Es digno de admirar cómo una pequeña isla como Cuba ha resistido durante más de 60 años el inhumano bloqueo, amenazas, agresiones, conspiraciones, intentos de magnicidios y el asedio que los gobiernos de Washington han perpetrado contra ella, lo que le ha valido perder una inmensa fuente de ingresos; pero al mismo tiempo mantenerse firme para continuar en la lucha por la independencia, la dignidad y el socialismo, a sabiendas de que esto significaría para el pueblo cubano más sacrificio. Su resistencia tiene sus fundamentos en los legados de Martí y de Fidel. Para ellos liberalismo y luchas por la independencia se expresaron como batallas contra el antiguo colonialismo y el imperio, contra un capitalismo que se rehízo al impulso de los monopolios y que hizo suya la renta colonial. El éxito de la revolución cubana y su capacidad de resistencia serían inexplicables sin la fuerza que significan la moral de lucha y el valor en el combate en la construcción de un mundo que se encamine a la justicia y a la libertad, practicándose al andar. La democracia en Cuba consiste en que el pueblo sabe que si no defiende al gobierno, pierde la soberanía y la justicia social que con los servicios de educación, salud, vivienda y trabajo sigue impulsando en un solo el gobierno-pueblo día a día.
En el contexto venezolano, este país ha dado muestras de resistencia contra las políticas injerencistas de todos los gobernantes estadounidenses. Desde Chávez de 2002 comenzó la resistencia, en una gran fuerza de correlación Chávez-Pueblo, a pesar de los intentos fallidos de la derecha en romper esa simbiosis. Sin vacilar, Chávez y su pueblo dieron muestras de apoyo y de solidaridad a los países sancionados y amenazados en el plano económico por el imperio, o destrozando pueblos con sus políticas intervencionistas a través del FMI o BM, como en Argentina; otro caso emblemático fue la osadía de Chávez de visitar a Saddam Hussein para la cumbre de la OPEP (la cual revitalizó) y que cuestionó el imperio; o pararse en la ONU y dar aquel discurso histórico donde, de forma metafórica, hizo ver el verdadero rostro y olor del presidente Bush (diablo – azufre); contra todo fundó la ALBA, lo que constituyó una derrota para el avance del ALCA; cuestionó sin ningún prurito la invasión del sionismo al territorio de Palestina y avizoraba —entre otras tantas visiones futuristas— la guerra que venía gestando el imperio contra Rusia. Rechazó de manera contundente la ayuda que el imperio le otorgó durante el desastre natural de Vargas, en virtud de que a cambio de ésta el imperio quería traer aviones de guerra e instalar una base militar en el territorio. Su respuesta negativa fue digna y contundente por el respeto a nuestra soberanía.
Hoy estamos de nuevo ante la amenaza más seria en vísperas hacia una III Guerra Mundial. Después del inefable Decreto por Obama de declarar a Venezuela una amenaza inusual y extraordinaria para los EE.UU. vinieron con esta una serie de medidas inhumanas, de agresiones, sanciones, robo de activos, imposición de gobiernos a merced del imperio, aislarnos del mundo, impedir la compra de petróleo, imponernos la moneda el dólar para desestabilizar la economía, la compra de medicamentos y un largo etc. Solo países amigos tendieron la mano y apoyaron a Venezuela para que resistiéramos con dignidad y moral las aberrantes medidas del imperio: como Cuba, México, el gigante asiático, Irán y Rusia, haciendo caso omiso a las sanciones. Sorprende la ambigüedad del gobierno de Venezuela frente a la coyuntura de guerra provocada por el imperio entre Ucrania y Rusia desde que una delegación del imperio vino a pedir cacao al gobierno legítimo de Maduro, el cual ellos desconocen. Postura en primer lugar absurda, ya que debieron negociar con el interino y no con Maduro. Lo que pidieron de un lado y del otro para aprovechar tal coyuntura ya lo sabemos, desde apoyo energético por parte de los gringos hasta la cabeza del agente de la DEA (Alex Saab, según los fiscales gringos), por el gobierno de Maduro. De los resultados de tales acuerdos hay mucha información que el gobierno no aclara; pero de aprobarse las solicitudes hechas por Miraflores, Venezuela se verá obligada a cambiar su diplomacia con Rusia y el imperio, por ende su discurso cambiará. Perdón, ya empezó a cambiar: Delcy Rodríguez en Turquía descartó colocar bases militares rusas en Venezuela porque viola la constitución — ¿acaso rendirse al imperio no viola los principios de la Carta Magna?—; dijo que las puertas de Venezuela están abiertas para cualquier país, que lo considere su igual y que respete el principio de la autodeterminación de los pueblos; que en el caso de Ucrania-Rusia se registraron provocaciones que se pudieron evitar y no sacrificar al pueblo de Ucrania en un conflicto armado. Además, el canciller reunido con BUrrell (quien hace unos meses desacreditó el proceso electoral y al gobierno), afirmó que Venezuela es un aliado comprometido de Rusia, pero abierto a hacer negocios con EE.UU., con la esperanza de seguir "juntos en el negocio del petróleo".
El objetivo de los EE.UU. es destruir el Estado venezolano, fracturarlo y apropiarse de los recursos energéticos; pero aplicando ésta vez "si no puedes con tu enemigo únete a él". Es vergonzoso para los movimientos de izquierda que Maduro y su séquito proponga la cabeza del agente de la DEA a cambio de la de Putin, de la de tantos mártires que murieron para defender al propio gobierno de Maduro y al proceso, a manos de los asesinos de la derecha financiados por los gringos, como si estas vidas no valiesen. Pedir a cambio CITGO cuando esta empresa petrolera es de los venezolanos es como pedir a un ladrón que le regrese a la víctima lo que le robó. CITGO es de Venezuela, eso no tiene porqué pactarse. Un gobierno que además quiere transar pero sin reconocer al otro ¿cómo se explica esto? ¿A dónde llega la inmoralidad, ingratitud y traición de este gobierno? No aclaró Delcy que quien sacrificó a los ucranianos fue el payaso de su presidente y el imperio, no los rusos. Nuestras empresas petroleras valen más que arrodillarse a cualquier imperio; pero nuestra dignidad, gratitud y moral sin invalorables e intransferibles, menos para el eje del mal. Dijo Cervantes "la ingratitud es hija de la soberbia". El gobierno se cree merecedor de todo, de los detalles y favores que les hacen en lugar de agradecerles. Rendirse es traicionar a Chávez, al pueblo y a las víctimas que silenciaron. Tal vez las sanciones impuestas ayudarán a aliviar la crisis económica; pero acrecentará la deuda moral no solo con el pueblo ruso sino con el mundo, por la conducta desleal y la puñalada trasera. Y desde el ámbito espiritual los daños hacia el pueblo venezolano serán inimaginables.
Bolívar odiaba la guerra, la consideraba la peor calamidad que puede sufrir un pueblo; sin embargo, para él había algo peor que la guerra y es la pérdida de la libertad, la privación de la dignidad y decoro, a estos efectos es un acto de obligación moral, de todo hombre y gobierno honesto, levantarse en armas contra la dominación extranjera y contra la tiranía de cualquier país. La inmoralidad, la ingratitud y la deslealtad son armas letales del capitalismo, por eso es necesario volver a Bolívar, a Martí, a Fidel, a Chávez que desafiaron un imperio y no se les arrodilló. Culmino citando a Martí: "la libertad ha caído muchas veces, pero se ha levantado más hermosa de cada caída… Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Más se ha de hallar la salida a la indignación, de modo que la bestia cese sin que se desborde y espante".