PRIMER ACTO:
Hace pocas semanas, no sin algo de angustia, leí un escrito de alguien que firmaba como Ex empleado de PDVSA bajo el título DESPUÉS DEL INCENDIO. Y digo que no sin algo de angustia, porque no deja de preocuparme que una persona o familia, se haya metido en un proceso de dificultades crecientes, por la falta de cabeza de alguien, que al igual que yo, es el que sostiene el hogar.
Para mi PDVSA desde donde tengo recuerdos siempre fue LA EMPRESA, como titulan algunas películas. La preocupación mostrada por uno de sus ingenieros, cuando yo apenas era un mozalbete de 6to. Grado, quien me consiguió en 3 días muestras de mas de 10 productos, crudo y derivados, para una exposición que tenía en la escuela sobre el tema de la refinación, me prendó el corazón de aquella gente, que trataba a un simple negrito de una escuela pública de San Agustín, como si fuera gente ( y a eso si que ni yo, ni ningún otro negrito del barrio , estábamos acostumbrados).
SEGUNDO ACTO:
Año 2002, un ejército de paltó y corbata desfila en la pantalla de mi televisor. Orden marcial, carnet a la vista, no gritos, no pancartas, no piedras, si Chanel, si Pierre Cardin, si Christian Dior. Un nuevo ejército, LA TECNO GUERRA FRIA, los mismos empleados de la que antes era MI EMPRESA.
¡Horror no hay negros en pantalla, nunca hubiera podido entrar a PDVSA. Pero no solo eso me horroriza, es que comienzan a surgir demandas insólitas, MERITOCRACIA en una empresa donde ellos nunca chillaron porque GIUSTI, el que fue presidente de MARAVEN (la peor administrada en la historia de todas las petroleras venezolanas, y allí están sus números contables aún en archivo) GIUSTI el grande, llegara a presidir PDVSA. ¿Cómo la iban a chillar si él no se quedaba con todo?, un poquito para cada quien, era la MERITOCRATICA consigna democrática.
¡Horror 2 ¡ comienzan a aparecer en las tecno marchas, pancarticas de cartulina escritas con marcador, donde ese ejército de buena ropa, disputaba por primera vez en la historia al presidente de la república, oiga bien, AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA , el derecho de nombrar la directiva de la primera empresa del Estado, el derecho a dirigir nuestra principal fuente de recursos.
De este punto en adelante tengo recuerdos vagos, borrosos. Angustia, Globovisión, Venevisión, Mierdavisión y todo lo que termina en Sion. Solo resuena una frase en mi cabeza :11 de abril, VAMOS A MIRAFLORES, 11 de abril, VAMOS A MIRAFLORES, 11 de abril VAMOS A MIRAFLORES.
TERCER ACTO:
Un general retirado, de apellidos Muller Rojas, dice en mi tv que lo que pasó en PDVSA fue el equivalente a que la hubieran bombardeado en todas y cada una de sus sedes. Vivimos una guerra, aunque no oímos los tiros, nos bombardearon y no vimos los aviones, jodieron al país y no nos dábamos cuenta. Desastre, anarquía, LOCURA.
Cuánto aprendimos de petróleo, llenaderos, transporte, tanqueros, pozos, crudo pesado, producción, oleoductos, poliductos, refinación, PETROLEO. ¡Gracias muchachos, aunque no era su intención, si no es por ustedes no aprendemos. ¡Ustedes nos enseñaron¡
EPILOGO:
Es mi hora de almuerzo, estoy en mi cómoda silla, de mi cómodo escritorio, de mi cómoda oficina, de un edificio que llaman PDVSA LA CAMPIÑA. ¡Gracias muchachos, aunque no era su intención aquí ahora hay mas democracia, Hay un negro de San Agustín en PDVSA¡ Ustedes lo lograron.
Cuando recuerdo de nuevo el escrito que mencioné al principio, el de mi ex colega de PDVSA que lamentaba haberse dejado engañar, haber perdido su fuente de ingresos, la escuela de sus hijas, el carro de la compañía, la laptop gratuita, los viajes, el seguro HCM millonario, los psicólogos, dentistas, oftalmólogos, las buenas clínicas, las universidades caras, los estudios en el exterior TODO GRATIS, cuando pienso en mi ex compañero, veo que èl para nada lamenta el daño que hizo a todos los demás. No hay en su carta un mínimo de arrepentimiento, solo lamenta el lomito en salsa que dejó atrás. Se me viene a la mente una frase que reposa bajo el vidrio de mi escritorio. NO VOLVERAN.
MATIAS.
Ni de vaina les digo mi nombre, aquí todavía huele mucho a meritocracia, y si no lo creen, vengan para que lean lo que esos diablos escriben en las puertas de los sanitarios.
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