INTRODUCCIÓN: Escalada de los conflictos militares
Para entender las relaciones entre EEUU y Latinoamérica en el año que se acaba y la previsible trayectoria que seguirán el año entrante, es obligatorio tener en consideración tres aspectos:
El contexto global de dichas relaciones,
las dinámicas internas de los EEUU y
las consecuencias prácticas y reales politicoeconómicas de las elecciones celebradas en Latinoamérica en 2006.
La política imperialista estadounidense continúa persiguiendo victorias militares en Iraq y en Afganistán, dando apoyo incondicional a Israel en su guerra contra el gobierno democráticamente elegido de Palestina y amenazando con atacar a Irán (por sí mismo o a través de Israel). En otras palabras, las interminables y costosas guerras en Iraq, Afganistán, Líbano y Palestina continuarán en 2007. Una escalada militar, incluyendo aumento de tropas estadounidenses y gastos para guerras en Oriente Próximo; 800 millones de dólares que se suman a los 3.000 millones anuales para los planes israelíes de atacar Líbano, Palestina y especialmente Irán. Los comentaristas que interpretan la política estadounidense a través de encuestas públicas de opinión, procesos electorales (la victoria de los demócratas), informes recomendados (Grupo de Estudio sobre Iraq, de Baker), los índices de bajas en Iraq y una predecible retirada gradual, no entienden la lógica de la estrategia política de la Casa Blanca. Para el régimen de Bush, los fracasos militares se deben a la aplicación de una fuerza insuficiente; lo que hace falta, argumentan, son más tropas y más dinero en los presupuestos militares (BBC 16/12/06).
Polarización
En EEUU, Latinoamérica y en el mundo en general se están produciendo divisiones profundas que están conduciendo las políticas y provocando cada vez más conflictos. Las líneas divisorias en EEUU entre los dos partidos sobre el asunto de la confrontación o negociación en Oriente Próximo están muy marcadas. Por un lado la Casa Blanca, secundada por demócratas que apoyan la guerra, republicanos, presidentes de las principales organizaciones judías, grupos de veteranos derechistas, intelectuales neoconservadores y la mayoría de los medios de comunicación. En el otro lado se encuentran las minorías de los dos partidos y de los medios de comunicación, la mayoría de la opinión publica, sectores de oficiales del ejército (retirados y en activo) intelectuales y críticos prominentes del lobby sionista y políticos de guerra como Brzezinsky, James Carter y James Baker entre otros.
Divisiones similares aparecen con respecto a la política en Latinoamérica. La Casa Blanca apoyada por los cubanos de Miami, el Pentágono y una minoría de ideólogos derechistas y grupos de empresarios propugna una presión por medio de la fuerza y la intervención en Cuba, Venezuela y Bolivia apoyando al presidente ilegítimo [de México] Calderón, a los separatistas de Santa Cruz en Bolivia y a otros extremistas autoritarios de la zona.
Con varios grados de oposición, los congresistas liberales y conservadores tienen el respaldo de exportadores del sector agrícola, agencias turísticas, la mayoría de la opinión publica y sectores del Departamento de Estado encabezados por el secretario para los Asuntos Latinoamericanos, Shannon, que apoya un mayor énfasis diplomático, más negociaciones y un acercamiento de las posiciones.
Dentro de Latinoamérica también se han producido divisiones profundas que se recrudecerán en 2007. En México, el régimen minoritario de Calderón se enfrenta a una oposición sin cuartel por parte de la coalición del AMLO, las asambleas populares de Oaxaca, los sindicatos y los movimientos sociales. Cuando lleve a cabo la profundización de la liberación de la economía y la militarización del país para implementar su programa, la polarización se hará aun más grande.
En Bolivia, las elites de empresarios derechistas y los empresarios agrícolas se reagrupan, aprovechándose de las políticas conciliadoras de Evo y su incapacidad para llevar a cabo sus políticas distributivas (de tierras y de salarios) y han consolidado una base de poder en Santa Cruz que ha obligado a Morales a retroceder en sus reformas, aumentando el descontento popular. Algo parecido ha ocurrido en Ecuador entre los campesinos indígenas de la región andina y los barones de las tierras y banqueros de la costa. En Colombia la división entre las fuerzas paramilitares aliadas del presidente Uribe y las organizaciones populares civiles (y la guerrilla) se ha incrementado (Boston Globe, 14/12/06). En Venezuela la polarización entre los socialistas y los social-liberales chavistas (y sus aliados de la oposición 'moderada') saldrá a la luz en 2007 cuando Chávez implemente los cambios en el partido y en el gabinete en su persecución de una agenda socialista.
