En este Siglo XXI, la muerte se nos ha presentado golosa, global; pareciera querer superar su propio record del siglo anterior. ¡Y vaya que es tenaz! Estamos familiarizados con ella, por razones diversas desde la biológicamente normal, y las producidas en las circunstancias de la vida cotidiana. Pero sin lugar a dudas, la mayor relación la establecemos fundamentalmente a través del espectáculo de las guerras dadas en el aire, en el mar y en la tierra; misiles van por aquí y por allá, y los intercontinentales con cabeza atómica en modo de espera. Hubo un presidente norteamericano que quería extenderlas a otras galaxias; mientras tanto el heroísmo de los combates con fusiles y bayoneta calada, van quedando como reminiscencias culturales del pasado bélico.
Aún en este Siglo XXI, persisten países poderosos y coaliciones invadiendo y destruyendo naciones y, en forma habitual mostrando su alta tecnología y musculatura acerada intimidando al mundo. Sin embargo, esto también debe considerarse como una vieja reminiscencia todavía activa y dañina, del viejo colonialismo, hoy en la decrepitud y obsolescencia en su fase superior imperial.
En la niñez Hollywood nos sentó en una butaca de cine (La gran pantalla) y luego en nuestras casas reunió a la familia a ver TV, con aquella y esta, nos recreábamos viendo a los vaqueros del oeste norteamericano, rápidos con las pistolas y certeros con el fusil, abatiendo a aquellos "salvajes indios" que tenían la "extraña manía" de quitarle la cabellera a los carapalidas. También nos llenaba de emoción los audaces e intrépidos soldados gringos exterminando a los enemigos en cuanta guerra había, y luego entrando victoriosos en los pueblos liberados en sus jeeps y carros de combates, bajo una lluvia de flores lanzadas por las jóvenes del lugar, y ellos henchido el pecho y altiva la mirada, respondían regalando chocolates o tarritos de leche condensada. Pero la vida fue cambiando y aquellos vergatarios héroes de la pantalla dejaron de serlo, y se dejaron ver la "oreja blanca" con los vietnamitas y el célebre humorismo militar de las revistas gringas (selecciones de readers digest) desapareció.
La voladura de las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, también le voló los tapones al hegemón estadounidense, haciendo del planeta tierra mediante una decisión "inusual y extraordinaria" un amplio teatro de operaciones para sus correrías mortales antiterroristas en "defensa" y seguridad de la nación…norteamericana y de ñapa de todo el mundo occidental.
Ahora la muerte se nos presenta como una paradoja, pues, muy pequeño, invisible, pero inmenso, es el corona virus, el cual viaja a cualquier velocidad y se globaliza, va ocupando todos los espacios y es tan letal o peor que cualquier artefacto bélico de los usuales. Las poblaciones en todas las latitudes son confinadas, los abatidos por este singular, invisible pero real personaje, se cuentan por millares y su derrota por la ciencia no se percibe con prontitud.
La aparición de este inasible sujeto, ha originado entre los grandes contendores por la primacía en la economía mundial, muchas interrogantes, resquemores y señalamientos. EE.UU y China, se mueven con cuidado y de reojo se ven, saben lo que está en juego pero que no es un jueguito, y también saben que históricamente detrás del triunfo en las áreas del comercio los negocios, es decir: el "mercado" está presente el poder y empleo de las armas: todo tipo de armas, desde un elefante hasta una bomba atómica, incluyendo las drogas, y quizás, quizás los virus. No hay Ética que valga. Se dice que en antiguas guerras, los sitiadores de castillos y fortalezas con sus catapultas lanzaban cadáveres infectados del cólera, en una especie de guerra biológica. Por otra parte, tratándose de comercios y guerras, allí están los anales griegos y sus ligas; los Fenicios, los Cartagineses, y los imperios europeos y sus corsarios, piratas y filibusteros en el Caribe, pellizcando territorios y afanados en establecer y apoderarse de rutas comerciales.
