La crueldad de la justicia iraní contra Nasrin Sotoudeh

La abogada y activista iraní por los derechos de la mujer, Nasrin Sotoudeh (de acuerdo a información publicada por aporrea.org, Amnistía Internacional y otras fuentes), fue condenada en marzo de este año 2019, a 33 años de prisión y 148 latigazos, una pena que se agrega a la condena por 5 años que ya sufría, cuando fue detenida en su domicilio en junio de 2018, con lo cual acumula una condena de 38 años, además del maltrato corporal y la humillación por la flagelación. Nasrin Sotoudeh se ha opuesto en su país a la pena de muerte (que puede ser aplicada, por ejemplo, a homosexuales) y ha defendido los derechos de la mujer, en especial destaca su lucha contra el uso obligatorio del velo (hiyab), habiendo asumido la defensa de un grupo de mujeres que realizan protestas simbólicas, a través de las cuales expresan su oposición a portar esa prenda en público. Amnistía Internacional ha solicitado la anulación de la sentencia y su puesta en libertad. Entre otros cargos se le señalan, según AI, “incitar a la prostitución” y “cometer abiertamente un acto pecaminoso al presentarse en público con la cabeza descubierta”.


Para la escritora y politóloga iraní de izquierda Nazanín Armanian, refugiada política en España, más allá de un asunto religioso, lo que está en juego en relación a la exigencia del uso del velo tiene un trasfondo político. Irán es un país en el que existe una teocracia islámica autoritaria que trata de afianzarse por medio de una estructura familar férrea que somete y anula a la mujer iraní, colocándola bajo la batuta del varón como un amo que decide su destino. El trasfondo histórico nos remite a 1979, cuando es derrocada la monarquía del Sha de Irán (1944-1978), en medio de inmensas manifestaciones populares. La revolución iraní, que tenía hasta ese momento un carácter democrático y antiimperialista, cayó sin embargo, señala Armanian, bajo la dirección y el control de los ayatolas, lo que se tradujo en la abolición de algunas reformas modernizadoras que habían sido adoptadas bajo la dictadura del Sha, reformas que la monarquía introducía mientras perseguía a activistas, hombres y mujeres, que luchaban contra la opresión. Afirma Nazanín Armanian, en ese sentido:


“Una vez en el poder, la primera medida legal de los ayatolas es anular la Ley de Familia para destruir los logros de un siglo de luchas feministas: la nueva ley “islámica” considera a la mujer una disminuida psíquica por naturaleza y de por vida, necesitada de tener un tutor, además, varón, para realizar infinitas gestiones; bajan la edad nupcial para las mujeres de 16 a 9 años(…); otorga al hombre el derecho a tener 4 esposas e infinitas concubinas y arrebata a las madres la tutoría y la custodia de sus hijos en caso de divorcio, convirtiéndolas en simples incubadoras o máquinas de alquiler.”


“Luego ilegalizan las organizaciones feministas, la libertad de elegir vestimenta (…), estar en el mismo espacio de trabajo con el hombre; entrar sin el velo en los hospitales, escuelas, administraciones públicas, cafeterías, hoteles, etc., privándoles de los mínimos derechos de ciudadanía. Hasta en la Constitución, incluyen el artículo 115, afirmando que el presidente no puede ser mujer.”
Sostiene además Nazanín Armanian que en Irán:


“El velo ha sido una cortina de humo para ocultar su incapacidad de resolver los problemas heredados de la era del Sha con recetas del medievo (…). Sobre la marcha descubrimos que el velo no es más que un símbolo del estatus subgénero de la mujer, cuya principal misión es anunciar la entrada de las niñas de 7-8 años en el mercado del matrimonio. A partir de esta edad, se les prohíbe cantar, bailar, soltar una carcajada, jugar con los chicos, hacer deporte, y entrar en los espacios de ocio, pisoteando los derechos de la infancia de la niñas (…)”.


Su conclusión es que, para superar el “totalitarismo islámico” (según el cual, por otra parte, están prohibidos los partidos y sindicatos que no sean de ese credo), “la religión debe estar separada del poder”.


Es necesario aclarar, para finalizar, que la defensa que hacemos en este artículo de la activista iraní Nasrin Sotoudeh, se formula desde una perspectiva de los derechos humanos diferente a la que realizan los Estados Unidos y las potencias europeas, que reducen el problema a una confrontación “civilizatoria” entre Occidente y Oriente, desde la cual se oculta, por un lado, la relación de dominación patriarcal específica de la mujer en sus propias sociedades, y por otro lado, la utilización que se hace del tema de la mujer (entre otros) para dar cobertura a las políticas imperiales de esos países, las que en el caso de Irán se expresan en la actualidad, bajo la administración de Donald Trump, en sanciones económicas extremas, que buscan destrozar la economía del país por intereses geopolíticos.


El trabajo de Nazanín Armanian citado en este artículo es “La segunda ola de la mujer iraní contra el velo”, publicado en rebelión.org el 10/02/2018

César Henríquez Fernández
cesar.henriquez55@gmail.com

25/3/2019



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César Henríquez Fernández


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