Te hago responsable de nuestras vidas, porque dicho plan (como seguro lo sabes), es una copia fiel y exacta del aplicado en Libia para derrocar al coronel Muamar Gafadi en 2011.
Serás el principal culpable de nuestros decesos en caso de que la violencia, germinada por tu irresponsabilidad, se desate producto de la confusión, el desespero y la desorientación en las masas. Permanecer en la “lógica” del juego satánico, inhumano e insensato de desconocer el marco legal del país que te vio nacer, te ubica como victimario directo de la suerte que podamos correr a partir de este instante.
Tu grado de culpa será igualmente proporcional a las consecuencias que arroje una intervención militar foránea en nuestro país, como saldo de tu “investidura” al mejor estilo del Consejo Nacional de Transición en la nación africana, aún envuelta en miseria y agresiones diarias y constantes por decisión de los Guaidó de allá.
No te alcanzará la vida (de la que te deseo mucha y extensa junto a tu familia), para reconstruir la conciencia que en alguna parte del desandar extraviaste de porrazo fulminante. Realmente, ello será una verdadera lástima porque, de acuerdo a las esperanzas que admirablemente siempre atesoran los creyentes (algo me dice que debes serlo), sería mínimamente decoroso que aunque fuese al borde del último suspiro lograras captar la densidad de la locura para la que te estás prestando.
Me despido con la ¿inútil? esperanza de que en algún momento la historia –la justa, la de hombres y mujeres de bien-, logre darte alcance y aunque ya no estemos para ser testigos y testigas de tu correcto enjuiciamiento, te sea aplicada la pena que merece tu actual proceder.
¡Chávez vive…la lucha sigue!