No soy idiota, voy a votar

Para que no digan que lo estoy inventando, lean esto que encontré en la Wikipedia: "La palabra idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotez) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados... El vocablo idiota también es usado en latín, y significa «ignorante»." Que conste, no es ninguna aviesa intención, ni tampoco la de mi estimado amigo y colega Jesús Puerta que desarrolla ese argumento en su artículo "¿Por qué hay que votar?" (https://www.aporrea.org/actualidad/a292597.html) Veamos con detalle esta no deseable condición.

El texto de Puerta es persuasivo, su mejor argumento: hay que votar para alejarse de la pasividad cívica (idiotez), en el sentido que los griegos le daban al vocablo. Votar para dejar de vivir de ocuparse de lo privado nada más (en este caso, de lo familiar, personal y comercial, no digamos cultural para no espantar tanto). "Hay que votar porque no somos idiotas", sentenció nuestro amigo.

Cuando leí el texto me pareció que era algo así como etiquetar a los abstencionistas venezolanos. Pensé, pero no es así, son ciudadanos que sufren igual la crueldad destructiva del desgobierno actual, venezolanos sobrevivientes como los que creemos que el voto es un arma que no hay que entregársela al gobierno sin disparar un tiro (o un voto), personas que conforman una mayoría sólida que ronda el 80% de los arrechos con el desastre del dúo diabólico de Maduro/Diosdado, en fin, como decía mi abuela Sara, venezolanos que de la misma manera sufren la destrucción de la "patria" cada día que pasa. Por y para ellos, hay que tenderles la mano para que salgan del agujero de la desesperanza y la inacción, no empujarlos al abismo.

No es tarea fácil. Los que gobiernan son geniales para la maldad, como ha dicho más de uno por ahí. Mueven sus decisiones políticas con inteligencia previendo las reacciones emocionales de los que perdieron toda su fe en el cambio y esperan resignados que alguien toque a sus puertas como guerreros salvadores (y si son catires ojos azules, mejor, los soldados claro). Los laboratorios de guerra psicológica del gobierno (tal vez comandados por un Padrino López que ve la ocasión de ejercitar viejos aprendizajes) saben que las mejores batallas se ganan inmovilizando al enemigo y sin disparar un fusil, para decirlo en la jerga aprendida "en el imperio", en los ya lejanos tiempos mozos de nuestro flamante y recurrente ministro.

Está clarita la intención manifiesta de lo que se llama por ahí la cúpula madurista: sembrar en la mente de los opositores de a pie la semilla de que "votar no vale la pena", que "la solución vendrá por otro lado porque estamos en dictadura". Y, si a ese cóctel de Valium político, le sumamos que un grupo de los dirigentes opositores a cada rato repiten que "apliquen el Tiar", que "venga la coalición de ejércitos internacionales", que "Trump ahora si es verdad que hará su intervención quirúrgica" y paremos de contar etéreas acciones que sólo reproducen deseos y nada más, sueños y nada más, peticiones al vacío y nada más. Ahora se entiende porque no es difícil imaginar a los residentes del Palacio de Miraflores frotándose las manos a puertas cerradas, sonriendo como el Guasón.

¿Qué nos queda por hacer? Insistir en que no perdamos una batalla política antes de librarla, que la experiencia del año 2018 (y la del 2005 también) debería ser más que suficiente para no repetir el mismo error político. Volver a argumentar que sólo los venezolanos (los que están dentro y los de afuera) seremos capaces de conquistar la verdadera democracia para quitarle el poder a gobernantes incompetentes. Ratificar que es bueno esperar ayuda internacional pero que eso no significa no hacer nada o hacer locuras como las del 30 de abril 2019 o la vergonzosa invasión de Macuto que pasará a la historia como una muestra de incapacidad política monumental.

Decirles a estos ciudadanos que los venezolanos no reaccionamos como el perro de Pávlov, que desde Miraflores no vamos a ser controlados mentalmente por un gobierno incapaz e insensible que nos empuja a la abstención (porque les conviene). Que no podemos seguir el sendero de los fracasados dirigentes opositores aventureros e irresponsables que siempre están ahí para engatusar con sus delirios de grandeza y estrategias que sólo han conducido a mantener a Maduro en el poder.

Ahora bien, volvamos a los griegos, la permanencia del gobierno es asunto de todos y quedarse en casa soñando milagrosas intervenciones no conduce sino a la desesperanza. No soy idiota, voy a votar porque es un tema de política pública que no puedo eludir como ciudadano. Así de simple.

 



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Nelson Suárez

Docente/Investigador Independiente (Literaratura, Ciencia, Tecnología y Sociedad)

 suarez.nelson2@gmail.com

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