El silencio abruma, la apatía circula por doquier mientras la felonía avanza sin problemas. Las pinceladas del Socialismo Bolivariano legado por Chávez fue desdibujado, falsificado, traicionado por quienes hoy se atribuyen ser sus únicos herederos políticos.
La espiritualidad se trastornó, la ética revolucionaria fue estrangulada por la represión y la desidia. Atrás quedaron las abrumadoras concentraciones populares, los debates de ideas, las acciones comunitarias solidarias, la concientización política. ¿Dónde se extravió el juramento de las 7 avenidas? ¿Por qué se distorsionó el último mensaje del 8D2012?
La revolución bolivariana con fines socialistas anticapitalistas es hoy una parodia, la realidad social desdice el palabrerío huero. ¿El pueblo venezolano tiene otra oportunidad?
El Colectivo Aurora de la Patria cree que sí y por eso alza su voz, de nuevo, a pesar de las bajas sufridas en los últimos años; no nos amilanan las adversidades, las superamos con creces. Persistimos en nuestro empeño de VOLVER A CHÁVEZ, siempre convencidos que es la fuente inagotable de sabiduría y humanismo.
La investigación que adelantamos desde el 5M2013 avanza con tropiezos y también con firmeza; nada ni nadie amilanará nuestro objetivo. Los debates prosperan, también la presentación de los resultados. Por eso hoy les presentamos ES MÁS QUE AMOR, ¡FRENESÍ", cuarto capítulo del libro CHÁVEZ, ANTES QUE ME SILENCIEN, esfuerzo conjunto que hemos compartido con ustedes en entregas sucesivas según las circunstancias y posibilidades, para que el debate de las ideas prospere y el Socialismo Bolivariano sea una realidad social tangible en los tiempos que se avecinan.
LO DIVINO Y LO PROFANO
El anuncio fue demoledor, el firmamento resquebrajó su sórdido silencio. Un llanto desolador se escuchó entre la bruma cuando a las cuatro y veintiséis minutos del fatídico cinco de marzo un murmullo penetró en las conciencias: "YA YO NO SOY YO, YO SOY UN PUEBLO. NO LO OLVIDEN JAMÁS"; supieron, entonces, que había muerto la esperanza.
El asesinato se había consumado, otro piolet asestó el golpe certero. El líder partía hacia otras latitudes a encontrarse con sus iguales. ¿Las masas comprenderían su sentencia?
Los dos hombres continuaron su camino, allá, donde el mastranto se seca, donde florecen las garzas. La conversación los absorbía de tal manera que apenas percibieron que estaba anocheciendo; lo divino y lo profano atraía sus mentes como tantas veces en sus largas faenas.
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Los revolucionarios siempre desarrollamos genuinos olfatos: observamos, analizamos las realidades detenidamente y cuando percibimos que la armonía se quebranta, aprovechamos la oportunidad y nos rebelamos.
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Nosotros bebimos de la épica de ustedes aunque nuestras circunstancias eran otras. Las adversidades, las sorteamos amalgamando espíritus y conciencias.
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Las revoluciones, si son auténticas, hermanan a los complotados. Nuestra gesta era legendaria y fue así como los mambises aceraron nuestro espíritu, Martí fortaleció las conciencias y cuando comprendimos el sentido de la oportunidad histórica, aportamos nuestra osadía.
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El tiempo repicaba sonoras campanadas. Las masas habían derribado el Muro de Berlín y su mensaje fue contundente: las barreras entre humanos estaban prohibidas; y cuando la Unión Soviética se resquebrajó en mil pedazos, desnudaron la fragilidad de la redención que intentaron. El feroz unilateralismo traspasó las pieles de los sufrientes y no hubo alternativas; Rosa había vaticinado el porvenir, el retorno de la barbarie, el fallecimiento del socialismo. Ese fue el instante que aprovechamos y nos alzamos.
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Un momento oportuno con tu POR AHORA: las conciencias despertaron y retornó la esperanza; atrás quedaron las tesis ignominiosas del fin de la historia y de las ideologías. Chávez, sigamos; nos aproximamos a nuestro destino.
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Si, Fidel, apresuremos el paso. Estoy muy cansado.
El caos reinaba en el orbe, la especie humana sobrevivía subyugada a un poder omnímodo que le prohibía pensar, sentir, soñar. Como una pieza más del engranaje de la lógica del capital, extravió su género y al trastornar lo divino, impuso lo profano.
El capitalismo se había desarrollado en siglos arrasándolo todo y en su expresión imperial, la globalización neoliberal, el cruel sistema de explotación diluyó cualquier atisbo de justicia.
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Sigamos, Fidel, antes de que se cumpla tu sentencia.
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La recuerdo, Chávez. Fue en Río de Janeiro en 1992 cuando afirmé, enfáticamente, frente a un nutrido auditorio convocado por las Naciones Unidas para debatir acerca del Medio Ambiente y el Desarrollo: "Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo".
El humano es una totalidad maravillosa, la suma de armónicas individualidades, auto creador de un mundo históricamente reconocible y determinable; nació de la naturaleza y retorna constantemente a ella para domeñarla y servirle. Es el llano, la sabana, la extensibilidad de la magia de un cielo y mar confundidos, del tiempo de las leyendas y coplas, de la brisa que acaricia las mentes bulliciosas.
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Somos campesinos, Fidel. ¿Será casualidad o destino histórico? Quién sabe. Naciste en Birán, en la finca de tus padres, extenso latifundio cercado por casas sencillas a orillas del Camino Real en la Provincia del Oriente. Yo, en cambio, nací en Sabaneta de Barinas en una humilde vivienda de tierra apisonada con paredes de bahareque y tejado de palma.
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Chávez, provengo de una familia pudiente, más no mezquina, en cambio tú fuiste un niño pobre…"un pata en el suelo de los pata en el suelo" como acostumbras decir. Ambos crecimos en el ejemplo de la vida y la realidad social circundante; bebimos en las bondades y la justicia, en la solidaridad y la generosidad junto a nuestros iguales, campesinos y campesinas humildes regados por el mundo.
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Así es, Fidel. Fui un niño pobre pero muy feliz, pleno de amor, andariego como el que más, confundido entre gentes que me enseñó a leer el lenguaje de las injusticias y las esperanzas postergadas.
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Son las interminables voces del silencio que nosotros quebrantamos con nuestras epopeyas. Chávez, nuestro encuentro no fue obra de la casualidad; estábamos destinados a hermanarnos en el afecto para quebrantar lo profano y construir lo divino.
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Somos dos Quijotes que intentamos enderezar entuertos. Padre, dame un abrazo; me duele el alma.
Y en la llanura profunda, en las cercanías de un río, se escuchó el cantar bravío de dos intrépidos soñadores.
MI REBELDÍA IN CRESCENDO
El Olimpo le ofrendó una tierna primavera. Dudó y en la duda interrogó al río de la historia: ¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Qué destino me depara la extensibilidad del llano? Los briosos caballos le brindaron respuestas:
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Por aquí pasó el "último hombre a caballo", auténtico guerrillero revolucionario que acompañó en sus lides al mocho Hernández, también a Castro, el traicionado por Gómez, le contaba José Ruperto, anciano de la época y compañero de tan aguerridas correrías.
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¡UF!, cómo no recordar al catire, le comentó Petrica, pícara viejecilla vecina de Elorza. Pedro Pérez Delgado, hijo del coronel zamorista Pedro Pérez Pérez, otro guerrillero guariqueño, conoció la valentía a los quince años cuando, a pedido de su madre, vengó el encargo que el sinvergüenza de Macías le dejó a su joven hija en la barriga. ¡Que su escapulario proteja siempre a sus herederos!
La sed sobre sus orígenes lo angustiaba, le urgía resolver tanta incertidumbre; nunca se cansó de su prédica a los desmemoriados.
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Fue un endemoniado asesino, repetía sin cesar Marta Frías, su bisabuela materna. Y el niño, trasgresor, contumaz curioso, atinaba a desenredar la verdad de sus tiempos.
La joven república venezolana había heredado la proeza inconclusa de Bolívar; la Patria Grande fue un sueño postergado. Los godos oligarcas se encargaron de la afrenta, una constante en la historicidad de los pueblos desamparados y hambrientos.
El siglo XIX, sediento de poder, enfrentó a civiles con militares, federalistas contra centralistas, liberales y conservadores en una aparente disputa ideológica. La reinserción neocolonial en el mundo del capitalismo librecambista poco pudo hacer por los ancianos esclavos, peonaje moderno, ni por la masa campesina necesitada de abrigo, alimento, letras y virtudes.
El Nacionalismo lo aprisionaba todo, el caudillismo desnudaba realidades de tres o cuatro personajes que bañaron de sangre y muerte al frágil Estado Nacional, rural y atrasado…"Cuando muere Bolívar en 1830, se despiertan todos los demonios; la Patria se divide en pedazos por el mal gobierno de unos y otros". Alzamientos, cuartelazos, asonadas, revueltas, pronunciamientos, rebeliones, revoluciones coparon el escenario de la carnicería de un siglo sin fin.
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Huguito, Huguito. Levántese mijo, que debe ir a la escuela. Le envolví las "arañas" para que las venda y compre alguito para el almuerzo.
Absorto en sus pensamientos, recreaba episodios de su Sabaneta querida: ¿Soy, quizás, el heredero de Maisanta, parte de ese río rebelde de la historia de guerrilleros alzados en armas en pos de la soberanía nacional? ¿O llegué por azar, preñado de circunstancias, para fundirme en la hazaña de la redención social? Las injusticias me incomodan, la pobreza debe tener alguna solución. Rumiándolo todo se dijo: ¡Encontraré el escapulario!
El humano es un desprendimiento del género, herido en su unicidad animal, trastornó la armonía de su universalidad. ¿Cómo y por qué se extravió? ¿En cuántos desgajamientos se fragmentó? ¿Es posible su reencuentro?
Los fragmentos se desconocen, el antagonismo se impone, las relaciones sociales son sólo una parodia. Es la misma historia que fluye sin ambages, la perdición del sentido del ser y de la vida, una lucha incesante que agobia, agota. Es lo justo y lo injusto en un enfrentamiento laberíntico de depreciación y vacío. ¿Puede reconciliarse el humano en su integralidad, dibujar su totalidad en el mundo relacional? ¿Es factible pulverizar la pobreza?
