La violencia en el sector sindical, especialmente en la construcción con el asesinato de decenas de sindicalistas en los últimos meses, particularmente en Bolívar, ha desatado toda una serie de reacciones. Dentro de las filas del movimiento bolivariano se han lanzado todo tipo de análisis e incluso de sentencias. No han faltado los “grandes” pensadores pequeño-burgueses dentro de los que se reclaman bolivarianos y últimamente hasta “socialistas” que han intentado culpar al sindicalismo mismo o a esos obreros de a pie por una supuesta corrupción y violencia intrínseca. Esto, por no hablar de la campaña ideológica contrarrevolucionaria que adelanta la burguesía por todos los medios posibles.
En este coro de voces que acusan al movimiento sindical de corrupción y toda clase de vicios, recientemente se unió la del compañero Francisco Sierra Corrales con su artículo “Gobierno no dfebe (sic) ceder ante amenaza de sindicalistas” (http://www.aporrea.org/actualidad/a30767.html). En este artículo se esbozan lamentablemente algunas ideas que es necesario contestar con una postura clasista y consecuentemente revolucionaria, además de dar luces sobre una verdadera y profunda solución al problema de la violencia sindical, el desempleo y la embrutecedora lucha cotidiana por la supervivencia: la lucha por el socialismo revolucionario y el derrocamiento de la burguesía con la expropiación de la banca, los grandes monopolios y latifundios, todo esto en el marco de una economía planificada democráticamente por un nuevo Estado basado en consejos de delegados elegibles y revocables en todo momento.
Síntomas de una revolución
Los marxistas, si bien defendemos que la clase obrera es el sujeto revolucionario por excelencia, como lo ha demostrado una y otra vez frente a los revisionistas y toda clase de elementos pequeño-burgueses que han pretendido dar este rol a estudiantes, intelectuales “progresistas”, indígenas, campesinos, etc., no la idealizamos ni hacemos de ella un fetiche perfecto. Estamos claros en que la clase obrera, sujeta a todas las presiones de clases enemigas y a los vicios y males del capitalismo, contendrá elementos que degenerarán como individuos.
El propio desarrollo del capitalismo y los sobornos constantes de la burguesía, queriendo comprar dirigentes de la clase, ha llevado a nivel mundial a la creación de una aristocracia obrera, de dirigentes obreros burocratizados que defienden terceras vías, intentan frenar la acción independiente de la clase y demás. Pero los trabajadores, una y otra vez hemos demostrado que cuando nos ponemos en movimiento, que cuando tensamos nuestros músculos y los flexionamos, sacudimos de arriba a bajo todo el estamento.
Esto lo hemos podido ver en nuestro propio movimiento sindical, que ha venido recuperándose y reagrupando a sus cuadros y a su vanguardia luego de las duras derrotas sufridas en la década de los 80. La Revolución Bolivariana se ha caracterizado por un reagrupamiento de la clase, por una lucha contra la corrupta burocracia sindical y por la democratización de sus organizaciones de base y por dar los primeros pasos hacia una nueva sociedad, demostrando que es capaz de gestionar sus fábricas sin necesidad de patrono y de esa misma manera gestionar más eficientemente el conjunto de la sociedad.
El derrumbe de la CTV y el nacimiento de una nueva central sindical (la Unión Nacional de Trabajadores - UNT), la ocupación de fábricas y, como en el caso de Sanitarios Maracay, su puesta en funcionamiento bajo control obrero, la discusión sobre cogestión y consejos obreros, una erupción de nuevos periódicos obreros y sindicales, etc. son parte de los grandes acontecimientos que la clase obrera venezolana está viviendo y de los cuales está siendo protagonista. Como todo proceso revolucionario, está lleno de episodios convulsos, de contradicciones dialécticas, síntomas propios de una lucha entre un sistema que se niega a morir y una nueva sociedad naciente y pujante.
