Cada día que pasa la situación salarial-laboral de los trabajadores dependientes en Venezuela empeora, en especial la de los empleados públicos, con sueldos miserables y pérdida progresiva de ciertos beneficios. En medio de la pandemia por COVID-19 y la conjunción de diversos factores externos e internos que han llevado a la nación suramericana a la casi ruina económica, hasta la inamovilidad laboral quedó en el pasado, y cualquier trabajador puede ser despedido sin justificación y sin derecho a recibir compensación alguna.
Ciertamente hay una condición económica muy complicada en el mundo y en Venezuela, agravada por la semiparalización económica derivada de la emergencia sanitaria desde marzo de 2020, pero son los asalariados quienes han pagado los platos rotos, mientras que la dirigencia política venezolana, por ejemplo, vive en la opulencia, incluso los líderes dizque socialistas, quienes han tenido la desfachatez de engañar en plena crisis a los trabajadores con los típicos discursos prometedores-demagógicos. Líderes a los que en realidad importa un comino el bienestar de los trabajadores, considerando que han usado a la pandemia como excusa de turno para seguir ejecutando una política claramente antilaboral-procapitalista, en la que destacan el incumplimiento del artículo 91 de la constitución y la realización de despidos masivos a más no poder.
No obstante la tragedia que todos los días viven los trabajadores dependientes en la nación caribeña, que luchan por sobrevivir como pueden, tanto Maduro como otras autoridades venezolanas aseguran que entre el mísero salario y las bonificaciones mensuales es más que suficiente para vivir con dignidad. Claro está que ni por asomo esas autoridades obtienen los escasísimos ingresos de la mayoría, y lógicamente no tienen idea de lo que se sufre estando en la pobreza o en la miseria, o son indiferentes respecto al padecimiento de millones de ciudadanos.
Tan precaria es la condición de los trabajadores en Venezuela, particularmente de los empleados públicos, que la desnutrición y las enfermedades asociadas están a la orden del día. Y a pesar de este terrible panorama, hay instituciones y organismos cuya dirigencia ya ni la bolsa de comida subsidiada o regalada entrega a sus trabajadores. Tal es el caso de la Misión Nevado, fundación que hace meses dejó de repartir alimentos a sus empleados, incluso en la ciudad de Caracas; luego su dirigencia se molesta por la quejadera de quienes además de recibir sueldos de hambre, trabajan duro sin recibir beneficios de ningún tipo.
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