Fue en uno de estos días de austeridad que hice una breve visita a mi amigo Inocencio, hombre bastante religioso, y debo decir que generoso. Pertenece a una de tantas sectas que buscan el poder tanto en la tierra como en el cielo acercándose al poder político y económico. Con frecuencia no estamos de acuerdo en nada cuando conversamos. Lo visité de urgencia ya que se me había terminado el café porque no me alcanzó el salario mínimo y los bonos. Calculé llegar cerca de la hora de almorzar para que no le quedara de otra que invitarme.
Ya en su casa me recibe amistosamente.
─ ¡Mi querido profesor!, ¿cómo estás? ¿Qué te trae por aquí?
─Buenas tardes Inocencio, hace tiempo que no conversamos, vamos a ponernos al día.
─ Llegas a buena hora; conversemos, pasa; ¿Un cafecito?
─Bueno, si tanto insistes.
Mientras prepara el café le pregunto cómo se siente.
─ ¡Bien! ¡Muy bien! ¡Gracias a Dios! ─responde eufórico.
─Que bueno eso, Inocencio, que Dios se ocupe de ti … pero te digo algo, a mí me parece que está como que un poco distraído, como si no se diera cuenta de tanto sufrimiento que hay en nuestro país.
─ ¡Pero que ocurrencia! ¡Como vas a decir eso! Por supuesto que está pendiente de todos y nos cuida, sobre todo a los más pobres y a los que más sufren…
─ ¿Como el presidente Maduro?
─Pues sí, también a él, sabe que está sufriendo mucho al no poder aumentarnos los sueldos y salarios.
Asombra oír eso viniendo de un venezolano; pensé que nadie a estas alturas del hambre colectiva había creído lo que dijo Vielma Mora poniendo él mismo cara de afligido.
Le digo:
─ Sufrirá mucho pero no dará aumento digno de salario y nada del artículo 91 de nuestra constitución; supongo que el 1° de mayo también sufría mucho.
─Me da cosa con nuestro presidente, le echan la culpa de todo lo que pasa…
Trata de evadir el tema del salario, igualito que los distinguidos miembros de la AN que prometieron una discusión a fondo del tema, pero nada hasta ahora.
─Cosa nos da a nosotros, Inocencio, ¡y hambre! ¡Mucha hambre acumulada!; los venezolanos sí que estamos sufriendo. ¿Y, además, a quién mas vamos a reclamar por la política salarial del gobierno?
─ ¡A satanás!, él es quien gobierna al mundo ─me riposta claro y enfático mientras evalúa mi reacción ante su curiosa respuesta.
Me quedo boquiabierto, debe ser porque no soy religioso; me repongo algo de mi sorpresa y le pregunto.
─ ¿A Satanás? ¿Hablas en serio?
─Sí, Satanás; el Maligno; es él quien controla el mundo y causa todos los males que padecemos y nos pone a pelear entre nosotros.
─ ¿O sea que la corrupción en Pdvsa y el desastre ecológico en el Arco Minero es culpa del Maligno? ¿Y de dónde sacaste semejante idea?
─ Eso está en la biblia, puedes revisar; seguro que no lo sabías porque eres un ateo materialista que no lee la palabra de Dios.
En ese momento me sirve una taza de humeante café y decido seguirle un poco la corriente.
─ ¿Entonces fue Satanás quien le metió en la cabeza a nuestro presidente bloquear las convenciones colectivas con el Memorandum 2792, y fue Satanás quien le dictó el Instructivo Onapre para mantener bajos los salarios?
─Sí, Oscar, nuestro presidente es inocente y actúa obligado por Satanás, por eso sufre mucho.
─No había visto las cosas así, … si supieras que alguna vez me pasó por la mente que tu presidente no podía ser tan malo a propósito.
─Ni él ni su equipo tienen la culpa de lo que hacen, toda la culpa es del Enemigo, él es quien gobierna al mundo.
Me preocupa mi amigo, no hace mucho decía que la culpa de todo la tenía el bloqueo y ahora me dice que es Satanás quien está detrás de todo.
─Pero y entonces, Inocencio, ¿qué hace Dios mientras tanto? Está en todas partes, ve lo que hace Satanás y no hace nada; a ver, explícame eso.
─Paciencia mi amigo, el Señor ha prometido acabar con Satanás y el mundo será feliz.
─Supongo que cuando acabemos con Satanás podremos hacer unas elecciones donde todo el mundo vote, ¿verdad?
─Cuando el Señor gobierne habrá compasión para el humilde y el pobre.
¿Y como para cuando mas o menos será eso? ¿Mas temprano que tarde?
─Pronto, Oscar, pronto verás algunas señales; los tiempos de Dios son perfectos.
Mientras conversamos percibo señales desde la cocina; levanto mi nariz y comento discretamente.
─ ¡Pero que rico huele!
Me mira compasivamente, sabe cómo andamos los jubilados y los maestros.
─Falta poco para el almuerzo, ¿Qué te parece si me acompañas?
─Gracias, Inocencio; mil bendiciones para ti.
─ …
─ …
Ese día conversamos de lo lindo; me despedí como a las 6:00 de la tarde luego de otro café. Tuve la tentación de quedarme también para la cena pero me pareció que podía ser mal interpretado.