¿Es posible estructurar en Chile una gigantesca fortuna honestamente, cumpliendo a cabalidad con todas las leyes vigentes sin saltarse ninguna jamás? Esa pregunta fue el corazón del título de un artículo que el suscrito escribió hace algunos años (2011), el cual resultó publicado por media docena de medios de prensa virtual. Respecto de lo que allí se mencionaba nunca hubo una queja, ni tampoco un desmentido.
En el mentado artículo se expresó un pensamiento obtenido de un muro parisino en la época de la rebelión estudiantil francesa en aquel ya desteñido mes de mayo de 1968: Cuando el dinero habla, la verdad calla.
Y no sólo calla, me atrevo agregar, sino además abre puertas para alcanzar cargos superiores en la conducción de un país, independiente de la real capacidad de administración que las personas puedan tener, ya que pareciera bastar que un enorme montón de dinero acompañe a ciertos personajes para agenciarse cargos públicos de alto nivel, pues, la verdad sea dicha, en nuestra América Latina es asunto de común ocurrencia que individuos poseedores de fantásticas fortunas –pese a sus pasados algo turbios en materias legales y financieras-, sean considerados como alternativas de primer orden para conducir los destinos de una nación…de la misma nación que despelucaron a destajo antes de dedicarse a los afanes públicos.
Si ese antiguo artículo sacó ronchas y hubo quienes no creyeron un ápice en lo dicho allí, años después –ahora, en 2022- el medio de prensa BBCNewsMundo publica una extensa nota titulándola "Riqueza extrema en Chile: el país donde los ultrarricos tienen el patrimonio más grande de América Latina", permitiendo retomar opiniones sobre el voluminoso crecimiento de algunas grandes fortunas existentes en el territorio andino, el que, como bien se sabe, constituye un país pequeño con población que se empina apenas por los diecisiete millones de habitantes.
La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), basándose en los datos publicados por la revista FORBES, calculó que el patrimonio conjunto de los chilenos más ricos fue, en el año 2021, equivalente al 16,1% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Es bueno puntualizar que la CEPAL hizo el cálculo respecto –únicamente- de los que ella llama milmillonarios, vela decir, de aquellos que poseen una fortuna de al menos US$1.000.000.000 (mil millones de dólares).
Y esos "milmillonarios" en Chile son nueve familias, las que ostentan fortunas que sobresalen entre sus pares de América Latina, las cuales es posible observar en el siguiente cuadro entregado por la CEPAL:
* Iris Fontbona y familia Luksic: US$w23.300 millones de dólares
* Julio Ponce Lerou: US$4.100 millones de dólares
* Horst Paulmann y familia: US$3.300 millones de dólares
* Sebastiçán Pilñera y familia: US$2.900 millones de dólares
* Jean Salata: US$2.400 millones de dólares (vive y trabaja en Hong-Kong dese 1989)
* Alvaro Saieh: US$1.800 millones de dólares
*Patricia Angelini: US$1.600 millones de dólares
* Luis Enrique Yarur: US$1.300 millones de dólares
Lamentablemente, en su informe Cepal olvidó a uno de los grupos económicos más importantes del país, el de la familia Matte Larraín, ubicado en el lugar 86 de millonarios mundiales que elaboró la revista Forbes en marzo de 2012, con una fortuna que bordea los US$ 10.600 millones proveniente de sus negocios en el área forestal (CMPC), construcción (Volcán S.A), eléctrico (Colbún), telecomunicaciones (Entel), bancario (Bice) y portuario (Puertos y Logística), entre otros sectores.
Y CEPAL también olvidó al grupo Solari (Falabella, Hipódromo Chile, Enaex, y otros…lo que el año 2015 le otorgaba una fortuna de US$12.500 millones de dólares situándolo en el top del ranking chileno..
Convengamos –si se me permite la aclaración- que en el listado de CEPAL están considerados únicamente los ‘milmillonarios’, pero en Chile hay más grupos familiares con fortunas cercanas a esos mil millones. Es así que en el país andino el 1% de la población más rica, concentra el 49,6% de la riqueza total del país, cifra que en cualquier nación del mundo desarrollado espantaría a economistas y políticos.
¿Cómo ha sido posible que en un país pequeño, carente de estructura industrial, nueve familias -o grupos familiares- hayan podido elevarse hasta el tope del ranking de las mayores fortunas existentes en América Latina? La respuesta debe buscarse en la Historia del país, tanto en la de ayer como en la actual.
Durante el período conocido como la Colonia, la mayor parte de las tierras fértiles fueron repartidas entre los españoles y sus descendientes; es la época en la que surge la hacienda, o el gigantesco latifundio que dividió insanablemente a la sociedad chilena entre patrones y peones. Es también la época en que nace el inquilinaje, un sistema de explotación laboral en el agro que no encuentra parangón en el resto de los países americanos.
De allí en más, los dueños de las tierras y de las minas persiguieron cualquier intento de mejoramiento social y salarial del resto de la población. Oportuno es recordar la frase emitida en el siglo diecinueve por uno de los más importantes latifundistas chilenos de esa época, Eduardo Matte Larraín, frase publicada el 19 de marzo del año 1892 en el Diario El Pueblo: "Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa nada ni como opinión ni como prestigio".
Más adelante, la concentración de la riqueza se expandió a otros sectores de la economía, especialmente a aquellos que permitían la explotación de recursos naturales los que, como ya se sabe, estaban en manos de un reducido número de grupos familiares.
Después, durante el largo periodo de dictadura militar encabezada por el general Augusto Pinochet, se instaló un modelo económico con escasa regulación –casi nula en realidad- que permitió el surgimiento de grandes fortunas familiares que aprovecharon no sólo una legislación que les liberaba de tasas de impuestos ‘normales’, sino también les permitía –esa nula regulación fiscal- pagar salarios bajos, prohibir sindicatos y despedir a voluntad a trabajadores y empleados aduciendo "necesidades de la empresa" (sin tener que justificarlas).
La guinda de la torta fue el año 1989, meses después del histórico plebiscito de 1988 que derrotó a Pinochet y a los militares, pues la dictadura siguió en el gobierno hasta comienzos de 1990, y en ese ínterin la brecha económica volvió a aumentar considerablemente cuando a última hora Pinochet decidió "privatizar" casi todas las empresas públicas que aún manejaba el Estado, las que pasaron a ser propiedades de un escaso número de grupos económicos…específicamente de aquellos que habían apoyado a la dictadura durante los 17 años de gobierno totalitario y que adquirieron esos bienes públicos a precios realmente risibles.
¿Y qué ocurre ahora, año 2022? La nota de BBC News Mundo https://www.bbc.com/mundo/noticias-60396723 expone lo siguiente:
<< El 11 de marzo Boric se convertirá en el nuevo presidente de Chile con un ambicioso programa de gobierno que incluye medidas como poner fin al actual sistema de pensiones, transformar el sistema de salud y aumentar los impuestos con la idea de crear un Estado de bienestar.
Esa agenda "transformadora", que va a requerir una mayor recaudación fiscal, enfrentará una serie de obstáculos como, por ejemplo, la falta de una mayoría en el Congreso, un presupuesto limitado y un bajo crecimiento económico proyectado para 2022.
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¿Podrá lograr ese objetivo el futuro presidente de Chile, Gabriel Boric Font?