Las prohibiciones absurdas y arbitrarias siempre le incomodaron y por ello trasgredió sus fronteras, impuso los límites de su conciencia. Se decía a sí mismo: "Desde muy niño fui llenándome de rebeldía contra todo lo establecido y lo expresé de distintas maneras, quizás inspirándome en algunos valores sacados de mis lecturas y de mis experiencias," también de la rebeldía silenciosa de mi abuela y las sabias enseñanzas del Padre Velásquez, hombre humano y progresista, ajeno a las arbitrariedades de la iglesia de la dominación.
El mundo se enfrentaba entre sí, las fronteras se habían desdibujado, los débiles sufrían las rémoras de una ambición indetenible. La guerra fría enfrentaba sistemas que supuraban argumentos en contra de la felicidad, de la alegría: el capitalismo inhumano de occidente apabullaba al socialismo real y éste no supo contener la ignominia. Las protestas no cesaban, las consignas tampoco. ¡Yankee go home: retírate de Vietnam!, y el mayo francés y la teología de la liberación y el vil asesinato del Che, todo confabulándose para que los jóvenes sumaran, desbordaran sus energías.
Y él rememoraba a Fidel, el Comandante de los barbudos de la Sierra Maestra; en la nocturnidad de las tinieblas, el hilo de la afectividad los conectó para siempre:
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Recuerdo haber escuchado por radio que el Che estaba en Bolivia, y yo me pregunté: ¿Por qué está sólo? Una vez se lo conté a Fidel: Fíjate como es la vida, Fidel. Yo tenía 13 años y oía por radio que el Che estaba en Bolivia y lo tenían rodeado. Era un niño y pregunté: ¿por qué Fidel no manda unos helicópteros a rescatarlos? Me imaginaba una película. Fidel tienes que salvarlo. Cuando mataron al Che: ¿Por qué Fidel no mandó un batallón, unos aviones. Era infantil, pero demostraba una identificación absoluta con ellos, un punto de vista marcado por las simpatías que percibía en Barinas hacia ambos líderes.
Vivía en Barinas e incursionaba ocasionalmente en la protesta callejera, en las conversaciones sobre política, sin filiación partidista ni protagonismo personal.
El trajinar de su conciencia y paradójica existencia fue constante; cuando la mente dudaba, el corazón le respondía con certezas. La ingenuidad de la primera infancia, el tierno sabor de los pechos que amamantaron su rebeldía, los briosos caballos deambulando por las sabanas y una hermosa mariposa amarilla guiaron su alto vuelo.
El recorrido juvenil era incesante, también las chácharas, el baseball, los estudios, las muchachas, la política:
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Hugo, le decía su hermano Adán, es importante militar en un partido político y de izquierda. Las pintas, las protestas callejeras son insuficientes, necesitamos formación teórica y líneas de acción concretas; acompáñame un día de éstos a nuestras reuniones del Movimiento de Izquierda Revolucionaria –MIR-.
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Adán tiene razón, adujeron Federico y Vladimir, sus compañeros de la vida. Tú tienes potencial para sumarte a nuestra lucha; quizás algún día te encuentres con Maneiro y la Causa R; mira que la lucha armada no es cualquier cosa.
La izquierda militante en favor de la libertad, la igualdad, la justicia y la fraternidad heredera de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Francia Revolucionaria de 1789, quebradiza ideológicamente, reverdecía; la teoría social marxista esbozaba pinceladas en América Latina.
El viejo profesor Ruiz Guevara, comunista acerado y apasionado por la historia les explicaba:
A comienzos del siglo XX, desde el viejo continente europeo, arribaron a la Patria Grande algunos obreros anarquistas, socialistas, con ellos germinó la semilla del marxismo que se multiplicó desde el sur hacia el norte. Los debates ideológicos fructificaron en los nacientes movimientos sindicales y obreristas; Julio Antonio Mella, José Carlos Mariátegui, Aníbal Ponce y unos cuantos más sumaron sus argumentos en pro del desarrollo nacional y continental.
La Patria de Bolívar, sumida en la feroz dictadura de Gómez, vivía episodios esporádicos de rebeldía juvenil. La Generación del 28 se alzó en varias oportunidades contra el régimen pero el exilio los congregó con otra poblada juvenil quienes, en debates calurosos, abordaron algunas tesis del marxismo.
Las arengas de Pío Tamayo, enclaustrado en la mazmorra del Castillo de Puerto Cabello, no cesaban: Vamos compañeros, luchemos a rabiar. Derribemos este gobierno en contubernio con el miserable sistema capitalista. Liberemos las mentes del cepo que las oprime, aboguemos por la justicia y la igualdad social. Nuestro destino es edificar otra vida social de semejantes libres, dignos e iguales: el Socialismo.
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Discúlpame, Maestro, comentó Chávez. No entiendo muy bien tus lecciones. Me hablas de anarquismo, de socialismo, de marxismo y para mí son expresiones que aún carecen de significado; si puedes ampliarlas sería excelente.
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Mira Hugo, te ofrezco esta biblioteca; lee, escudriña, alimenta tu pensamiento; quien sabe que te depare la vida, le respondió Ruiz Guevara. Las guerras mundiales nos legaron un reto: la comprensión del antagonismo entre los sistemas capitalista y socialista para luego ubicarnos en el quehacer de las rebeldías populares.
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Eso está muy bien, Maestro, pero por ahora mi preocupación es otra. Venimos del campo y de la pobreza, de la orfandad social. Mis padres, maestros ambos, hacen esfuerzos incalculables para darnos una buena educación. Yo, en cambio, …aprendí del cura Velázquez- además de lo que ya había aprendido de mi abuela, a estar del lado del que caía en una desgracia, del lado de quien estaba en una situación de dolor; en suma, del lado de los pobres; sabia enseñanza que nunca he olvidado. Me pregunto: ¿Se puede transformar tanta injusticia en justicia social? ¿Qué debemos hacer?
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Preparémonos, Chávez; la Historia suma proezas y debemos leer sus significados. La pobreza se diluye en justicia social con ideas redentoras, sangre, sudor y lágrimas y nosotros necesitamos quebrantar los instantes de la ortodoxia y del dogmatismo impuesto por la III Internacional Comunista –Komintern-.
El Telón de Acero caía abruptamente y las verdades sobre el socialismo real soviético afloraban. La intelectualidad revolucionaria y los políticos de los partidos de izquierda esgrimían otras tesis enriquecedoras de la teoría social marxista sobre filosofía, ética, estética, ontología y epistemología. Una vez más la Patria Grande avizoraba fisuras por donde penetrar y así exterminar los desmanes.
La algarabía no cesaba, los riesgos de desórdenes mayores debían evitarse. Fue entonces que una voz segura y firme intervino:
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En mi condición de Presidente de la Junta Patriótica de Venezuela celebro la caída del tirano Marco Pérez Jiménez, un esfuerzo valeroso, popular, cívico-militar. Los invito a que nos sumemos a los festejos populares con mesura, civismo y compostura porque se avecinan los tiempos de la construcción de la paz, la prosperidad y la felicidad que nos merecemos.
Era Fabricio Ojeda intentando aplacar los ánimos pero las caravanas, las marchas, la cohetería, las cantatas y poemas eran incontenibles. ¡Cayó la dictadura! ¡Huyó el tirano! ¡Al pueblo unido jamás se le vence! ¡Qué viva la Patria libre y soberana! Era el 23 de enero de 1958 presagiando, quizás, otros tiempos por venir.
Y los eneros se engalanaban de rebeldía; a su corta edad, las emociones intensas se tatuaban en el subconsciente. En la sabana de su añorada Sabaneta, los lugareños celebraban también: ¡Cayó Fulgencio Batista, otro tirano. Huyó ante la furia popular! ¡Que viva el pueblo cubano! ¡Arriba Fidel y la revolución de los barbudos!
Y la conmemoración fue realista, próxima. En la Plaza Aérea del Silencio se había congregado otra multitud para rendirle homenaje al líder y a la revolución cubana; visitaba al pueblo venezolano en señal de agradecimiento por su bondad y generosidad. Entre aplausos y vítores, consignas y lágrimas la muchedumbre gritaba: ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Que tiene Fidel que la bota yanqui no puede con él! Su intervención fue contundente, la patria chica se agigantaba rememorando a los patriarcas:
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…esta América está muy despierta para que pueda ser engañada. Esta América está muy en guardia para que pueda ser sometida de nuevo. Estos pueblos han adquirido una conciencia demasiado grande de su destino para que vayan a resignarse otra vez al sometimiento y a la abyección miserable en que hemos estado viviendo durante más de un siglo… Estos pueblos de América saben que su fuerza interna está en la unión y que su fuerza continental está también en la unión.
La buena nueva se extendió por el orbe y los "viejos y viejas tipas" corrieron presurosos para hacer de la palabra, acción revolucionaria: la Doctrina Monroe se trastornaría en el Incanato de Miranda, la Patria Grande heredera de la Abya Yala de Manco Capac y Mamá Oclo.
Las juventudes se alebrestaron, por doquier tarareaban a Alí:
Ándale muchacho corriendo,
Dale al pisón
Que no pisen tu corazón,
La patria es el hombre muchacho,
La patria es el hombre que no pisen,
La patria es el hombre…
La hora del clarín había llegado; la lucha social armada recorrió confines por la América adolorida. Fabricio alegó enfáticamente: "Esta es nuestra decisión, este nuestro camino. Vamos a las armas con fe, con alegría, como quien va al reencuentro de la patria preferida. Sabemos que con nosotros está el pueblo, el mismo que en todas las épocas memorables ha dicho presente ante todo lo noble, ante todo lo bueno, ante todo lo justo".
Y el campamento y sus miasmas diluyeron el calor sabroso del hogar y la familia; las mochilas desbordaron cantimploras de agua y latas vacías; la incertidumbre y la desdicha subsumieron la tenue sensación de otra patria posible; los proyectos y los sueños viajaron por los empinados y abruptos senderos en las noches sin luna.