El colapso de la burocracia CTVista y las condiciones objetivas del desempleo
El colapso de las mafias sindicales y de la burocracia cetevista, dejó en algunos casos un vacío, particularmente en el sector construcción. Hegels insistía en que la naturaleza aborrece el vacío, y por ello se han dado una serie de eventos convulsos y contradictorios en el llenado de ese vacío. Por un lado es la lucha entre el viejo sistema burocrático y corrupto del “sindicalismo” anti-obrero y pro-patronal y por el otro es el surgimiento de una nueva vanguardia obrera que empieza a tomar en sus manos las riendas de su destino y de sus luchas.
El proceso de construcción de la UNT constituye un triunfo en sí mismo para la clase, y es hoy por hoy la central mayoritaria de los trabajadores venezolanos. Pero su construcción y desarrollo no ha estado exento de contradicciones, como no lo está nada en un proceso revolucionario. Por un lado, se han infiltrado sectores burocráticos que saltaron la talanquera por mero “instinto de supervivencia”, pero también las mismas presiones de clases ajenas y enemigas han derivado en algunos rasgos de burocratismo y corrupción de algunos individuos.
En el sector construcción, si bien tenemos ejemplos como el del Sindicato de la Construcción de Yaracuy, donde hay compañeros que han dado una dura lucha por un sindicalismo clasista, revolucionario y que permita una gestión transparente, en otros casos se han infiltrado los viejos vicios de las malas prácticas cetevistas. Pero también hay condiciones objetivas que han contribuido al conflicto en el sector sindical y es en gran parte lo que Engels denominaba la embrutecedora lucha por la supervivencia diaria.
Grandes contingentes de obreros de la construcción carecen de trabajos fijos, pues en general lo que hay son contratos por obra y cuando ésta se termina, deben luchar por conseguir un nuevo puesto de trabajo. Así, sectores de la clase trabajadora se ven pauperizados y hasta lumpenizados por la falta de un ingreso digno y estable. Estas son parte de las condiciones reales que debemos analizar a la hora de emitir juicios y análisis sobre el problema de la violencia en el sector.
La desconfianza ante la clase y el miedo a la toma del poder: los prejuicios de la pequeña burguesía
Las clases enemigas dan una lucha ideológica en el día a día para inculcarnos una serie de prejuicios que nos desmoralicen y nos impidan que tomemos conciencia del verdadero potencial que tenemos los trabajadores. Se nos quiere hacer creer que los trabajadores necesitamos patronos que nos dirijan porque supuestamente sin ellos no somos capaces de producir, e insisten de una u otra manera que los trabajadores somos como niños pequeños, que necesitamos siempre de alguien que nos tutele y nos controle.
El compañero Sierra Corrales afirma en su artículo que los sindicatos “han firmado cláusulas, en contrataciones colectivas, donde ellos controlan hasta el 75% de los empleos, de aquí parte la corrupción.” Más adelante completa su sentencia al indicar que “'Zapatero a sus zapatos', los sindicalistas jamás han debido firmar una cláusula de este tipo, que los convierte en contratistas”, lo que lo lleva inevitablemente a afirmar que “La selección del personal debe ser una potestad de los patronos, ya que ellos son los responsables de la obra”. Pareciera ser que lamentablemente para el autor de estas líneas los trabajadores somos incapaces de gestionar honestamente el poder, que somos incapaces de siquiera llevar limpiamente un sistema de reparto de puestos de trabajo. Y con este modo de razonar inevitablemente llegaríamos a la conclusión que los trabajadores necesitamos quien nos tutele, quien nos dirija y controle. ¿Para qué luchar por el poder obrero si la clase no podría controlarlo, no sería capaz de gestionarlo?
