La Ley seca: una medida chucuta

La así llamada “Ley seca” que implementó el Ejecutivo Nacional durante la recientemente finalizada Semana Santa, si bien ha sido un intento responsable para tratar de controlar los accidentes de tránsito y el crimen que se desata a consecuencia del excesivo consumo del alcohol durante los días de asueto sobre todo en los sectores populares, aisladamente no resuelve el gravísimo problema del alarmante aumento en el consumo de esta “droga socialmente aceptada” que, por lo demás, se trata de un fenómeno mundial.

Otros mecanismos se deberían de implementar antes de llegar a una “Ley seca”, ya que es bien consabido que prohibir aviva el deseo por lo prohibido.

Una medida mucho más efectiva y valiente para enfrentar más el fondo de este grave problema sería establecer de forma permanente un alto impuesto a los licores. Si una cerveza costara, por ejemplo, cinco veces más de lo que cuesta actualmente, se tomarían menos “cervecitas” y con los impuestos recaudados se podrían financiar planes de rehabilitación para alcohólicos y otros adictos además de campañas preventivas.

Otro flanco que habría que atacar es la publicidad, incluyendo las insidiosas promociones bajo forma de “rumbas” que llevan a cabo las grandes compañías tanto productoras como distribuidoras de este rubro que andan ofreciendo tragos inclusive a menores de edad pasando por alto este “detallito”.
Es urgente reglamentar de forma más estricta la publicidad y la promoción del alcohol que Luís Herrera Cámpins, al cual hay que reconocerle la valentía de habérsele enfrentado al monstruo, sacó de la televisión y, como cuando se fumiga, las alimañas se van pa` otro lado, desde entonces la publicidad del alcohol se ha volcado en las calles de nuestras ciudades y pueblos de forma agresivas.
Las vallas publicitarias, que por lo demás son demasiadas y demasiado grandes en todos lados, en un setenta por ciento anuncian bebidas alcohólicas. Sin duda alguna se trata del sector que más invierte en esta clase de publicidad. Se pueden apreciar anuncios dirigidos a todos los estratos sociales y a todas las edades, faltan solamente anuncios para niños de 0 a 10 años. La publicidad, por lo menos entendida de esta forma, es el brazo armado del capitalismo que incita al consumo sin ningún tipo de consideración ética.

Con respeto a la seguridad vial, se debería mantener un operativo permanente y reforzarlo los días de fiesta y los fines de semana, una estricta vigilancia en las carreteras y practicar de forma aleatoria la prueba de alcohol como se hace en muchos países desarrollados y al que agarren conduciendo bajo los efectos del alcohol o de otra sustancia psicotrópica imponerle severas sanciones.

De la misma manera como se deberían sancionar a quienes comercien ilegalmente, o sea sin el adecuado permiso, con el licor; además las alcaldías, que reciben mucho dinero para otorgar las patentes de expendio de licores, no deberían seguir entregándolas a diestra y siniestra irresponsablemente sin hacer un censo previo de cuantas licorerías ya existen en un determinado sector y, llegado el caso, se debería aplicar una política de revocación de patentes ya adjudicadas, eventualmente con una indemnización.

Es imperativo establecer un determinado número de licorerías en proporción a la cantidad de habitantes de un sector, como también sus características y modalidad de funcionamiento. Por ejemplo en Río Caribe, Municipio Arismendi del Estado Sucre hay 15.000 habitantes y existen 150 licorerías debidamente permisadas, o sea una cada 100 habitantes, incluyendo los recién nacidos! Y muchas han sido abiertas durante nuestra administración bolivariana. Esto no es un caso excepcional, es solamente un ejemplo entre muchos otros.