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Adán, tengo un gran conflicto, creo equivoqué mi decisión. Cuando arribé a la capital para honrar el juramento que le hice al látigo Chávez, la casa de los sueños azules me atrapó; ahora soy soldado de la patria asignado a Cumaná y en ella constaté los últimos y dolorosos reductos de la guerrilla venezolana. Ya lo decidí: me iré del ejército y proscribiré de mi existencia cualquier posibilidad armada.
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¿Te volviste loco, Hugo? Después de tantos sacrificios pretendes excluirte? Conversemos; la lucha se nutre de múltiples experiencias. Mis andanzas políticas las conoces bien y te puedo decir que el espíritu y la conciencia se robustecen en la adversidad y no en la calma.
Los recuerdos se agolpaban en su memoria, la pesadilla le robaba el sueño; el bisabuelo lo atormentaba, las imágenes se entrecruzaban: ¡Ve y desenvaina tu espada, las multitudes esperan por un hombre como tú. Tienen hambre de pan y sed de justicia! ¡No falles! ¡Nosotros iluminaremos tu camino!
Las contradicciones lo sumían en severos laberintos: Las lecciones teóricas aprendidas en el claustro militar contrastaban con las crueles realidades de las barriadas caraqueñas, los polémicos debates ideológicos entre los compañeros izquierdistas no le iluminaban el distante sendero. Pensaba:
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Ingresé a la Academia Militar como un rebelde sin causa, egresé en 1975 con una causa para la rebelión… una inclinación por la política, por la izquierda, por las ideas de izquierda. No hay duda. Yo tenía un sentido de la justicia, un sentido del equilibrio natural de la sociedad y me daba cuenta de que, en definitiva, ser de izquierda es querer la justicia, la justicia social. Siempre había tenido esa preocupación, por mis experiencias de niño pobre, por la doctrina social de la Iglesia. Querer un mundo justo… Eso estaba profundamente arraigado en mí.
La política de pacificación prosperaba; las debilidades y contradicciones habían asfixiado el esfuerzo redentor de los luchadores sociales armados. Quizás se impuso la táctica y no la estrategia, el inmediatismo y la espontaneidad del combatiente y no la conformación de un ejército de revolucionarios, tal vez el liderazgo subvaloró el valor de la vanguardia. Mientras algunos combatientes se sumaban a la legalidad burguesa, otros entonaban el himno del desconocido soldado: Ustedes lo hicieron muy bien pero, por ahora, no logramos lo que nos propusimos. Recojamos los aperos y preparémonos para nuevas situaciones. La esperanza renacerá en cualquier instante.
Y las entrevistas se prepararon con exactitud de joyería. La incertidumbre reinaba y la necesidad política era mutua: en los predios de Cumaná había germinado la primera célula del Ejército de Liberación del Pueblo Venezolano –ELPV-, en el seno de las fuerzas armadas debía preservarse la presencia del Partido Revolucionario Venezolano –PRV- y urgían las definiciones sobre la incorporación de obreros y estudiantes a los planes de la insurrección cívico-militar.
Chávez dudaba y en la duda cabalgó sin desenfreno por caminos inciertos: mientras cumplía a cabalidad con sus deberes militares, conspiraba clandestinamente en contra del putrefacto estado capitalista.
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Ser bolivariano en estos tiempos es una temeridad, pero me arriesgo. Nuestros planes y experiencias difieren de las propuestas que hemos conversado con algunos compañeros de la izquierda desprendida de la guerrilla y la subversión; algunos han perdido el rumbo y andan dando tumbos por la vida sin compactar ni definir una posición coherente, homogénea, una línea estratégica para la acción revolucionaria.
La conspiración crecía entre escondrijos y pasillos, silencios y complicidades, delaciones y adhesiones. Los encuentros se multiplicaban, las células crecían en el seno del ejército y la aviación, también las conexiones tácticas con Hugo Trejo y su gente y con William Izarra y el Movimiento Revolución 83 -R83- luego ARMA.
La formalización del movimiento se concretó en diciembre de 1982 cuando Luis Felipe Acosta Carlés, Jesús Urdaneta Hernández, Raúl Baduel y Hugo Chávez juraron en Maracay, frente al Samán de Güere: ¡No descansaremos y nos inmolaremos, si fuese necesario, hasta liberar la Patria Grande del yugo que la oprime; sólo así le reintegraremos la dignidad y el decoro al pueblo venezolano! ¡Lo juramos! Había nacido el Ejército Bolivariano Revolucionario 200 –EBR-200-.
La ideología fue el área medular de las diferencias, cada grupo esgrimía sus propias tesis, también la indefinición sobre las tácticas y estrategias insurreccionales. Se preguntaba: ¿El marxismo-leninismo puede inspirar a los militares rebeldes formados en la idiosincrasia prusiana? ¿Los compañeros de la izquierda están dispuestos a suscribir el bolivarianismo que profesamos los militares? ¿Cuál es la vía a transitar: la insurrección armada propuesta por el PRV, la huelga general sugerida por la Causa R o una rebelión sui-géneris? ¿Quién liderará a quién, quién se supeditará a quién?
La teoría social marxista, impregnada aún de dogmatismo y ortodoxia, recreaba algunas novedades. Ludovico Silva había engranado la filosofía con la literatura; José Rafael Núñez Tenorio, la epistemología con la historia; Domingo Alberto Rangel y Germán Carrera Damas leyeron genuinamente el devenir de la región latino-caribeña y las relaciones de poder en Venezuela; Héctor Malavé Mata y José Silva Michelena elucubraron un nuevo paisaje de la situación venezolana valiéndose del sistema categorial marxista.
Los debates se multiplicaban, su intensidad presagiaba síntomas de ruptura.
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Compañeros: ¿Cómo puedo suscribir el marxismo si conozco poco? Nunca he leído El Capital, sólo algunos elementos pero de forma dispersa como el Manifiesto Comunista de Marx y Engels; a Lenin en ¿Qué hacer?, Imperialismo, fase superior del capitalismo, El Estado y la Revolución; al Che Guevara en Guerra de Guerrillas y el Libro Rojo de Mao Tse Tung; ustedes, en cambio, tienen formación marxista euro centrista. Por ética, debería conocer esta teoría social a fondo para declararme marxista; tal vez, cuando el tiempo y las circunstancias lo permitan, profundice en su estudio.
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Quizás compartamos inconsistencias teóricas en algún terreno, comentaron Douglas y Alfredo, es nuestra obligación superarlas. Ustedes, los militares, tienen fortalezas en la Historia de Venezuela y el pensamiento bolivariano y nosotros, apreciaciones peculiares. Sumemos las coincidencias, superemos las debilidades.
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El marxismo es invalorable como ciencia, filosofía, política, pensamiento y método, precisó Chávez; Marx y Engels, fuentes inspiradoras insustituibles para cualquier hecho revolucionario sólo que en este momento percibo inapropiado el uso de sus categorías y tesis para fundamentar nuestro movimiento en una sociedad atípicamente capitalista como la venezolana donde la masa obrera aún no define los escenarios de la lucha de clases. No descarto su integración, a futuro, en un sistema ideológico propio.
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Además, agregó Chávez, entre mis compañeros siempre he notado cierta reserva con ustedes por sus convicciones ideológicas, perciben el marxismo como algo negativo, hostil; no están preparados para ir hasta ese nivel ya que sus fundamentos son la antítesis de la idiosincrasia prusiana que recibieron en su formación militar.
El tiempo transcurría, las persecuciones y delaciones prosperaban, también la unión cívico-militar del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 -MBR200- mientras el bamboleo ideológico y pragmático emergía como una posibilidad para asfixiar la posibilidad redentora. Y la decisión se adoptó:
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…tengo grandes elementos protestatarios, de justicia social, de lucha por la igualdad, contra la dominación, ¿eso es marxismo? Bueno. Como decía Fidel en Cuba, si eso lo llaman bolivarianismo, estoy de acuerdo. Si lo llaman marxismo, estoy de acuerdo. Lo importante es estar allí en el centro de una lucha, si es marxismo o no es marxismo, no es lo que me inquieta. Lo que si me inquieta es que esa apreciación de la realidad, esos mecanismos de analizar realidades para inyectarlos a un proceso de transformación estén ajustados a eso, que no sean utopías puras ni el quijote contra los molinos de viento, sino que tengan fundamentos objetivos de análisis.
Las cartas estaban echadas, los quijotes se preparaban para la contienda ¿de lo divino o de lo profano? El acertijo se resolvería en el tiempo…
LA HISTORIA ME ABSORVIÓ
Los hombres, estupefactos, desconocían el entorno; la majestuosidad del Nevado candente les subyugaba el alma:
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¿Aramos en el mar? ¿Se avecina otra felonía?
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Quizás las revoluciones, cuando son inauténticas, se deslizan por el precipicio.
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En el Infinito encontraremos las respuestas.
El Universo les mostraba su limpidez y elocuencia, las clarinadas del viento adocenaban cualquier perturbación; nada podría afectar tan fantástica aventura. Se contagiaron del entusiasmo de los lugareños, el éxito dependía de sus bondades.
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Mucho cuidado con el soroche, les alertó Aureliano. Las noches son tenebrosas en la montaña, los aullidos de dolor se esparcen de tal manera que constriñen las vísceras; quienes intentaron treparla no regresaron a sus hogares.
Las cavilaciones no cesaban, la mente bullía ante el sugerente eco; convencidos que su empeño vencería cualquier arbitrariedad, dispusieron sus ánimos.
El recorrido comenzó al despuntar el alba, las disertaciones también:
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Empeñamos nuestras vidas en favor de los más humildes, fracturamos los siglos de calma pero la inconclusión fue nuestra gran derrota. ¿Erramos el sentido de la oportunidad? se preguntó el líder de los campesinos.
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El humano es un misterio, quizás, una pasión inútil, le respondió el estratega; huye despavorido ante la menor desgracia. Su disgregación es de tal magnitud que cualquier empeño integrador fracasa; tardará en enrobustecer su espíritu para disfrutar las delicias de la libertad.
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Coincidimos en que el hombre es un ser de nervio, sangre y razón, precisó el filósofo; preñado de miserias individuales, vive desubicado en el ámbito de las relaciones sociales. Su mayor fatalidad es no tener con sus semejantes un común sentir de lo que le conviene a todos; el extrañamiento que padece lo impele a la irracionalidad y al egocentrismo.