Estas divisiones internas en EEUU y en Latinoamérica se llevan a cabo dentro de un contexto internacional que radicaliza las confrontaciones nacionales y de clase.
Contexto internacional
Hay dos procesos históricos mundiales que afectan a la política estadounidense con Latinoamérica:
las largas guerras en Oriente Próximo y
la dinámica de crecimiento de los 4 poderes asiáticos, encabezados por China. Las guerras de Oriente Próximo y del sur de Asia han extendido en demasía a las tropas estadounidenses, lo que ha hecho más difícil el apoyo doméstico a nuevas guerras y han hecho que el presupuesto militar tenga “pocos recursos”. Estas consecuencias han debilitado la capacidad de EEUU para intervenir en Latinoamérica apoyando un golpe militar y mucho menos para una invasión militar. Como resultado EEUU depende de sus clientes en Latinoamérica para que defiendan allí sus intereses (Calderón, los barones terratenientes de Santa Cruz, García, Uribe).
La dinámica de crecimiento de Asia, principalmente China e India, y su demanda de materias sin procesar (hierro, cobre y petróleo), alimentos y productos agrícolas (como la soja) ha resultado en una competición más grande con EEUU y la UE para el acceso de exportadores y proveedores latinoamericanos, aumentando el precio y los ingresos para los tesoros de Latinoamérica (más excedentes en comercio y presupuestos). Asia aumenta la diversidad de mercados e inversores para las exportaciones latinoamericanas. Estos cambios reducen la dependencia de la financiación externa (especialmente del FMI) y de los mercados estadounidenses, lo que significa que Washington pierde poder diplomático y político sobre los regímenes latinoamericanos, incluso sobre regímenes neoliberales como los de Lula, Bachelet, Kirchner y Vázquez.
Enfrentado a una pérdida de capacidad militar y al declive de influencia política, Washington se está posicionando en un compromiso entre la línea dura militarista de la Casa Blanca y los negociadores (de mercado) del Departamento de Estado. La esencia de ese compromiso es aplicar una “política de dos vías”, combinando el apoyo a la oposición subversiva en países donde ésta es poderosa (Bolivia) y negociación donde la oposición es débil (Venezuela). Con respecto a los regímenes neoliberales, que tienen cierto nivel de autonomía (Brasil, Chile y Argentina), Washington pondrá énfasis en las relaciones bilaterales e intentará maximizar las oportunidades económicas, mientras que no hará ninguna concesión hacia los movimientos de masas, especialmente cuando demanden una vuelta atrás en las políticas de privatización La política de dos vías se combinará en los casos de Cuba y Venezuela con promesas de diálogo y acuerdos condicionados a importantes concesiones en diplomacia, propiedad e inversiones combinadas con un continuo apoyo financiero a los agentes desestabilizadores.
Latinoamérica: Cambios políticos y respuesta estadounidense
La respuesta de EEUU, un tanto débil, a los cambios de régimen en Latinoamérica tienen una explicación sencilla: el hecho de que estos cambios no producirán ninguna variación importante en las estructuras socioeconómicas, al menos en un futuro cercano.
La manifestación más nítida de estos efectos marginales de las victorias de centro izquierda es el caso de Lula, que dejó claro, incluso a sus más fervientes intelectuales (Frei Betto, Emir Sader, Joao Pedro Stedile) que consideraba “el izquierdismo como un desorden infantil” (La Jornada, 14/12/06), una reseña muy apreciada en los círculos de empresarios de todo el hemisferio. Sin duda Wall Street se sintió complacida de que el Partido de los Trabajadores de Brasil votara para que se duplicasen los sueldos de los congresistas, que pasaron de 6.500 a 12.000 dólares mensuales (también se duplicaron los presupuestos mensuales de cada congresista, hasta 75.000 dólares) mientras que aumentaba el salario mínimo 7 dólares, de 159 a 166 (un 1,7% después de la inflación) (Financial Times, 16/17-12/06). Uno de cada 5 congresistas brasileños (bastantes de la coalición de Lula) están siendo investigados por delitos de corrupción. Especuladores de Wall Street investigados por fraude, a pesar de todo, han recibido cuantiosos bonos de fin de año; se sentirán identificados con los que hacen las leyes en Brasil, quienes se doblaron los sueldos, mientras esperaban los cargos criminales que les fueron imputados.