Más aún, se insiste en el mencionado artículo que la conquista de ciertos sectores de la clase por controlar siquiera parcialmente el ingreso de compañeros en las nóminas de trabajo no es sino una concesión hecha “por el sistema puntofijista de colaboración de clases” y todo esto, siempre según el autor, “para aislar sectores clasistas, revolucionarios y comunistas”. Amigo Sierra Corrales, ¿es que acaso el control de cómo se distribuyen los puestos vacantes en una obra, en una fábrica, en una empresa o en una institución pública no son parte de la lucha por el control obrero, por la gestión obrera de la sociedad? ¿Será que para usted los militantes “clasistas, revolucionarios y comunistas” debemos renunciar a conquistar espacios de poder por miedo a la “colaboración de clases”?
Toda esta argumentación me recuerda a un amigo que se autodefine como “marxista libertario” (¿?) y que decía que los permisos tiempo completos para compañeros dirigentes sindicales no eran sino concesiones de los patronos para burocratizar a nuestros dirigentes y luchadores. El problema, es que con este tipo de razonamientos se tergiversa la historia de estas conquistas de nuestra clase. Los tiempo-completo de nuestros dirigentes, el control sobre la contratación por parte de nuestros sindicatos, etc. son conquistas de la clase, conquistas que nos han costado grandes esfuerzos y sacrificios y que, sin los mecanismos de control por parte de las bases y por la apatía que suele caracterizar períodos de reflujo, el capitalismo es capaz de trasformar en sus contrarios… pero sólo temporalmente.
Disputas intersindicales, ¿único origen de la violencia?
En el caso de la violencia que ha cobrado la vida de varios de activistas sindicales del sector construcción, se ha querido insistir una y otra vez en que se trata de actos violentos entre fracciones sindicales, entre dirigencias sindicales por controlar los contratos del sector construcción. Si bien no podemos negar que éste puede ser una parte del problema, no podemos dejar de recordar la violencia que los patronos han ejercido contra nosotros los trabajadores. Decenas, por no decir centenares, de dirigentes campesinos y obreros han sido asesinados o han sufrido atentados por sicarios financiados por los patronos y grandes terratenientes.
La voracidad de los capitalistas por agarrar los jugosos contratos que el Gobierno Bolivariano, tanto a nivel nacional como regional, está repartiendo por toda la inversión que se está realizando a nivel de infraestructura tiene a más de un empresario con los ojos puyúos y las garras bien afiladas. No es de extrañar que una parte de esta violencia contra compañeros del sector construcción y toda la oleada propagandística que ha venido como secuela sean parte de su vieja estrategia de “Divide y conquistarás”. Si hay algo que aterra a los grandes empresarios y negociadores de la construcción (incluido mucho burócrata y pumalaca en puestos de decisión) es la posibilidad de una unificación de los sindicatos de la construcción y la creación de sindicatos y federaciones unitarias en el sector. Lo que, por cierto, estaba ya en discusión y en camino el año pasado, antes que se desatara esta nueva oleada de violencia anti-obrera y anti-sindical.
En su artículo, el compañero Sierra Corrales indica que “En Guayana existe un staff de contratistas, al 80%-90% viene de la era leopoldosucrista y se fortalecieron con Rangel Gómez en la CVG (Difícil hoy diferenciar leopoldosucrista de rangelgomecistas), a quienes les 'adjudican' las obras por obra y gracias o por no existir otro, aunque muchas veces en el papel aparece una licitación legal.” Es justamente a estos depredadores, quienes están dispuestos a usar cualquier medio para mantener sus privilegios y conquistar nuevos, a quienes debemos combatir.
La intervención de la Guardia Nacional o nuevamente sobre la “necesidad” de tutela externa
Según Francisco Sierra Corrales, se “justifica una militarización, por vía de emergencia, en la zona obrera de Guayana con miras a protegerles la vida y el empleo a los trabajadores y trabajadoras quienes son victimas de los patronos contratistas cevegistas (…) y sus aliados los sindicaleros con fines de ejercer un control sobre el empleo y las obras”. Sin llover sobre mojado respecto al peligro de prejuicios anti-obreros y anti-sindicales que implica la última parte de la frase, hay un punto importante en todo esto que ya hemos atacado: la supuesta necesidad de tutela por parte de sectores ajenos a la clase sobre los trabajadores. En este caso, la supuesta necesidad de la intervención de la Guardia Nacional.