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¿Cómo se podrían aplacar esas miserias individuales? preguntó el soldado. Vivimos tiempos de capitalismo brutal y desintegración social, desideologización y a historicismo.
A lo lejos, la Tierra de Gracia exhibía un paisaje desolador: sus moradores deambulaban entre el amor y el odio, el bien y el mal, la bondad y las bajas pasiones, los instintos primarios individualistas y los valores genuinamente humanos. El abandono amoroso del uno en el sí, en el otro, entre todos, era prácticamente imposible como sanar las alas rasgadas de la mariposa amarilla.
El viento fresco acariciaba las mejillas, nada perturbaba sus ánimos; los fieles compañeros pastaban apaciblemente, conocían muy bien los secretos del entorno.
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La historia me cautivó para siempre, insistió Hugo. He navegado por sus intersticios pero no logro descifrar por qué las revoluciones en pro de la humanidad son derrotadas; quizás sólo fueron rebeldías sin fundamento.
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Las revoluciones son un asunto complicado, adosó Simón; los cambios o son totales y radicales o son la nada. Esa fue la orientación que le dimos a la revolución de independencia pero una cosa fue la guerra entre americanos y españoles y canarios y otra la estructuración de la nueva República. La oligarquía hizo caso omiso de mis decisiones en favor de los más frágiles, esclavos y naturales de estas tierras, y henos aquí sumidos en la más absoluta abyección.
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La nuestra, alegó Ezequiel, anti oligárquica en esencia, refrendó la nueva era de la Federación Colombiana que tú pariste, Simón, pero sólo bastó un instante para truncarla. Una bala traicionera cegó mi vida y el esfuerzo de los campesinos y desposeídos sucumbió ante los godos conservadores y los impostores federales.
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Nuestro pueblo, especificó Samuel, sometido a la miseria, al fanatismo y a la superstición divaga en la orfandad. Su genuinidad, dilapidada por la espada y la cruz, navega entre el oleaje de la ignorancia y la omnisciencia, causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros.
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Es que los hombres y las mujeres cuando no quieren ser libres se cobijan en una libertad ficticia signada por el imperio de las armas, reafirmó Simón. El fanatismo ha depravado tanto sus espíritus que terminan amando más las cadenas y no los vínculos sociales que los hermana a sus semejantes.
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Esta excursión nutrirá nuestra osadía, refirió Hugo, rebelión que ustedes inspiran contra el Estado capitalista venezolano, putrefacto y maloliente. Nos hemos preparado durante años en la clandestinidad convencidos que lo revolucionario es un concepto de vida que lleva implícito cambios radicales y totales de un modelo, de una sociedad; no nos interesa emular espejismos de etapas preteridas, los cambios cosméticos y superficiales nos son ajenos.
El paisaje los ruborizaba, la belleza obnubilaba sus ojos. Dudaron: ¿Nos dirigimos hacia un volcán extinto o durmiente? ¿Y si se despierta? Imaginarlo siquiera impregnó sus abrigos de un frío sudoroso. ¡Tal vez sólo sea una montaña más de los Andes centrales! Si es así, ¿desnudará para nosotros sus inquietudes?
La ocasión era única, nunca antes se habían congregado cuatro majaderos de la historia. La perseverancia era inobjetable, la trama a considerar de indubitable valor. Los tiempos turbulentos se avecinaban, la unipolaridad del gran capital arrasaba cualquier vestigio creador.
El apresto se había activado, el MBR-200 copaba espacios inigualables. El pregón crecía, los afectos rodaban con impaciencia; el Bolivarianismo Nuevo subyugaba conciencias, la parsimonia de años cedía a instantes de locura; los movimientos, rápidos y lentos, de avances y retrocesos copaban el escenario social.
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Compañeros: Nos congregamos en el afecto y la urgencia para discernir sobre la Utopía Concreta Robinsoniana; necesitamos sumar adeptos, viejos y viejas tipas dispuestas a blandir la espada salvadora, urgió Chávez.
Y los aplausos no se hicieron esperar, también los himnos de la alegría:
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¡Rodilla en tierra nos rendimos ante el noble pueblo venezolano! gritaron los majaderos. ¡Desenvainemos nuestras espadas. Reeditemos la epopeya de nuestros ancestros: Espartaco, Jesús el Cristo, Guaicaipuro, Túpac Katari y muchos más!
Robinson meditaba, escéptico; interrumpió la conversación, sospechaba que sus aforismos tenían relación con la disertación:
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Explícame, Hugo, ¿por qué hablas de utopía? Mientras te escuchaba rememoré mis andanzas junto a Robert Owen por la convulsionada Europa de los siglos XVIII y XIX; las contradicciones sociales y económicas engendradas por el Capitalismo Librecambista se agudizaban. Debatíamos, en ese entonces, sobre la justicia social y elucubramos algunas tesis sobre la mancomunidad entre el Estado y los sectores productivos en asuntos como el trabajo manual y el intelectual, el talento, el capital, la herencia, la propiedad. Hoy, en pleno siglo XXI, el debate de ideas es prolijo; nosotros merodeábamos, apenas, por el utopismo socialista.
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Sí, Maestro, nos inspiramos en ustedes tres y muchos más porque nos hermana la misma obsesión: el destino del humano, de la sociedad y el orbe. Avizoramos una sociedad distinta, más humana, democrática y solidaria donde las capacidades de pensar, inventar y crear medios diferentes, potenciadas, desdibujen el individualismo en la hermosa marea de otra vida social entre semejantes.
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Que no se hable más, sentenció Robinson. Increpemos al ostracismo, derrotemos la abulia. Los pueblos necesitan aprender y sentir que la fuerza material reside en la masa y la moral en el movimiento para hacer de la América el modelo de la buena sociedad, sin más trabajo que adaptar. Si todo está hecho, en Europa especialmente, debemos tomar lo bueno y dejar lo malo atrás, imitar juiciosamente y lo que haga falta, inventarlo.
Los ánimos se enardecieron, la unicidad quebrantó la quietud del momento; las consignas afloraron, los camélidos aflojaron el paso:
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¡Salud y Libertad para los venezolanos! –gritó Ezequiel- ¡Que las cadenas se diluyan para siempre!
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¡Pariremos la Patria Grande! ¡El bien inestimable de la unión nos espera! sentenció Simón.
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¡Inventemos la América, edifiquemos sus instituciones; se nos acaba el tiempo! enfatizó Samuel.
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¡Consagremos nuestra hermandad para siempre! solicitó Chávez.
Los cuatros hombres titiritaban de frío; cansados de tanto trajín, se sumieron en un profundo sueño. Los sobresaltos eran constantes, también los gritos de angustia: Zamora soñaba con su asesino, no lograba verle el rostro; Bolívar se removía intranquilo al grito: ¡Longaniza, longaniza! mientras que Samuel se paseaba de un lado a otro intentando resolver el acertijo. La calma llegó con el silbido de Chávez; vigilante perenne de la bruma y la espuma, entonaba su canción preferida:
Linda barinas tierra llanera
Caminos de palma y sol
Cuando se pintan tan linda
Allá entre las tardes
Y se embellece el paisaje
Pinceles de un arrebol…
La palabra fluía, versátil, intensa, también el ejemplo milenario; la tríada no tenía intención de desaprovechar la oportunidad para concluir lo inconcluso: el proyecto de nación. Las ideas ululaban entre sí: ¿Cuál modelo de vida social dibujarían? ¿Podían enlazar los siglos? ¿El enciclopedismo ilustrado de Bolívar, el socialismo owenniano de Rodríguez y el federalismo de Zamora alimentarían las conciencias de los rebeldes? ¿Serían capaces de diseñar un modelo de vida social entre semejantes antagónico al viejo y obsoleto sistema opresor? Necesitaban disertar más sobre el Bolivarianismo Nuevo; los parlanchines de siempre se mofaban de sus argumentos.
Chávez, intuitivo cómo era, leyó la duda en sus miradas; el corazón le latía apresuradamente, conversaba con gigantes de su Olimpo personal.
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Les debo una explicación. Nuestro movimiento es nacionalista, anti neoliberal, anti-explotador y antiimperialista. En nuestras andanzas conspirativas hemos tropezado con mucha gente, unos políticamente más evolucionados que otros; su acervo nos nutre, también el estudio incesante. Estamos convencidos que no hay revolución sin teoría revolucionaria; el pragmatismo y el mecanicismo nos conducirían a un ensayo fracasado como tantos en la historia rebelde. La idiosincrasia prusiana de nuestra formación militar permea nuestras conciencias y por eso rechazamos las versiones paradigmáticas del mundo de hoy: el capitalismo occidental democrático burgués y el comunismo de la Unión Soviética signado por la sociedad sin clases, sin Estado, la igualdad absoluta. Por ahora la historia nutre nuestro pensamiento.
Los Simones y Ezequiel escuchaban atentamente, no se atrevían ni a respirar para no extraviar la conexión afectiva que reinaba entre ellos. Las preguntas se agolpaban en sus labios, también la misma inquietud: ¿El Bolivarianismo Nuevo cohesionaría a los complotados en los atardeceres del siglo XX? ¿El éxito acompañaría esta vez a los bolivarianos?
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Nosotros decidimos inyectar nuestro pensamiento y acción con elementos nuevos. ¿De izquierda, de derecha? ¿Dónde está el límite? – se preguntó Chávez-. En el actual contexto internacional necesitamos reafirmar la conciencia histórica de un pueblo extraviado de lo que fue, lo que es y lo que puede llegar a ser y así enhebrar el pensamiento de ustedes con el nuestro y la masa. La universalidad necesita trastocar la separatidad por instantes para que el espíritu se funda en el Bolivarianismo Nuevo, simiente del Modelo Original Robinsoniano, ideología fresca, floreciente, original, autóctona, síntesis de tres identidades hermanadas en el devenir de la Patria Grande que irrumpe en este mundo desideologizado para subvertirlo. Es, en suma, una bandera ideológica para la lucha ideológica.
El diálogo se interrumpió un instante, necesitaban acalorar los cuerpos. La camaradería reinaba entre ellos, las tensiones se distendían. Chávez los incitaba a beber bastante café, los operadores instalaban los equipos y pronto saldría al aire el Aló Presidente en un tiempo inestimable.
