Por estos días volvimos a ver las imágenes dantescas de la contaminación de nuestra fuente hídrica río Quindío. Teniendo en cuenta que hace un año el tribunal administrativo del Quindío declaró a este curso de agua como sujeto de derechos, no entendemos cómo las distintas autoridades del orden regional hacen caso omiso al fallo correspondiente del mismo.
Sólo ha habido pronunciamientos ambiguos, sin que se haya realizado ninguna acción por la defensa de nuestro río Quindío.
A esto, cabe sumarle también el desvío del río Navarco de Salento, afectando el curso normal biológico de este afluente.
Por otra parte, la siembra indiscriminada de monocultivos, entre ellos coníferas, eucaliptos y pinos, del aguacate del tipo hass, la siembra de tomateras en cascos poblados -en el caso específico del municipio de Calarca, más precisamente aledaños a la Institución Educativa “Rafael Uribe Uribe”- afectan considerablemente la salud de la comunidad por los pesticidas requeridos para su “adecuada” producción.
A continuación, relacionamos las distintas problemáticas que afectan el derecho a disfrutar de un ambiente sano:
1- Los hedores nauseabundos, provenientes de los galpones de pollo y de las industrias porcícolas: Hasta ahora, ninguna autoridad ambiental emitió resolución eficaz alguna para el manejo o control de las barreras ambientales.
2- Las PCH: Las pequeñas centrales hidroeléctricas que pretenden implantar algunas empresas privadas usufructuando el recurso hídrico en el municipio de Génova, podrían provocar desastres naturales de la dimensión de la represa del Quimbo o la central de Hidroituango.
3- Queremos llamar la atención en el caso específico del municipio calarqueño, donde las empresas porcícolas y los galpones de pollo, la tala de árboles del barrio La Pradera, la contaminación del río Santo Domingo debido a las obras del Túnel de la Línea, los derrumbes permanentes en la vereda El Crucero, provocados por el mal manejo y uso inadecuado del anterior relleno sanitario; los derrumbes en la vereda Travesías y también la siembra indiscriminada del monocultivo de aguacate hass en la zona protegida hídrica de Santo Domingo.
Estos antecedentes de crisis ambiental actual, son la consecuencia de la falta de acatamiento de las leyes de protección o regulación ambiental (Ley 2° de 1959 y Ley 99 de 1999).
Con este llamamiento queremos recordarles a todas las autoridades del orden departamental, que priman los derechos de la naturaleza y de un ambiente sano por encima de los intereses de particulares, los cuales quieren desarrollar en nuestro territorio una política depredadora y lucrativa, sin tener en cuenta el grave daño ambiental ocasionado.
En el departamento del Quindío, que cuenta con una extensión territorial aproximada de 1900 kilómetros cuadrados, observamos cómo el 70% de esa superficie está comprometida en proyectos agroindustriales y mega mineros. Dicha situación hace que se afecte nuestra seguridad y soberanía alimentaria para los casi 600.000 habitantes que habitan el declarado Paisaje Cultural Cafetero.
A ese efecto, citamos textualmente en primer término parte del documento legal que establece esta normatividad y en segundo, nos remitimos al artículo número 79 de la Constitución Política de Colombia:
“…En el escrito de acción popular la parte actora alude a los derechos colectivos que han sido vulnerados los cuales son los contenidos en el artículo 4° literales a), c), h), g), j) y m) de la Ley 472 de 1998…”
“…Todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano. La ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo. Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines…”
Por último, denotamos con atención cómo concejales, diputados, alcaldes y gobernador, juraron en sus actos de posesión el respeto por la constitución o la ley, para después desconocer ambas en acto flagrante, acatando las normas nominal o simbólicamente, pero incumpliéndolas de manera descarada a pesar del compromiso adquirido con la ciudadanía para el ejercicio de sus respectivos cargos.
Ante la grave crisis climática en el mundo, no debemos atenernos sólo al ámbito antropocéntrico o biocéntrico, sino también observarlo desde lo teocéntrico, en alusión a la encíclica ambiental del Papa Francisco I, la cual versa:
“Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en el sufrimiento de los excluidos”.