La Esfinge

Las leyendas dicen que fueron los dioses quienes enviaron La Esfinge a cuidar las fronteras de aquel país. Era un monstruo con cabeza humana y un cuerpo de león con alas de pájaro. En una de sus garras sostenía una Constitución.

Si un funcionario quería cruzar el portal debía resolver problemas que ella proponía; si no lo lograba, la Esfinge lo devoraba.

Cargando numerosas valijas el funcionario avistó a La esfinge que controlaba la salida de aquel país donde las cosas estaban peliagudas y ya era irrevocable la justicia de los ciudadanos. Retroceder, imposible; quizás alguna posibilidad tendría afrontando la insondable justicia de los dioses.

Sabía que este momento llegaría más temprano que tarde. La Esfinge lo vio acercarse al portal que, nadie que hubiera sido alto jefe en el partido o funcionario, hasta donde se sabía, había traspasado.

Para decidir la suerte del procesado La Esfinge podría proponer enigmas, como el que debió resolver Edipo; podía exigir la solución de problemas matemáticos, demandar la traducción de palabras extrañas. Si se pelaba en una de ellas, sería devorado inmediatamente por el monstruo. El azar lo separaba la libertad.

Aparentando seguridad habló a la colosal bestia que le cerraba el paso.

─Voy a salir a vivir la buena vida que merezco por mis servicios al partido y en los ministerios que ocupé, ¡apártate!

La Esfinge ignoró su falsa arrogancia en la que podía adivinarse la culpa y el miedo.

─Las valijas que traes no te pertenecen, son riqueza producida por los trabajadores, les estás arrebatando el salario mínimo igual que les quitaste el derecho a elegir ─contestó la inexpresiva esfinge con voz fría capaz de helar la sangre a cualquier mortal.

Era una acusación directa, el funcionario argumentó nerviosamente:

─Me pusieron donde había, tú habrías hecho lo mismo sin contraloría social.

Largo silencio siguió a esta extraña defensa. Parecía que la suerte del procesado estaba decidida antes del comienzo. Pero los dioses, mas justos que la élite humana, se apegaron al protocolo.

─Comencemos ─ordenó la Esfinge─. Si tu respuesta no es satisfactoria te devoraré. Las apelaciones están congeladas como los contratos colectivos, tú mismo votaste por eso.

─ ¡Pero eso no es justo!, tengo derecho al debido proceso ─imploró el funcionario.

─Tampoco es justo eliminar los derechos laborales y condenar a la miseria a los trabajadores y a sus familias, ni eliminar el debido proceso a los ciudadanos ─replicó la esfinge─. ¡Y no se hable mas del tema! ¡prepárate!

─Estoy listo ─respondió el funcionario del partido como para darse ánimo.

La esfinge lanzo su primer enigma.

─ ¿Cuál es la única criatura que al amanecer anda a cuatro patas, al mediodía anda a dos y al caer la tarde anda a tres?

Al oír esta pregunta el funcionario se animó. Ese enigma lo había resuelto Edipo y él se lo sabía. Ya se veía en algún imperio disfrutando de sus tesoros y dejando atrás el descalabro y el dolor del hambre esparcido por todos los rincones de su país.

Y respondió muy seguro.

─ Te has referido al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser joven anda en sus dos pies y al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez.

─ ¿Hubo hackeo el 28 de julio?

A pesar de la comprometedora pregunta el funcionario respiró aliviado, pues quien no satisfacía a la esfinge con una respuesta era devorado inmediatamente sin la siguiente pregunta. Tenía que arriesgarse a seguir diciendo la verdad; además, ya no podía regresar, había una insurrección popular siguiéndole los talones.

─No, eso lo inventó el hombre del saxofón, se lo ordenaron de arriba junto con los números de la servilleta.

─Si tres corruptos se roban tres millones en tres meses, ¿cuántos corruptos serían necesarios para llevarse 100 millones en 100 meses?

No podía estar más contento con este examen, la esfinge le estaba preguntando acerca de lo que era su especialidad. "Esto se está poniendo bueno." pensó.

─Tres corruptos, ni mas ni menos ─contestó llenándose de confianza.

─ ¿Alguien sabe dónde están los 24 mil millones?

─Sí, algunos lo saben, pero no lo van a decir.

─ ¿A qué hora fue que mataron a Lola?

─A las tres de la tarde.

─ ¿Quién fue el que mató a Consuelo?

─Yo no sé señor Juez; … perdón, quise decir, … señora Esfinge, … nadie supo, nunca se supo.

─ ¿Es justo que habiendo sanciones también haya corrupción?

─No es justo, la corrupción y las sanciones empobrecen a los ciudadanos.

……………

Y así transcurría el examen de más acertijos, enigmas y problemas lógicos que al parecer el funcionario iba resolviendo. Así comenzó a confiarse. Hasta llegó a parecerle que La Esfinge estaba de su parte por las preguntas tan complacientes. Se sentía capaz de descifrar cualquier cosa que le preguntara. Sin embargo, le inquietaba que hasta el presente no se supiera de algún funcionario importante o un alto jefe partido que hubiera superado el examen.

La Esfinge propuso un extraño asunto:

─Un hombre afirma ESTOY MINTIENDO. Lo que dice ¿es verdadero o falso?

Pensando que la Esfinge podría estar de algún modo aludiéndolo respondió sin pensarlo mucho: falso. Entonces fue devorado por la Esfinge.



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Oscar Henrrique Fuenmayor Quintero

Licenciado en Educación, mención Matemática y Física, Universidad del Zulia.

 oscar.fmyor@gmail.com

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