AZUL Y ROSADO
por Gloria Gaitán
Difiero de mi amigo Albán en cuanto a sus opiniones sobre la candidatura de Hillary Clinton, donde sugiere que no hay diferencias culturales de género.
Esas diferencias sí existen, y son grandes. A las mujeres, desde niñas, nos educan para servir y, aún cuando el asunto está cambiando lentamente, desde pequeñitas a las niñas nos enseñan a servirle al papá y a nuestros hermanos.
Hace poco escribí una carta reclamando mis muñecas de infancia, que atraviliariamente me robó el gobierno de Alvaro Uribe, allanándome, so pretexto de que todo lo que la familia Gaitán heredó después del asesinato de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, es de propiedad del Estado... Argumento ilegal como pocos, al que estoy demandando judicialmente. En esa carta, donde reclamo el derecho a que mi nieta recién adoptada disfrute de esos juguetes y que está publicada por COLOMBIA EN LONDON (http://colombiaenlondon.com) recuerdo que "las mujeres sabemos que nuestros juegos de niñas nos han formado en una cultura de la ternura y no de la guerra. Hay un documental magnífico, que se titula "azul y rosado", que muestra la influencia de los juegos de infancia en el futuro de ambos géneros". A las niñas no nos regalan armas que simulan instrumentos de muerte y son pocas las niñas que juegan con tanques de guerra.
Esos juegos y las actitudes que tienen los adultos para con las niñas, a diferencia de la que tienen frente a los niños, van enclavándose en nuestro subconsciente y es por éso que una mujer siente como suyos los triunfos de su marido y de sus hijos, mientras que a los hombres los triunfos de sus esposas los acompleja. No generalizo, pero hablo de lo que prima en las sociedades humanas, desde las más primitivas hasta las más cultas.
El hombre, cuando es machista - y lo es subconcientemente - afirma que no encuentra diferencia entre el comportamiento de un hombre y el de una mujer porque inconcientemente está ocultando los valores propios de la cultura femenina que es, por educación desde la infancia, pacifista.
Esos mismos hombres, que son la gran mayoría, no aceptarán tampoco darle espacio a las mujeres a menos que se comporten como hombres, puesto que hombres y mujeres son, según ellos, iguales, cuando el problema no es que seamos iguales sino que exista equidad, o sea igualdad de oportunidades.
Como no se acepta la incorporación de las mujeres que no sean iguales a los hombres, aparecen las Tatcher y compañía, hasta Hillary Clinton, que han podido abrirse un espacio porque han imitado a los hombres en su comportamiento.
El día que se acepte como válido y positivo que las mujeres somos pordadoras culturalmente de valores propios "femeninos", que pueden darle un giro a la humanidad, valores que también pueden incorporar a su cultura los hombres, ese día el mundo estará más cerca de la equidad, que requiere generosidad y entrega al prójimo, que es la característica cultural femenina.
Ahora bien, denigrar del feminismo hace parte de la guerra psicolingüística, sobre la cual quiero hablar en estos días. Cuando se le tiene miedo a un fenómeno se sataniza la palabra que lo define para combatirlo, porque las palabras no solo expresan ideas sino que las inducen. Si a la palabra "revolución" se la asocia a desorden, la gente rechazará toda posibilidad de revolución. Si al término "feminismo" se le asocia con actitudes condenables, la sociedad no querrá que los valores culturales inducidos vernáculamente a las mujeres tengan un espacio en el mundo y así continuaremos gestando el poder aplastando "al otro" y no sirviéndole.
Un saludo cordial al amigo Albán, compañero de "infortunio" en los denuestos y amenazas de que hemos sido objeto por parte de quienes representan el machismo en grado sumo.
Fraternalmente, Gloria Gaitán
glorigaitan@yahoo.es