Con la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús Liberador, las comunidades de buena voluntad tienden a reflexionar con diversos signos, como procesiones y vigilias, el sentido de la propia existencia, a la luz del legado del crucificado.
En este tiempo conflictivo, la reflexión sobre el sentido del mundo resulta más intenso tanto por la conciencia del peligro existente sobre la vida de la humanidad y de la Madre Tierra, como por las decisiones globales con manipulaciones mediáticas generadoras de odio y violencia entre los pueblos y explotadoras al máximo de los recursos naturales, para lograr la hegemonía del más fuerte. Cuestión denunciada precisamente por Jesús: "Mi paz les dejo, mi paz les doy, pero no como la que da el mundo". Entonces hegemonizado por el imperio de los césares. Y hoy, por los mezquinos grandes poderes bélicos mundiales, manipuladores de religiones.
El movimiento de Jesús ciertamente es la fuerza más vigorosa del cristianismo, más que las Iglesias, por no estar encuadrado en las instituciones o aprisionado en doctrinas y dogmas. Y compuesto por todo tipo de gente, de las más variadas culturas y tradiciones, que se dejan tocar por la valiente figura de Jesús, por el sueño que anunció, un Reino de amor y de libertad, por su ética de amor incondicional especialmente a los pobres y oprimidos y por la forma como asumió el drama humano en medio de humillaciones, torturas y de ejecución en la cruz.
Desde la espiritualidad liberadora, con diversas comunidades preocupadas por desechar las tendencias de exclusión y odio frente a lo diferente. El teólogo Marcelo Barros reflexiona: "Recordar la cruz de Jesús y proclamar que el Padre le dio una vida nueva deben renovar nuestra fuerza para resistir al mal…Para que la Pascua tenga un sentido para toda la sociedad es importante que los cristianos puedan recuperar su dimensión profética, ética, ecológica y fraternal."
En América Latina parece percibirse en la acción de los movimientos sociales, una importante contribución de las comunidades que aportan un impulso con base ética y trascendencia política más allá de lo exclusivamente partidista. Una presencia que apoya los cambios sociales imprescindibles para reorientar el sentido del crecimiento y de la competencia, que suelen ser promovidos desde la perspectiva neoliberal.
Desde las diversas comunidades de inspiración cristiana, el llamado es a ratificar y potenciar la opción preferencial por el pobre, pero en contra de la pobreza que es consecuencia del sistema opresor capitalista. Es tiempo de buscar espacios de encuentro, diálogo y acciones pastorales en función de la justicia. Pidamos que los esfuerzos éticos que refuerzan la esperanza transformadora, renazca en nuestras vidas para caminar hacia otro mundo solidario posible con el Espíritu Liberador del Resucitado.