Ciertamente el autor reconoce que “Siempre las militarizaciones en el ámbito sindical han sido nefastas y con saldos trágicos”, más aún porque las fuerzas armadas en el marco de un Estado burgués son “instrumentos al servicio de las oligarquías para reprimir al pueblo e imponer por la fuerza la explotación a los trabajadores.” La Guardia Nacional (GN), en particular, ha tenido una dura escuela como agente represor al servicio de la burguesía en Guayana, enfrentando las duras luchas que han adelantado a lo largo de décadas los obreros del metal. No en balde la referencia que se hace al respecto en la película “El Caracazo”, de Román Chalbaud.
Pero para el autor, pareciera que ya la GN ha sido completamente depurada y se asemeja más a una especie de Guardia Roja que a lo que realmente sigue siendo, un componente de un ejército burgués, sometido a todas las contradicciones y presiones de estar en medio de un proceso revolucionario. La Guardia Nacional se sigue caracterizando en la zona por tener entre su capa de oficiales muchos elementos que se siguen prestando a servir como ariete de los patronos contra las luchas obreras. Esto lo hemos visto, por ejemplo, reiteradas veces en las luchas de los compañeros de SIDOR y sus contratas. Compañeros de ORIMALCA, EMSERVINT, etc. por sólo nombrar algunas, han sido amedrentados y reprimidos por contingentes de la GN dirigidos por oficiales corruptos y pro-patronales, de la misma manera que en otros estados y municipios hemos visto a las policías regionales ponerse al servicio de los empresarios, como suele suceder por ejemplo en Aragua, con todo y gobernador bolivariano.
No podemos olvidarlo: Mientras las Fuerzas Armadas y en particular la GN sigan manteniendo una estructura jerárquica de ejército burgués, no podemos tener ninguna confianza en ella y avalar su intervención en conflictos obreros. Por la No intervención de la GN y del ejército y las policías profesionales, ésta es una de las premisas del programa fundacional de la UNT. Los trabajadores somos perfectamente capaces de formar una genuina Guardia Roja y un Ejército Rojo como el que, dirigido por el gran revolucionario León Trotsky, defendió triunfalmente a la naciente república soviética de la invasión por parte de 21 ejércitos imperialistas.
Ciertamente, el amigo Francisco termina su artículo reivindicando la formación de milicias obreras, cuando dice que “Esta militarización debe incluir la creación de la 'Guardia Territorial Obrera de Guayana Manuel Carlos Piar', con miras a que el ejército permanente se vaya retirando paulatinamente y vayan quedando las milicias obreras como la verdadera protectora de sus intereses y de los intereses de la patria de patronos corruptos y sindicaleros vende obreros.” Pero en su formulación sigue existiendo la necesidad de tutela por parte del Estado (en este caso, de la GN) para la creación de nuestras Brigadas Obreras. La creación de las milicias obreras es una tarea de nosotros los trabajadores y no de sectores de clase ajenos. Ésta es una tarea pendiente que tiene la dirección de nuestra central obrera, la UNT, con la clase.
Por una Compañía Venezolana Endógena de la Construcción
Cuando se analiza la problemática del sector construcción, pocas veces se profundiza en ver todas las ramificaciones que tiene este sector, no sólo desde el punto de vista laboral y de defensa de los derechos de nuestros hermanos de clase, sino también en lo que tiene que ver con la resolución del grave problema de la vivienda que aqueja a miles de venezolanos, así como de obras de infraestructura de envergadura que se necesitan acometer. Al igual que con el problema de la seguridad alimentaria, de la soberanía tecnológica y energética, no hay soluciones posibles y duraderas en el marco del capitalismo. Sólo expropiando a los monopolios y derrumbando las mafias que controlan estos sectores es que podremos avanzar. No podemos resolver el problema de la construcción, tanto para los obreros de este sector, como el de la vivienda, si no atacamos el problema de raíz: los parásitos capitalistas y financistas que chupan del dinero que el Gobierno Bolivariano está invirtiendo en vivienda e infraestructura.