Las carcajadas resonaron en la Pampa Argentina y mucho más allá. Los majaderos, impávidos, temían que la ocasión se prolongara infinidad de horas; ajenos a las realidades cotidianas, no les quedó más remedio que disponerse…
¡Aló, aló, aló… probando, probando! decía el técnico jefe de los camarógrafos y utileros, mientras Petrica, Apolonio, Jimena, Mario y Josué, fieles compañeros de los andantes, se acomodaban en sus puestos.
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¡1, 2,3… al aire Comandante!
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Muy buenos días a todos y a todas. El sol permanece oculto en estos parajes, la montaña siente nuestras ansiedades. Hoy nos acompañan estos tres vergatarios, hombres de nuestro imaginario y más dilecto afecto y consideración. ¿Cómo se sienten hermanos? ¿El soroche los ha perturbado?
Una tenue sonrisa recibió como respuesta.
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Iniciamos el programa de hoy, perdí la cuenta de su numeración…
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Nos congregamos aquí para disertar con Zamora, el hombre del pensamiento social, aguerrido portaestandarte de la causa revolucionaria campesina; con Bolívar, el estratega de todos los tiempos; y con Rodríguez, el más profundo y original de los pensadores revolucionarios de la Patria Grande; las ideas justas de los tres son nutrientes del Bolivarianismo Nuevo.
Mario interrumpió a Chávez para decirle:
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Por estos parajes corretearon mis ancestros junto a Bolívar, mis amigos lo saben. Heme aquí para dar testimonio de su gesta.
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Es verdad, Comandante, comentó Petrica. Mi mamá-abuela nos contó, en las noches de luna llena, las peripecias de Bolívar y sus descalzos y hambrientos soldados; ni la inclemencia del frío, ni la resequedad de los labios, mucho menos los miedos apaciguaron sus ansias de gloria patria.
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Los bolivarianos somos así, adujo Chávez. Henos aquí para reivindicar las vigentes ideas de Bolívar en sintonía con los aforismos de Rodríguez, y un poco más acá, con el pensamiento social de Zamora, sólo así conformaremos el sistema ideológico necesario para transformar la realidad de Venezuela y de América Latina. Metafóricamente lo llamamos el Árbol de las Tres Raíces, "un modelo ideológico autóctono y enraizado en lo más profundo de nuestro origen y en el subconsciente histórico del ser nacional", ejes vertebradores de las nuevas tesis que seguramente emanarán de otras fuentes del pensamiento como el liberalismo, el estructuralismo, el marxismo, el cristianismo y otros nutrientes del proceso revolucionario.
Los Simones interrumpieron la disertación, necesitaban hacer algunas precisiones:
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El Bolivarianismo es herencia histórica, aclaró Bolívar, síntesis del proceso emancipador que ha sido vilipendiado por los folkloristas que aducen un supuesto culto a la personalidad; intentan socavar la memoria y la fuerza creadora del pueblo, olvidan que la balanza política se inclina siempre donde esté la fuerza moral y física de la masa.
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Quizás lo de Bolivarianismo Nuevo nos remita a consideraciones recientes de gran valor, alegó Rodríguez; los tiempos de hoy difieren del ayer. Aprovechemos este momento estelar: hoy se piensa como nunca antes se había pensado, se oyen cosas que nunca se habían oído, se escribe como nunca se había escrito y esto hace que la opinión pública se incline por la reforma de la sociedad sin importarle donde reside la verdad; la voluntad de muchos vale más que la de pocos.
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Chávez –solicitó Josué-, explícanos un poca más sobre el Modelo Original Robinsoniano. Mis compañeros y yo emparejamos nuestro pensamiento con el de ustedes y no nos queremos quedar rezagados.
Un estruendoso sonido interrumpió el diálogo. Los cimientos de la montaña se habían removido; el aire se enrareció, el clima elevó sus temperaturas. Un sudor frío los paralizó, temieron lo peor: ¿El volcán había despertado? Las miradas proyectaban sus miedos pero éste se apaciguó cuando observaron a los simpáticos camélidos pastando apaciblemente.
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Que reine la calma, gritó Jimena; estas perturbaciones son cotidianas.
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Retomemos nuestro debate, invitó Chávez. Si tuviésemos celulares, el whapsat se habría reventado.
La risa afloró y también las reflexiones; la madeja de ideas y sentires debía desentrañarse cuanto antes. ¿Las conciencias despiertas por la historia era suficiente argumento para pulverizar la transnacionalización del capital? ¿Cómo podía evitarse la hecatombe que se avecinaba? La ideología de la dominación burguesa había penetrado profundamente en los intersticios conciénciales; dudaban.
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La Utopía Concreta Robinsoniana es la razón total, según las leyes de la transformación nacional, del Proyecto Nacional Simón Bolívar, síntesis dialéctica del horizonte a largo plazo, precisó Chávez. Es el estadio superior de la sociedad que tú concebiste, Maestro, para que los semejantes se consulten sus padecimientos individuales y sociales e inventen, en común unión, la mejor manera de satisfacer sus deseos y necesidades. ¿Será una utopía, simplemente, o el germen del socialismo real y concreto? El devenir, seguramente, parirá el milagro.
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Recuerda, Chávez, le apuntó Rodríguez, que los procesos revolucionarios son zigzagueantes y en su curso natural arrastran lo que encuentran y vuelcan lo que se les opone. Las leyes de la dialéctica son inexorables y los hombres que figuran en ella son sólo instrumentos del instante y de la necesidad.
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Exactamente, comentó Apolonio. Así se conjugan y oponen estas nubes, glaciares, ríos y montaña.
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Avancemos, propuso Ezequiel, nos embargan otras dudas.
La rutina apaciguó los ánimos, el clima se había atemperado; los andantes retomaron la marcha mientras observaban los murmullos de los lugareños. De repente le faltó el aire a uno de los Simones. Josué intervino inmediatamente, tenía experiencia en esos avatares.
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Será mejor que acampemos por aquí, propuso Mario, necesitamos recobrar las fuerzas; evitemos los riesgos innecesarios.
La fogata acaloraba los cuerpos y las provisiones, los estómagos. Chávez, mientras tanto, los recreaba con la leyenda de Florentino y el Diablo hasta que un leve silbido los adormiló profundamente.
Al otro día retomaron la jornada, el entorno les ofrecía sus mejores veleidades; se convencieron que eran los protagonistas de una épica milagrosa. Chávez continuó el hilo de la disertación:
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El Proyecto Nacional Simón Bolívar y su nutriente ideológica, el Árbol de las Tres Raíces, en su visión geoestratégica, nos permitirá pulverizar el sistema de dominación del régimen burgués y sustituirlo por el Modelo Original Robinsoniano.
Los majaderos y sus acompañantes observaban con atención a aquél hombre campechano y sus vapores de rebelión popular. El ambiente era cálido, de franca camaradería; renacía entre ellos la esperanza, no todo se había extraviado.
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Chávez, le dijo Bolívar, permíteme precisar algunas ideas. La revolución de independencia es un proceso inconcluso. Desde la abrupta ocupación de nuestras tierras y el exterminio de nuestros ancestros servimos para alimentar la acumulación originaria de capital del mundo que se globalizaba en su fase mercantil simple. Hoy, con este capitalismo fosilizado, desmedido en su afán acumulativo y crecimiento desmesurado del despojo, corremos el riesgo de extinguirnos como humanidad y como entidad planetaria.
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La balcanización de América Latina es de tal magnitud, refirió Chávez, que si no concretamos la Confederación entre los Estados seremos pulverizados de la faz de la tierra. Padre Bolívar: ¡Convoquemos al Congreso de Panamá, eso sí, sin agentes extranjeros, ni traidores!
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La castración de tan vil madrastra, España y de las nuevas potencias debe superarse cuanto antes, increpó Bolívar. Reafirmemos nuestra otredad, la epidermis lo evidencia: No somos ni indios ni europeos, tampoco americanos del norte. Somos los hijos de América, pequeño género humano cercado por dilatados mares, un compuesto de América y de África, la especie media entre los legítimos propietarios de estas tierras y los usurpadores españoles, africanos también por su sangre, carácter e instituciones.
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Esa es nuestra originalidad continental, reafirmó Rodríguez. ¡Basta ya de modelos extranjeros, de servilismo ante los poderosos! La sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos sólo pueden y deben ser referentes y no copias para el trazado de las nuevas repúblicas y sus gobiernos cimentados en la Educación Popular, en la Economía Social y sus dos pilares, la propiedad y los ejercicios útiles. Gritémosle al mundo: "La América Española es original, originales han de ser sus Instituciones y su Gobierno y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos".
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Inventemos, pues, la historia de nuestra América nos cobrará la afrenta, afirmaron los presentes. Somos la masa en movimiento y la moral nos impele a evitar nuevos errores.
El frío era insoportable, el hambre también, ocasión que aprovecharon los lugareños para preparar un sabroso sancocho. La tertulia prosperaba, no se imaginaban la sorpresa que les depararía la rugente naturaleza.
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¿Nos falta mucho para conquistar la cima? preguntó Zamora, es insano invocar los demonios en parajes tan misteriosos.
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Paciencia, respondió Josué, en cualquier momento la montaña develará sus misterios.
Las miradas se extraviaron, la imaginación revoloteó incansablemente; ya no tenían dudas, había expirado el fin de los siglos. La cresta sería remontada y lo vetusto renacería de entre las ruinas: la Patria Grande, idea persistente, proyecto realizable.
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Es por ello que nuestro nacionalismo, bolivariano, revolucionario, radical y vernáculo, afinca sus raíces en la fuerza popular y no en el viejo paradigma burgués de la cuestión nacional chauvinista de la Europa medieval, argumentó Chávez. Hoy, frente a la transnacionalización del capital, necesitamos trascender miradas estrechas y provincianas y construir, vía integración de los pueblos, la Gran Nación Latinoamericana; sólo así nos emanciparemos de la subyugación imperial.