Pasado algún tiempo, estando las aguas más tranquilas, quizás las estadísticas nos revelen curiosos datos sobre el perfil de la población afectada por el Covid-19. Y digo esto, porque desde esta modesta atalaya, dado que formo parte de la población en riesgo, observo la acción y comportamiento de esta agresiva nano-presencia, que se centra sobre todo, en la población más vulnerable ¿Y quiénes son estos?, al parecer los más destacados son los ancianos, por una razón muy sencilla; nadie llega a la vejez "original", siempre cargará encima su colección de achaques, lugar ideal para que se luzca el Covid-19.
En un amplio sector de la sociedad venezolana esto se agrava, por la circunstancia de arrastrar desde hace varios años una precaria economía que ha empobrecido de manera alarmante y peligrosa a los ciudadanos. Sabemos porque lo vemos y lo vivimos, lo que significa, hambre, desnutrición y falta de medicamentos por inexistencia física o por imposibilidad para adquirirlos por sus altos costos.
Ahora vemos la creciente expansión de la patología, en un planeta abundante en pobreza en todas sus gradaciones; localizada tanto en países con un alto PIB, como en las modestas naciones del tercer mundo. Eso explica las muertes en Nueva York y las inhumaciones en fosas comunes ante la ausencia de reclamos de familiares.
En la capital vitrina de la riqueza, seguramente vivirán hacinados en cuartuchos, pensiones e inimaginables sitios, millares de seres, migrantes de todo el mundo, legales e ilegales, haciendo cualquier oficio, generalmente "alimentándose" con comida chatarra, excluidos de la asistencia médica estatal, y de alguna otra posibilidad de beneficio social. Pero eso, no solo ocurre en Nueva York, esa es la realidad en numerosas urbes, cuestión que le facilita la tarea al covid-19.
En nuestra América desde hace unos cuantos años venimos hablando de los cinturones de miseria: Favelas en Brasil, Villas miseria en Buenos Aires, los gamines en Bogotá y la dura pobreza en el sur de la ciudad y otras localidades colombianas, los "maras" en Centro América, y las pétreas desigualdades en el Perú y otras naciones.
En Venezuela, la secular dependencia mono productora petrolera fue creando concentraciones urbanas y extensos cinturones de pobreza, aliñado con una industrialización más escenográfica que real. Esta conurbación o apiñamiento se ha sostenido con las políticas asistencialistas de un Estado que hasta cierto momento disponía de algunos ingresos petroleros. Ahora, ante esta situación de "quiebre económico" O severo déficit y fragilidad productiva de la Nación, según se infiere de la opinión de especialistas de la economía y objetivamente observables por cualquier lego; nos presenta perspectivas futuras poco halagüeñas, lo que obliga a urgente cambio de rumbo.
Para colmo, ahora amenazados por el virus, no era suficiente: Trump, los grupos políticos fascistoides venezolanos, y la mala gobernanza actual.
En definitiva no podemos engañarnos, el virus atacará en cualquier lugar del mundo a los vulnerables: ancianos, a los hambrientos y desnutridos, a los pobladores sin coberturas sanitarias; a todas las gentes marcadas por las desigualdades.
La humanidad tendrá que despertar, no podrá seguir siendo ciega y sorda e irresoluta. Un día que perdamos tendrá consecuencias exponenciales en el reloj biológico de la vida.
"Libre de la memoria y de la esperanza,
Ilimitado, abstracto, casi futuro,
El muerto no es un muerto: es la muerte.
(…) el muerto ubicuamente ajeno
No es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo se lo robamos
No le dejamos ni un color ni una sílaba,
Aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
Allí la acera donde acechó la esperanza.
Hasta lo que pensamos podría estarlo pensando él también;
Nos hemos repartido como ladrones,
El caudal de las noches y de los días". (1)
Rafael Castro
LA REVOLUCIÓN ES CULTURAL
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- Borges, Jorge Luis/ Remordimiento por cualquier muerte/