Al igual que con todas las sustancias dañinas para la salud, entre las cuales hay que incluir también los aparentemente inofensivos refrescos, responsables en gran medida del exponencial aumento de la Diabetes a nivel mundial, habría que hacer una agresiva campaña de concientización para que la gente sepa los riesgos de salud a los cuales se expone a la hora de abusar de estos productos y sea mucho más responsable a la hora de tomarse un “tragito” o comprarle un “fresquito” a sus hij@s. Tal campaña debería ser dirigida especialmente a los jóvenes y a los adolescentes, presa fácil en este mundo capitalista donde lo único que importa es consumir, consumir hasta morir, sin importar si lo que se consume es dañino o no, trátese de refrescos, de licor, de cigarrillos o de cocaína.

Un estado verdaderamente revolucionario y socialista debe tener entre sus prioridades la protección de sus niñ@s y jóvenes, además el uso abusivo de estas sustancias tiene que ver con problemas de la salud pública como múltiples enfermedades, con la sexualidad irresponsable, con el crimen organizado, con la delincuencia común, con la seguridad vial, con la deserción escolar y laboral y con la indigencia entre otras cosas más.
Estas serían, en mi opinión, medidas mucho más eficaces y coherentes a la hora de combatir este flagelo en que se está trasformando el abusivo consumo del alcohol.

La historia nos enseña que “las leyes secas”, parciales, como la que se implementó aquí en Venezuela durante la Semana Mayor, o totales como la de los EE UU durante los años treinta llamada justamente “Época del Prohibicionismo”, solo sirven para que los que comercian con este rubro se hagan más ricos.
Durante la Semana Santa las licorerías, en los lapsos de tiempo que les era permitido, vendían más licor de lo que hubiesen vendido si no hubiese existido la Ley seca, exactamente como pasaba con los mafiosos de Chicago en los años treinta que, junto a la “decente” plutocracia estadounidense, se enriquecieron extraordinariamente con la venta ilegal del licor.

En los países musulmanes en donde el alcohol está prohibido por razones religiosas su consumo, aún cuando de forma clandestina es igualmente elevado, además no se manejan cifras y estadísticas sobre alcoholismo por obvias razones de hipocresía religiosa.

El aumento del consumo del alcohol en el mundo entero es un fenómeno alarmante. Afortunadamente en Venezuela todavía no hemos llegado a esta demencia a la cual la culta y antigua Madre Patria ha llegado y que ha tomado el nombre de “Botellazo” , evento durante el cual miles de jóvenes salen a las calles de las más importantes ciudades de España con el único propósito de emborracharse, y que se ha trasformado en un problema de orden público a nivel nacional.

La Ley seca que aparentemente se quiere volver a implementar durante los días de fiesta me parece una medida, para darle un calificativo vernáculo, por lo menos de “chucuta” , que en sí no resuelve el problema de fondo y quizás hasta pudiera empeorarlo, de toda manera está bien que se trate de buscar algún camino hacia una solución, si no definitiva, por lo menos momentánea .

Ahora me pregunto ¿Qué estamos esperando para enfrentarnos a las los grandes productores de bebidas alcohólicas y a las grandes agencias de publicidad que son los que se benefician de este negocio multimillonario en dólares? Total está ampliamente comprobado que ambos sectores son golpistas ya que participaron activamente en golpe de abril de 2002 y en la huelga insurreccional subsiguiente y no los vamos a tener de nuestro lado ni siquiera si les hagamos todas las concesiones del mundo.

En cambio el Estado tiene el deber de proteger a su población: tenemos el derecho a circular por las carreteras sin que un borracho nos mate y que nuestr@s hij@s puedan transitar y divertirse sanamente por las calles de nuestros centros poblados, así que Presidente Chávez no se vaya a quedar atrás de Luis Herrera Cámpis en este aspecto.
No se trata de prohibirle a la gente de tomarse un “traguito”, se trata que ir al fondo de la cuestión y matar al monstruo definitivamente.

dona@aporrea.org



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Donatella Iacobelli

Directora de la revista cultural ENcontrARTE.

 radona17@gmail.com

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