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La Nación Latinoamericana es la más grande del mundo; su libertad, gloria, extensión y riquezas nos enaltece, expuso Bolívar. Nos une un mismo origen, lengua, costumbres y religión, pero nos separa la falta de un gobierno que sirva de barrera a las agresiones imperiales. Los invito para que "hagamos que el amor ligue con un lazo universal a los hijos del hemisferio de Colón, y que el odio, la venganza y la guerra se alejen de nuestro seno".
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Precisemos algo, Bolívar, alegó Rodríguez: Las repúblicas no se forman con hombres estúpidos, esclavos, pobres e ignorantes; quieren y necesitan vivir en una sociedad, libre y soberana, sin reyes ni congresos abúlicos, dueños de sus personas, de sus bienes y de su voluntad y así gobernarse según los dictados de su razón.
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Avancemos, entonces, concitaron los lugareños. Si somos la fuente de donde emanan todos los poderes, los depositarios de la soberanía nacional, conscientes del bien y del mal y de la medida de nuestra independencia, ofrecemos nuestra voluntad inquebrantable para levantar, sobre las ruinas, la Patria Grande. Cuando nos aproximamos a la meridianidad de la Tierra, proclamamos: ¡Todo el poder para el pueblo!
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¡Construyamos el Modelo Original Robinsoniano en sus dos nutrientes: el modelo de sociedad original y el modo de vida solidario y el Infinito nos regalará la utopía! vociferó Chávez.
Los ánimos se exaltaron, los abrazos fluyeron con energía. Las dudas se habían disipado, la común unión transpiraba vapores de redención. Sin embargo, aún faltaban algunos detalles y el ambiente se había enrarecido; el momento exigía extrema prudencia, necesitaban administrar con mesura las limitadas energías.
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Descansemos un rato, apuntó Josué. Si nos aqueja el soroche no podremos concluir la travesía.
La pausa los fortaleció de tal manera que se dispusieron, con nuevos bríos, hacia el destino final. La curiosidad los embargaba, los corazones latían de prisa; necesitaban concluir el debate.
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Nos proyectaremos en el Modo de Vida Solidario, concreción real del Modelo de Sociedad Original que esbozamos para América Latina, refirió Chávez. Construyamos sus pilares constituyentes: el individuo, la cultura y el sistema social.
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¿Por qué el individuo, Chávez? La vida social entre semejantes es la construcción más sublime de la humanidad, insistir en el individuo como actor social es retrotraernos a etapas preteridas. Recordemos que la sociedad no es más que la unión de semejantes, sus actos de humanidad, virtudes sociales, y sus sentimientos de predilección y compasión por las gentes, el germen de la sociedad original republicana.
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Yo agregaría, dijo Bolívar, que la suma de las individualidades equilibra o desajusta la balanza política. Si formamos ciudadanos que amen a la patria, a sus leyes y magistrados y excitamos la prosperidad nacional con el trabajo y el saber conquistaremos las garantías perfectas para un modo de vida solidario.
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Estamos de acuerdo, comentó Chávez. El individuo subsumido en la vorágine social puede y debe desarrollar su creatividad signada por la dicotomía existencial robinsoniana "o inventamos o erramos"; ese será el papel de la cultura concebida dinámicamente como eje transformador y revolucionario del aparato ideológico de la sociedad original.
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¡Que la opinión del pueblo sea el fundamento principal de la sociedad republicana!, interpeló Rodríguez. Fomentemos la crítica con instrucción popular, pública, general y social, fuente inagotable de todo lo bueno que hay en la sociedad, de su existencia misma como garantía de los derechos fundamentales del hombre, del ciudadano, de los semejantes.
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Nuestra primera tarea, cuando accedamos al poder político, informó Chávez, es convocar a las masas para que, en Asamblea Nacional Constituyente definan, en la nueva constitución, los rasgos del nuevo Estado Federal, de su Poder Público y su gobierno democrático popular.
Los lugareños se emocionaron tanto que contagiaron el entorno; sintieron profunda complacencia por los compromisos que se avecinaban, no evitarían ningún escollo futuro.
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¿Por qué un Estado Federal, Chávez? preguntó Bolívar.
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El Federalismo es la forma idónea para el restablecimiento de una República genuina, enfatizó Zamora. Garantiza que Venezuela no será patrimonio ni de la envejecida oligarquía ni de persona alguna; será gobernada por todos, por los libres comprometidos con el restablecimiento total de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
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Coincido contigo, Ezequiel, le dijo Bolívar; el sistema federal es el más perfecto pero exige virtudes y talentos que aún no tenemos; sus instituciones representativas son inadecuadas a nuestro carácter, luces y costumbres. En el devenir de la revolución de emancipación y en el postrero destino de la revolución campesina que tú lideraste se demostró cuán perniciosas son las disensiones y el espíritu de partido para el destino seguro de la Patria Grande; las grandes potencias siempre acechan y nuevos colonialismos pueden desbancar nuestra autonomía.
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Nosotros valoramos el sistema federal, comentó Apolonio, porque estimula el esfuerzo de las regiones para el conjunto total de la nación; pero somos cautos ante las sugerencias de ustedes.
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Hicimos una revisión exhaustiva del devenir del Federalismo en nuestra patria, replicó Chávez, y concluimos que la Venezuela del siglo XX necesita, geopolíticamente, una equilibrada y poli céntrica arquitectura de poder, pero al igual que los lugareños, acogemos las observaciones que nos hacen.
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Un Estado se conforma, como nación prudente, fuerte, experta y pensadora cuando privilegie entre sus semejantes los conocimientos sociales, corporales, técnicos y científicos, insistió Rodríguez.
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Es la mejor garantía para el ejercicio de un gobierno democrático federal, único que pone a disposición de nuestro pueblo la dirección y el manejo de sus propios intereses consagrados constitucionalmente, enfatizó Zamora.
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Los destinos de la República original y solidaria no deben depender, jamás, de una sola persona sino de las aptitudes que la sociedad le garantice porque la autoridad es pública, no personal, y se sostiene en la voluntad de todos, agregó Rodríguez.
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Así es, Maestro, refirió Bolívar. La forma de gobierno depende del carácter y las costumbres de los ciudadanos, únicos depositarios de la soberanía nacional, el problema es que pueden hacer de ella un saco o un sayo según mejor les parezca; su comportamiento suele ser ambiguo, a veces, guerrero, otras, evasivo como niños que tiran aquello por lo que han llorado.
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Coincidimos, comentó Chávez. Nosotros optamos por la democracia popular bolivariana como sistema de gobierno y expresión de la vida económica, social y cultural para la Venezuela del siglo XXI; es la garantía del protagonismo de la masa popular y de su despliegue eficaz en el control del poder y la toma de decisiones.
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La democracia es el sistema de gobierno susceptible de absoluta libertad, replicó Bolívar, porque es capaz de reunir en sí mismo poder, prosperidad y gloria. Sugiero que sus bases sean la soberanía popular, la división de los poderes públicos, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios.
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Tu legado constitucional, en Angostura y Bolivia, agregó Chávez, nutrió el Proyecto Nacional Simón Bolívar que transformaremos en Utopía Concreta Robinsoniana.
Un silencio sepulcral los abrigó de repente, el éter del glaciar les sofocó el ánimo: por fin habían arribado a la copa del firmamento; desde allí avizoraban los umbrales del abismo. La confusión les nubló la mente, el miedo les sobrecogió el espíritu; de repente una tenue silueta se presentó ante sus ojos-
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Soy yo, no teman; los estaba esperando. ¿Me reconocen? Soy el Padre de los Siglos, mi madre fue la Eternidad y los límites de mi imperio los señala el Infinito. Soy más poderoso que la muerte porque miro lo pasado, miro lo futuro y por mis manos pasa lo presente.
El venerable viejecillo, calvo y de tez rizada, portaba la hoz entre sus manos. La calma reinó en sus espíritus, la bondad impregnó el encuentro:
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¿Qué los trajo hasta aquí, la insignificancia de vuestro universo o la incertidumbre de sus verdades? Los esfuerzos, cuando tienen un destino sublime, coronan en la cima.
Sobrecogidos, aún, balbucearon algunas palabras:
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Ante tu inmensidad, somos simples mortales. Nos preocupa el humano, nos ocupa su destino. Extraviados en el fuego de las disputas pueriles, sufrimos la prisión infernal del sinsentido y necesitamos leer en la historia de lo pasado y en los pensamientos del Destino.
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Han coronado la cima del Chimborazo pero ahora deben retornar plenos de alegría y empeño. Aprendan de lo vivido y repiquen entre sus semejantes la verdad universal. Sólo ella se impondrá entre los hombres.
Y fue entonces que escucharon las clarinadas del insolente tanque ascendiendo a palacio. El aliento se les paralizó, el descenso se dificultó un poco: las rojas boinas, regadas por doquier habían quebrantado lo profano en aquella sorpresiva madrugada. ¿Qué les depararía el destino? ¿Lo divino, quizás?
ES MÁS QUE A MOR… ¡FRENESÍ!
El cielo encapotado anunció tempestad. Los recuerdos se agolpaban en su mente; eran su único refugio.
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Qué mal me sentí cuando llamé a rendición. ¡Qué vergüenza! La rendición es peor que la muerte. Yo, cuando rendí a mis hombres dije: Hubiera preferido la muerte, es decir, me derrumbé, yo iba derrumbado. Si al menos hubiésemos luchado hasta morir.
La noche enrarecía los ánimos. El palacio de Misia Jacinta, rodeado aún de pueblo, fungía de testigo. Las compañeras y compañeros más cercanos, atrincherados allí, persistían en su decisión de resistir, aún a costa de sus vidas. En ese momento repicó el teléfono, presintieron la llamada.
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Si me lo permites -le preguntó Fidel respetuosamente- después del relato que me hiciste sobre la correlación de fuerzas, me gustaría expresarte una opinión. Creo que puedo pensar con más serenidad que tú en este momento.
Chávez le contestó afirmativamente. Fidel continuó:
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No renuncies, exige condiciones honorables y garantizadas para que no seas víctima de una felonía porque pienso que debes preservarte. Además, tienes un deber con tus compañeros. ¡No te inmoles como Allende! ¡No dimitas! ¡No renuncies!