Hasta los momentos, como si se tratara de una receta mágica, lo que se ha planteado desde organismos del Estado ha sido la creación de pequeñas cooperativas de obreros de la construcción, a los que en principio se les adjudicarían los contratos de ciertas obras (sólo pequeñas, porque las de gran envergadura van “irremediablemente” a grandes empresas como la trasnacional Odebrecht). Pero teniendo que competir contra las empresas de la construcción, las cooperativas no tienen oportunidad si no es recurriendo a presentar ofertas que impliquen la autoexploración de sus afiliados o incluso el degenerar en una mentalidad de empresarios y empezar explotar a sus propios hermanos de clase. Tratándose de cooperativas pequeñas, el problema del desempleo en el sector y de la lucha por conseguir puestos de trabajo y/o contratos en el sector, lo que hace es remover toda la problemática.
De esta manera, una de las propuestas que debemos defender los sectores clasistas del movimiento bolivariano e impulsar desde la UNT es la de la creación de una Compañía Venezolana Endógena de la Construcción en manos del Estado que dé empleo digno y estable a los compañeros de la construcción a nivel nacional, que funcione bajo control obrero y que además sea la que se encargue de adelantar todas las grandes obras de infraestructura y vivienda que se necesitan en el país.
Los empresarios del sector han demostrado su incapacidad nuevamente a lo largo de estos años. 2005 estuvo marcado por una de las mayores inversiones por parte del Gobierno en la construcción de viviendo y sistemáticamente los parásitos capitalistas y financistas del sector han hecho todo lo posible por torpedear estas iniciativas. Así, una Compañía Venezolana Endógena de la Construcción no sólo significaría darle un respiro y la tan ansiada estabilidad de vida para los trabajadores del sector sino que además significaría un gigantesco ahorro de recursos que hoy en día se van a los bolsillos de los explotadores y parásitos de las grandes empresas contratistas y constructoras.
El capitalismo: el verdadero enemigo a combatir
Ciertamente, en su artículo, el amigo Sierra Corrales dice una gran verdad: “Pero el mal, como en todas las cosas, siempre parte del capitalismo y el capitalista”. Esto, junto al texto que ya citamos anteriormente referente a las mafias de contratistas son ciertamente aspectos en los que coincidimos. Mientras sigamos viviendo en el reino de la embrutecedora lucha diaria por la supervivencia, mientras sigan existiendo quienes vivan del sudor y la sangre de otros, mientras no hayamos demolido las cadenas que nos atan a la esclavitud asalariada del capitalismo, no podremos resolver éste y otros de los grandes problemas que hoy nos aquejan.
Sin embargo, el derrocamiento del capitalismo y la construcción de un nuevo Estado y de un nuevo modelo productivo es tarea de la clase obrera. Cualquier orden de ideas que nos lleve a creer que los trabajadores no somos capaces de gestionar el poder no sólo es peligrosa por sus consecuencias desmoralizantes, las cuales son abiertamente reaccionarias, es decir, contrarrevolucionarias.
Los marxistas luchamos por la toma del poder por parte del proletariado. Sabemos que bajo las presiones del capitalismos, los vicios y males que le son intrínsecos se filtrarán en algunos elementos de la clase, pero que no son sino individuos frente a una clase que como colectivo es la única capaz de construir el socialismo revolucionario, de controlar la producción, de construir un nuevo Estado y arrancarles el poder a la burguesía. En esto, los marxistas revolucionarios tenemos plena confianza.