Contrario a las expectativas de la Casa Blanca, aunque bastante de su agrado, el régimen de Evo perseguía políticas fiscales ortodoxas y austeras encaminadas a los excedentes de presupuestos, evitando cualquier política redistributiva (prácticamente sin expropiaciones de tierra, minas o energía). Mientras Evo desbarataba los movimientos sociales y se centraba en procedimientos legales interminables, la oligarquía se reagrupaba extendiendo su base de poder en Santa Cruz y amenazando con derrocar al gobierno. Mientras los oligarcas bolivianos clientes de Washington avanzaban hacia el poder (La Jornada, 16/12/ 2006), Evo Morales continuaba con sus políticas autodestructivas de retórica populista simbólica y más concesiones a las elites. Washington ha mantenido un pie en ambos campos, proveyendo más de 60 millones de dólares en ayuda exterior a Evo e incontables millones a la posición de Santa Cruz, que ha organizado masivas manifestaciones separatistas (HoyBolivia.com, 16/12/06).
La línea blanda de los negociadores (Shannon) reforzó su posición frente a la línea dura de Washington en la política con Venezuela, señalando la victoria electoral de Chávez (63% de los votos) como motivo de reproche (La Jornada, 14/12/06). Shannon ha planteado en Washington que un sector significativo del gobierno de Chávez esta abierto a negociar un pacto que implica congelar el statu quo, atenuar su crítica a las políticas imperialistas de EEUU, consolidar los acuerdos del gas y del petróleo y bloquear cualquier paso encaminado a la socialización de la economía.
Perspectivas para 2007
La posición internacional de EEUU en 2007 continuará deteriorándose. La próxima escalada militar masiva en Iraq, la transferencia a gran escala de armamento hacia Israel para la amenaza de atacar a Irán, Siria, Hezbolá o Hamás (o a todos a la vez) no disminuirá la resistencia armada en Iraq. Un ataque Israelí a Irán (apoyado por EEUU) extendería la guerra a todos los estados del Golfo Pérsico, incluyendo Arabia Saudí. El 15 de diciembre de 2006 Bush entregó la “medalla presidencial de la libertad” al extremista israelí Natan Sharansky -que aboga por el genocida “traslado” de todos los palestinos del Gran Israel- simbolizando el encuentro de las mentes del imperialismo militar de Estados Unidos con el brutal colonialismo expansionista israelí. La total ignorancia de nuevas iniciativas diplomáticas (como las recomendaciones del Grupo de Estudio para Iraq de Baker), es el resultado de una combinación de fuerzas del poderoso lobby proisraelí y el de Bush-Cheney y Rice en la Casa Blanca.
Washington, a causa de su enorme presencia militar en Oriente Próximo, seguirá su política de las dos vías en Latinoamérica. La Casa Blanca apoyará a sus clientes en el poder (como Uribe, Calderón y García); el Estado, el Tesoro y los departamentos de comercio llegarán a acuerdos comerciales con los regímenes neoliberales más 'autónomos' como el de Lula, Bachelet, Vázquez y Kirchner, para distanciarlos de Cuba y Venezuela y estrechar sus relaciones con EEUU. Con respecto a Bolivia, Washington continuará presionando a Evo para que aplique más concesiones a la coalición cívico-oligarca de extrema derecha con base en Santa Cruz, permitiendo a las elites locales enarbolar la bandera de los intereses imperialistas estadounidenses. En Venezuela la política de las dos vías intentará agrandar las diferencias políticas entre el movimiento chavista, con el fin de bloquear nuevas iniciativas de Chávez hacia una mayor socialización y para promover una nueva configuración política de opositores moderados y chavistas liberales.
El punto más flojo en la estrategia de Washington hacia Latinoamérica es el resurgimiento de movimientos sociopolíticos como los que estallaron a finales de los 90 y principios del nuevo siglo: el MST en Brasil, los trabajadores, campesinos e indígenas en Bolivia y en Ecuador, el levantamiento popular en Oaxaca y las protestas en las elecciones en México, están en proceso de reagrupamiento y todos ellos sin haber sufrido una sola derrota. Los principales movimientos populares mantienen sus estructuras organizativas y han recuperado su independencia política. Pronto volverán a ser capaces de provocar nuevos levantamientos y confrontaciones políticas con las oligarquías en el poder o con las tropas de choque en las calles.
El año nuevo no promete más de lo mismo; comenzará con una considerable escalada militar en Oriente Próximo pero es muy probable que acabe con una debacle de mayores proporciones, asegurando una mayor crisis política y aumentando la inestabilidad económica en Oriente Próximo, Latinoamérica y EEUU. El debilitamiento del régimen político estadounidense abrirá nuevas oportunidades para una ruptura decisiva con el imperio estadounidense, con la condición de que los resurgentes movimientos sociopolíticos puedan sobreponerse a los obstáculos que les pondrán las nuevas elites políticas formadas por antiguos izquierdistas y las oligarquías tradicionales.
Traducido para Rebelión por Félix Nieto y revisado por Caty R.