Las horas transcurrían. Los negociadores, preocupados, iban y venían; conocían muy bien al personaje y sus inteligentes habilidades para maniobrar en tiempos de conflictividad. Y fue así que tomó su decisión: miraría a sus captores directamente a los ojos; la llamada había sido determinante. La carta de renuncia, dispuesta en el escritorio presidencial, se quedó, allí, congelada…
Las emociones fluían por doquier, la pesadumbre corroía los espíritus; unos lloraban de tristeza y confusión, otros gritaban, a rabiar, su odio desmesurado. Mientras tanto, los generales golpistas ordenaban su arresto en una de las habitaciones del fuerte Tiuna, trajeándolo con uno de los monos de trotar a la usanza de cualquier soldado.
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Otra vez en prisión -se dijo-. La traición de mis compañeros de armas fue desmedida; la ambición de poder, la deslealtad hacia ese pueblo noble los sobrecogió de tal manera que engrosarán la lista de los innombrables en la historia. Otra vez enjaulado y sin derecho alguno; presiento que me silenciarán para siempre. Me urge hablar con alguien de mi familia.
Uno de los custodios, presto a auxiliarle, le facilitó un celular:
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Marisabel -dijo en tono grave y enfático- necesito que busques a un periodista, un medio de prensa de aquí o del exterior, y tú misma, que eres la Primera Dama, le digas al mundo que el Presidente no ha renunciado, está prisionero y cree que lo van a matar. Sí, esta noche seguro me van a sacar del fuerte para matarme, si esto no se denuncia antes.
Los vapores de la muerte lo acompañaban siempre; era consciente de los riesgos que enfrentaba desde que decidió conspirar en contra del putrefacto estado venezolano. La adrenalina le impedía descansar; en ese estrecho cuarto deambulaba de un lado a otro rememorando episodios de su tormentosa vida:
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Nuevamente el encierro, el aislamiento, la tortura. ¿Viviré una sorpresa similar a la explosión afectiva y emotiva que el gesto del grupo de militares del 4F92 generó en la población? Jamás calculamos que ese sentimiento tan noble florecería en convicciones políticas, en los tiempos por venir.
Los golpistas, aferrados a la inexistente renuncia, dudaban del trato que debían brindarle, dada su magistratura; temían el contragolpe popular. Mientras él observaba, extasiado, el majestuoso paisaje que le ofrendaba la bahía de Turiamo, por las rendijas del fuerte se colaban los exaltados ánimos de la plebe. Se dijo a sí mismo:
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Tranquilízate, Hugo. Ni el pueblo ni estos muchachos militares que intentan protegerme van a guardar silencio ante este atropello; percibo que algo va a ocurrir. Tanto esfuerzo, de tanta gente, tanto empeño durante tanto tiempo no puede ni debe perderse. Ni la Constitución Bolivariana ni la V República van a desaparecer de un plumazo. ¡Eso, jamás!
Una enigmática aureola envolvía la pasión desatada desde el POR AHORA; el descubrimiento fue inédito en la inesperada madrugada. Un grupo de jóvenes militares, alzados en armas, se cruzaron con sus vidas; hablaban el mismo lenguaje del Bolívar de sus altares, templo de sus afectos y resistencias ancestrales y no dudaron. Juraron con vehemencia: "Son de los nuestros, nos une el mismo destino. Hermanemos los esfuerzos, luchemos hasta morir y así resarciremos nuestro derecho a existir, vivir, soñar, amar... ¡Que cese para siempre nuestra orfandad!"
Sus andanzas en la clandestinidad habían rendido sus frutos. Las dudas y confusiones albergadas en los parajes cumaneses, alrededor de 1977, cuando presenció las torturas infringidas por sus compañeros de armas a los famélicos campesinos o ante las interrogantes insatisfechas de una lucha armada en declive, fueron superadas. Un par de granadas allí sepultadas presagiaron el alumbramiento: la fusión de las fuerzas militares y populares fue concebida.
Una congregación de jóvenes activos del ejército y la aviación más sus aliados militares y civiles: Trejismo, ARMA-R83, Causa R, Partido Revolucionario Venezolano -PRV-Ruptura-, confabulados en contra del Estado capitalista venezolano y sus decadentes instituciones, hermanaron sus esfuerzos alrededor del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 –MBR200-:
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Cuando fundamos el movimiento dijimos que la característica fundamental sería siempre la de un movimiento cívico-militar y que tenía que haber participación de las fuerzas populares, de la sociedad civil en cuanto a la planificación y a la conducción de la misma operación militar. Y mucho más, tratándose de un proyecto de gobierno revolucionario.
El pueblo venezolano tenía siglos resistiendo las embestidas de la espada y la cruz; su sujeción al poder omnímodo de la dominación burguesa apenas había sido quebrantada. La cultura política era ambigua, disgregaba lo social de lo político. El sujeto popular se agotaba en la lucha en pos de su sobrevivencia en un mundo donde las contradicciones entre la reproducción ideológica del capital y la reproducción del capital eran determinantes.
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"Todo el poder para el pueblo" fue nuestra principal consigna, el emblema de la democracia popular bolivariana que aupamos para trascender la representatividad democrática, herencia del iluminismo burgués destinada a soslayar la toma de decisiones políticas por parte de la sociedad civil. ¡Jamás permitiríamos que el pueblo siguiera cavando la tumba de su propia destrucción!
El movimiento popular, fragmentado, atomizado y carente de líderes vivía sus peores momentos después del 27F89, proceso violento, sin objetivo ni conducción, que aniquiló en el intento a la masa desbordada. Como depositario de la soberanía nacional, necesitaba imbricar lo político y lo social en su pensamiento humano, hacerlo verdad en la práctica, en la realidad y su poderío.
La duda corroía su espíritu, las ideas le fluían, tanto, como las añoranzas de sus correrías por las barriadas, campos y sabanas. Se preguntaba: ¿Cuán profundas son las huellas de la enajenación en la masa? ¿Su despolitización podrá superarse? ¿Protagonizarán una insurgencia cívico-militar? ¿Acudirán al encuentro? Recordó la osadía:
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Planificamos meticulosamente todo, no descuidamos ningún detalle; la insurgencia no debía fallar, pero fracasamos en el intento. Los compañeros de armas lo hicieron muy bien, a pesar de la delación de último momento. Los civiles comprometidos no se presentaron a la cita; las armas permanecieron resguardadas en algún sitio. ¿Quién se confabuló contra quién?
De repente, mientras una lágrima surcaba su angustiado rostro, reconstruyó el sonido de los pasos aproximándose a su celda después de días de aislamiento en la Dirección de Inteligencia Militar –DIM-; y a Pausides, su custodio, cuando dejó entrar al visitante:
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Te bendigo, hijo mío, le dijo el Padre Torbes, capellán militar. Oremos un poco; quizás encontremos en la biblia algún mensaje alentador para tu atribulada alma.
Y el temerario sacerdote, burlando las cámaras de vigilancia en el transcurso de la conversación deslizó, a hurtadillas, en uno de sus bolsillos, el falso billete que circulaba entre la gente con la foto de su rostro sustituyendo al de Bolívar. Al despedirse le susurró al oído:
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¡Animo Chávez! ¡Levántate! ¡El pueblo te quiere! ¡En la calle eres un héroe nacional!
Una extraña emoción recorrió todo su cuerpo, el corazón le latió con furia. Gritó: ¡Resucité! ¡Vuelvo a la vida! ¡Renace la esperanza! Y con la anuencia de Pausides, elevaron al cielo la plegaria popular que tenía entre sus manos:
Chávez nuestro que estás en la cárcel,
Santificado sea tu golpe,
Venga –vengar- a nosotros, tu pueblo,
Hágase tu voluntad,
La de Venezuela,
La de tu ejército,
Danos hoy la confianza ya perdida,
Y no perdones a los traidores,
Así como tampoco perdonaremos
A los que te aprendieron.
Sálvanos de tanta corrupción
Y líbranos de…Amén.
Las horas transcurrían lentamente, ignoraba qué acontecía en ese instante. El temor por la vida de sus querencias y el destino de su gente, lo angustiaban; no quería que se derramara una gota más de sangre, no lo soportaría. Continuó dialogando con su memoria, necesitaba aplacar sus temores:
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La revolución que nos propusimos para Venezuela ha germinado desde la rebelión 4F92. Es pacífica, pero no está desarmada; combina todas las formas de lucha en la concepción fabricista de la guerra del pueblo. Es total, no parcial; compendia la transformación total del Estado Venezolano. Tampoco es pragmática porque vincula en todo momento la teoría con la práctica. En esa dirección orientamos nuestros esfuerzos desde que nos involucramos en estos avatares.
El MBR-200, movimiento táctico cívico-militar, bolivariano y revolucionario, desplegado por toda la geografía nacional, había brotado clandestinamente en los COMANDOS DE ÁREAS REVOLUCIONARIAS –CAR-. Debatían las ideas del Árbol de las Tres Raíces, eje articulador de la Utopía Concreta Robinsoniana afín entre los conjurados, defensores del nacionalismo anti neoliberal y el capitalismo humanizado; planificaban también las acciones tácticas para el momento crucial.
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Nosotros nos reunimos con sectores de todo tipo: derecha, extrema izquierda, militares viejos, frente patriótico durante cinco o seis años; hicimos planes conjuntos, de apoyo técnico. Contábamos con que la parte civil del proyecto entendía la idea de la fusión cívico-militar; algunos trataron de cumplir, otros cumplieron a medias, la mayor parte no cumplió. No fuimos capaces de hacerlos entender… quizás el viejo temor a los militares, la división izquierda-derecha, viejos izquierdistas que no deseaban saber de la izquierda nueva; divisiones que nos afectaron a nosotros internamente.
La masa, informe aún, se abstuvo. El silencio fue su respuesta momentánea; quizás los escondrijos del subconsciente desatendieron las voces de la penumbra no así el rumor del sentimiento. Una veta de amor quebrantó la parsimonia, era tenue todavía pero iluminó el sendero:
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Desde la cárcel desarrollamos tesis organizativas para que ese movimiento de apoyo masivo, ese sentimiento de simpatía hacia nosotros tomara cuerpo, emergiera la organización del pueblo. Y estimulamos la formación de los COMITÉS BOLIVARIANOS, pequeños grupos de base identificados con el proyecto bolivariano llamados a combatir la cultura del individualismo desde la clandestinidad.
