera determinado a lograrlo por vía de la imposición y no por consentimiento. Pero omiten en sus planes ciertos detalles: ignoran la dialéctica de las sociedades, menosprecian la inteligencia colectiva de la humanidad y olvidan que la lucha de clases ha sido la fuerza motora de la historia.
Las Naciones Unidas en la mira
Últimamente, los poderes hegemónicos del mundo han venido acuñando un claro ataque a lo que fuera uno de sus experimentos iniciales, la ONU. A instancias de sus intereses de clase, este organismo habría perdido pertinencia dado que su principal propósito fundacional como garante de la paz ha eclipsado por la vía de los hechos: la disposición presente de "fuerzas compensadas", al occidente con el poderío militar de la OTAN y, al oriente, con el apresto de potencias aliadas como Rusia y China.
Los Estados Unidos ha venido reduciendo la financiación a programas de ayuda a acuerdos históricos de la ONU como en Palestina, al tiempo que enuncia con total nitidez que solo apoyarán a sus países aliados. Se ha retirado del acuerdo de París, ha venido tiroteando a la Organización Mundial de Comercio, desconociendo instancias supranacionales como el Tribunal de la Haya, entre otras acciones que dan cuenta de la clara determinación del liderazgo occidental por escalar el deterioro de Naciones Unidas y de su órbita institucional.
La funcionabilidad y burocracia de las Naciones Unidas ciertamente se ha visto derruida, al ser incapaz de hacer valer sus resoluciones, así como los acuerdos entre la mayoría de los países miembros. La cooperación y el diálogo ya no guían las faenas del órgano; muchos de los Estados no cumplen con determinadas leyes internacionales y renuncian al cumplimiento de las metas de la Declaración del Milenio. Asimismo, los tímidos avances en la agenda medioambiental de Kioto y París, entre otros factores, dan cuenta de un contexto en el que se pone en tela de juicio la pertinencia de la ONU.
Todo ello sin mencionar las reiteradas y valederas demandas a favor de la democratización de su Consejo de Seguridad.
A menos que se produzca una refundación del sistema de las Naciones Unidas, su credibilidad continuará en merma, dando paso a la postre, a un nuevo orden mundial que deje atrás el espíritu de cooperación y la acción colectiva, y exacerbe las disputas y la conflictividad. En ese escenario, el diálogo como mecanismo civilizado claudicaría en su objetivo de proteger a la humanidad de la autodestrucción.
Un nuevo modelo para la transición
El mecanismo de la ONU se ha marchitado y la demanda de los pueblos del orbe por medidas urgentes en favor del desarrollo y la vida, no admiten reformas cosméticas. La refundación de las Naciones Unidas es un paso necesario que debe entenderse como acción transitoria hacia un sistema de gobierno mundial que, en todo caso, coloque el acento en los intereses de las mayorías, antes que en las pretensiones hegemónicas de los poderosos del mundo.
Hugo Chávez, en su discurso del 15 de septiembre de 2005 ante la Sexagésima Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, demandaba acciones en pos de la refundación del organismo que al día de hoy gozan de plena vigencia:
- "La expansión del Consejo de Seguridad tanto en sus categorías permanentes como en las no permanentes, dando entrada a nuevos países desarrollados y a países en desarrollo como nuevos miembros permanentes".
- "La necesaria mejora de los métodos de trabajo para aumentar la transparencia, el respeto y la inclusión".
- "La supresión inmediata del veto en las decisiones del Consejo de Seguridad, ese vestigio elitesco es incompatible con la democracia, incompatible con la sola idea de igualdad y de democracia".
- "El fortalecimiento del papel del Secretario General, sus funciones políticas en el marco de la diplomacia preventiva".
La intención de fondo de la refundación de la ONU en su tránsito hacia un sistema de gobernanza democrático se sintetiza en la idea de adoptar un nuevo orden internacional, que ponga freno a los "martillazos dictatoriales" y que retome el espíritu de la vetusta, pero vigente Resolución de la ONU, donde se propicia el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional apoyado "en la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la cooperación entre todos los Estados cualesquiera que sean sus sistemas económicos y sociales, que corrija las desigualdades y repare las injusticias entre los países desarrollados y los países en desarrollo, y asegure a las generaciones presentes y futuras, la paz, la justicia y un desarrollo económico y social que se acelere a ritmo sostenido"1.
La noción de gobierno global para la especie humana
Retomar el espíritu de la Resolución 3.201 de la ONU es la dirección correcta, pero para que ello se materialice, se amerita determinación y voluntad política. Se ha dicho que la refundación de la Organización de las Naciones Unidas sería apenas un curso transitorio y, ciertamente, lo es, la visión coherente del futuro como especie se ha de apoyar en un sistema más potente que asegure la preservación de la vida a la superhumanidad en ciernes.
Un sistema de gobierno universal transparente, democrático, con gobernantes que aseguren el equilibrio entre todas las civilizaciones que coexisten en el globo, con acento en los valores intrínsecos de una humanidad humilde, solidaria e inclusiva, y sin manipulaciones a la opinión pública.
Sin cercenamiento de las soberanías nacionales, sin pérdida de identidad, con preeminencia en el respeto de las diferencias, la cultura del debate, el reconocimiento como iguales pese a las diferentes cosmovisiones, sin exacerbación de necesidades de protección de la población, sin amos ni esclavos.
Preservar los equilibrios
En el tránsito hacia los umbrales de la superhumanidad por constituir, se precisa además comprender y preservar la interrelación y unión de nuestra especie con el resto de los sistemas dinámicos del planeta, cuyo metabolismo influye de forma determinante en la preservación de los equilibrios naturales. Tal equilibrio sigue siendo uno de los desafíos más relevantes de los seres humanos en su recorrido evolutivo.
Nuestra inmensa semejanza con los reinos de los demás seres vivos del planeta (animales, plantas, bacterias, hongos y algas) en términos del comportamiento individual y social, así como por la enorme herencia genética compartida, nos hace miembros de una comunidad terrestre altamente dependiente y entrelazada. Por tanto, nuestra superioridad intelectual nos obliga a sostener la armonía sobre los cuales se apoya la vida misma (social, biológica, ambiental, física y química).
No obstante, la arrogancia de quienes mueven los mandos de la locomoción humana no parece conscientes y menos sensibles a tales cuestiones, su afán de poder y el interés económico apuntalan las prioridades y decisiones trascendentales, muchas de las cuales están llamadas a modelar, para mal, las condiciones de vida de casi todos los grupos sociales, y ello acontece, sin previa consulta y delante de nuestras narices.
Le ha correspondido, por ahora, a la mayoría de los seres humanos asumir un rol contemplativo y ello inexorablemente habrá de cambiar. La pérdida del confort planetario al cabo del deterioro de nuestros ecosistemas y del clima mundial empujarán a la humanidad al final de un laberinto, cuya única salida estará signada por la sensatez, el sentido común, y la coherencia, es decir, por los signos distintivos de la inteligencia.
De allí que no es aventurado predecir que la inteligencia colectiva prosperará, a pesar de los fangos de la diatriba económica y política que copa la atención de las mayorías en la coyuntura actual, a pesar de las agendas hegemónicas de los poderosos, a pesar de las limitaciones de las instituciones supranacionales. El interés superior de nuestra especie devendrá en trascendencia.
1 Resolución 3.201 de la ONU adoptada en 1974.