La prisión en Yare había fecundado el pensamiento bolivariano, las experiencias organizativas de las bases populares apuntalaron otras formalidades; la dispersión, el enquistamiento y las fragilidades ideológicas, viejos vicios de la fuerza popular, debían amilanarse. La clandestinidad había cesado, la calle brindaba el escenario ideal para afinar el combate con y para la gente en los términos de la legalidad burguesa.
La batalla arreciaba. El poder constituyente, poder revolucionario destinado a constituir un pueblo en contra de lo constituido, penetraba las catacumbas de la mano del MBR-200. LOS CÍRCULOS BOLIVARIANOS, inspirados en las experiencias acumuladas de los CAR y COMITÉS BOLIVARIANOS, se insertaron en las comunidades en funciones constituyentes para tejer el nuevo cuerpo social; e inspirados en Bolívar y en su proyecto de Constitución de Bolivia, reconfigurar la República en proceso constituyente asambleario.
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Estos contactos con la gente, cuando uno llegaba a pueblitos y veía asambleas populares, percibía la calidad del pensamiento, de las preguntas de los campesinos y estudiantes del liceo: te hablaban de Páez, de Zamora y tenían dirigentes nombrados por ellos mismos. En fin, experiencias que conseguimos recorriendo esas catacumbas para seguir luchando por la expansión de la ideología bolivariana y del MBR-200.
La V República, Bolivariana en su naturaleza y fundamentos constitucionales, consumó la victoria del pueblo constituyente el 15D99, pero la lucha electoral asfixió su fogosidad. El MVR imbuido en el tacticismo trasplantó los vicios deformantes asociados al ejercicio del poder. El burocratismo, el camaleonismo, la ausencia de escrúpulos y de ideología revolucionaria congeló el poder popular:
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Había un frío mortal en los barrios, en las calles, en los actos políticos, en las regiones. Muchas quejas de la gente sobre un partido sin contacto con el pueblo. Yo lo sentía porque nunca me encerré en Miraflores y eso, a mí, me helaba la sangre. Y por eso ordené, el 25A2001, el renacimiento del MBR-200 como movimiento de masas activado en los CÍRCULOS BOLIVARIANOS, profundamente concientizados en la ideología del Árbol de las Tres Raíces y en los preceptos constitucionales del Proyecto Nacional Bolivariano; sólo así se consolidaría la Revolución Bolivariana.
El zigzag del reloj giraba lentamente, no así el ambiente de las contradicciones. Las aspas sonaron otra vez, pronto se consumaría otro traslado, pero esta vez sería diferente. Un dejo de esperanza avivó su conciencia; no dudaba que antes de que aterrizaran en la Orchila, Juan Bautista entregaría la encomienda en el Samán de Güere y la majestuosa Mariposa Amarilla alzaría su vuelo esparciendo la buena nueva por la Patria herida.
El universo se mecía al ritmo caribeño y él se debatía entre la paz y la congoja; su pensamiento, martirizado, necesitaba información fidedigna. ¿Cómo se atrevieron a masacrar al pueblo? ¿Qué pasó con la resistencia popular? ¿Por qué satanizaron a los Círculos Bolivarianos?
Los pies, inundados de arena, calmaban un poco su desasosiego, también la sensación que contraía sus entrañas. Era un rugido premonitorio que volaba con la misma cadencia de las olas del mar; necesita reconocerlo, deleitarse en él pero el cura insistía rubricara la enigmática carta.
El tiempo se agotaba, el nerviosismo se les percibía a leguas; algo tramaban porque en el hangar de la isla estaba estacionada una aeronave con siglas extranjeras. ¿Consumarían el magnicidio? ¿Lo obligarían al exilio forzado? Las cartas estaban echadas y resolvió jugar: ¡NO FIRMARÉ!
El rugido lejano yacía en las calles, plenas de dolor y desesperanza. La masa, huérfana de su líder, erraba, confundida, sin norte ni sentido; presintieron había llegado la hora menguada de su revolución. La voraz represión desatada por el espurio dictador Carmona no amilanó la furia del huracán bolivariano.
La información era confusa, los corrillos volaban a la velocidad del rayo; temían por el destino de su líder: "Chávez no renunció, lo tienen secuestrado", "los golpistas están torturando a Chávez", "quieren matar a Chávez", "ya mataron a Chávez". Los ánimos se caldearon y la marejada, incontenible, se desató…
Ríos de gente desarmada, sin organización ni dirección política, cual batallones de combate, bajaron espontáneamente de los cerros empobrecidos dispuestos a enfrentar la fortaleza enemiga. Las barricadas ardieron; los altavoces, cornetas, pitos y cacerolas sonaron con estridencia; los improvisados megáfonos transmitieron el sentimiento popular: "Queremos ver a Chávez", "el pueblo libre quiere a Chávez", "el Presidente no ha renunciado, lo tienen secuestrado" "reclamamos a nuestro Presidente". Nada ni nadie los pudo detener.
Una idea martirizaba su conciencia, intentaba desmenuzarla pero los sentimientos empeñaban el esfuerzo. La afinidad fue espontánea, los hermanó en la conjunción de la idea justa, rezumaba siglos de historia rebelde que no podían extraviarse. Intentó reconstruirla:
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A veces los pueblos van delante de los líderes señalando el camino y otras, los líderes ven un poco más lejos y trazan una pauta determinada. Pueblo y líderes se influyen mutuamente; la común unión entre ambos solo fluye cuando el pueblo siente que el respeto y la identificación con sus aspiraciones y emociones es genuina, auténtica.
Su olfato intuitivo erizó todo su espíritu, comprendió el por qué de la estocada; algo había fallado, quizás necesitaba repasar las lecciones de Fidel. ¿La Historia le brindaría otra oportunidad? El liderazgo implicaba sacrificios, mucha honestidad y responsabilidad con ese pueblo que lo espera todo; la complacencia, la mentira, el desatino, la desatención son armas peligrosísimas si la revolución es auténticamente humanista.
El tiempo se apresuró, la marejada "roja rojita" se había adueñado de las calles, de los alrededores de los cuarteles y del palacio; reclamaba respuesta a su desasosiego: "Esto es una dictadura, queremos a Chávez", "Chávez es el Presidente de Venezuela y el pueblo lo ama".
Un arma prodigiosa circulaba entre la masa, de mano en mano. Era azul y pequeña, portadora de un mensaje contundente que la valiente Carmen transmitió a los medios vanguardistas:
¿Que voy a hacer yo con mi voto?
Yo voté por Chávez
Y quiero que Chávez termine su mandato.
Si esto es una democracia
Debe dársele respeto a las leyes.
Las imágenes desbordaron la imaginación de los incautos quienes, copa en mano, huyeron despavoridos por la retaguardia, temerosos del reclamo popular. Las heridas supuraban sus miedos ancestrales; jamás se imaginaron tan inusitado desenlace.
Y las aspas sonaron otra vez, se deleitó con su aroma; intuía que el contragolpe prosperaba desde que la misteriosa aeronave alzó vuelo repentinamente. Las toses y el carraspeo de los golpistas no cesaban; le dispensaban un trato deferente. De repente, uno de los vicealmirantes le comunicó:
-
Señor Presidente, sírvase responder esta llamada. Es el vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela que necesita hablar con usted.
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Yo no voy a contestar ninguna llamada de generales golpistas, fue su contundente respuesta.
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Corrijo. Es su vicepresidente, el Dr. José Vicente Rangel, quien le urge hablar con usted. .
Y en un gesto de sublime emoción, los dos amigos conversaron fraternalmente; el retorno al Palacio de Miraflores estaba asegurado.
Los helicópteros sobrevolaron el cielo despejado en la ciudad de los techos rojos, las lágrimas desbordaron la alegría popular. El líder había retornado y junto a él, el pueblo luchador y altruista retomaba el destino de la Constitución, la República y la Revolución Bolivariana. El crucifijo selló la emocionalidad del momento y el mensaje conciliador, la paz y la estabilidad:
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Hago un llamado, de verdad, a la unidad de los venezolanos, a la unidad respetándonos las diferencias, hago un llamado a la cordura, hago un llamado al entendimiento… No vengo con ninguna carga de odio ni de rencor contra nadie, absolutamente, no cabe en mi corazón ni el odio ni el rencor. Pero las cosas tienen que volver al marco constitucional de donde salieron por voluntad de una minoría enceguecida, a lo mejor por la ambición, a lo mejor por el rencor…
Los ánimos se apaciguaron, los hogares resguardaron, momentáneamente, odios, frustraciones, alegrías y compromisos. Las contradicciones latían sigilosas en el alma colectiva, también, en las huestes transnacionalizadas del capital.
El mensaje conciliador fue decodificado: La legalidad burguesa aderezó la injusticia golpista, el diálogo aguijoneó el espíritu contra-revolucionario mientras los reformistas, al interior de la revolución, espoleaban, agazapados, la posibilidad socialista.
Otra estocada infringió la paz de la república el 2D2002. La huelga petrolera con fines insurreccionales fue declarada y la empresa matriz, PDVSA, saboteada durante más de sesenta días por los agentes fascistas del petróleo. La economía nacional quedó en la bancarrota.
La escalada, inscrita en los términos de la conciliación mal entendida, fue aterradora; el contragolpe, inspirado en Bolívar, disipó la clemencia criminal. El asalto a la Colina, planificado con pulcritud estratégica en la conjugación cívico-militar y el liderazgo del Comandante Chávez, rindió a monteverdistas y a conciliadores disfrazados de zapa.
La anunciación llegaba, al fin. La vehemencia popular y el altruismo transfigurados en muros de contención política sellaron el armisticio del amor: el pueblo venezolano resarciría los siglos de la enajenación y la injusticia. La revolución bolivariana con asideros capitalistas, transitaría hacia una etapa frugal; el Socialismo delineaba sus trazos, el humano era una pasión probable.
Cuentan los vecinos que desde entonces, al anochecer, un silbido pintoresco se escucha por los pasillos del palacio; lo reconocen al instante:
Quiero que vivas sólo para mí
Y que tú vayas por donde yo voy
Para que mi alma sea no más de ti
Es más que amor….frenesí!
Y en el veintitrés conciliaron el sueño, plácidamente.
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