Los recién finalizados Juegos Deportivos Panamericanos de Río 2007, han puesto en evidencia el fracaso y derrumbe del modelo deportivo clientelar, populista y medallero; heredado de la cuarta república y que se ha mantenido en los últimos ocho años, caracterizándose por una profunda crisis estructural, atendida y conservada únicamente con inyección de sumas astronómicas de dinero y con una burocracia cada vez más creciente. Si a este panorama añadimos una dirigencia deportiva desactualizada e incapaz de comprender que el deporte de alto rendimiento (elite) es eminentemente ciencia y tecnología, y que el logro de una medalla va acompañada del aporte de los estudios multidisciplinarios realizados por médicos, nutricionistas, psicólogos, antropólogos, biomecánicos, entre otros. Es decir, de investigaciones que se realizan en las mejores universidades y que sin el concurso de ellas es difícil remontar la cuesta.
Los resultados y el cuadro de medallas no coinciden con los pronósticos conservadores del Ministro del Deporte y Presidente del Comité Olímpico Venezolano Prof. Eduardo Álvarez (sexto lugar y 20 medallas de oro). Asimismo, anunció que íbamos a superar a Colombia, Argentina y quizás a México. Es indudable que se crearon falsas expectativas: la alta dirigencia, federativos y los técnicos no sacaron bien sus cuentas. ¿Qué paso con los planificadores del IND y sus cálculos? ¿Cuáles fueron sus criterios técnicos de tiempo y marca? ¿Quién hace el análisis de costo-efectividad, el cual consiste en relacionar los recursos invertidos con las metas u objetivos logrados? ¿Cuál fue el papel de las federaciones y sus evaluaciones?¿ que opina el Director General Sectorial de Alto Rendimiento? ¿Cómo se puede explicar esta debacle? Es indudable que éstas y otras preguntas deben ser respondidas por la alta dirigencia (pública y privada) del deporte nacional, sin medias tintas, sin medias verdades. No se puede seguir con la “política gatopardiana” cambiar todo para no cambiar nada.
Es por todos conocido que esta actuación era la crónica anunciada de un desenlace que no queríamos ver o simplemente se nos engañó, ya que en los pasados Juegos Deportivos Bolivarianos y Centroamericanos se dio la campanada (Colombia se proyectaba por encima de nosotros) de lo que iba a suceder en los Panamericanos. Sin embargo no se hicieron los correctivos necesarios; más bien, se asignaron cifras multimillonarias a las federaciones para compra de material deportivo y roce internacional. No obstante, los resultados en la mayoría de los casos fueron nulos, así como el control de los recursos invertidos. Desde una perspectiva más general, se debe advertir que este ciclo Olímpico, que finaliza con los Juegos de Beijing 2008, fue la verdadera prueba de la actual gestión, pues el desarrollo y formación de la reserva olímpica comenzó en la última gestión deportiva de la cuarta república con la preparación de los deportistas para los Juegos de Sydney 2000, y el relevo continuó con el pasado ciclo que finalizó con los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
A titulo ilustrativo, podemos señalar que el registro de los deportistas campeones a nivel mundial ha evidenciado que en deportes como la gimnasia, los mejores rendimientos y resultados se obtienen después de un periodo de preparación aproximado de entre 7 y 9 años. En otras disciplinas, como la natación y el esgrima se puede requerir mayores tiempos (hasta más de 10 años), dependiendo si se trata de deportes de iniciación temprana. Queremos con ello significar que la detención, selección, orientación y los grandes resultados en Panamericanos, Mundiales y Juegos Olímpicos se obtienen después de aproximadamente 12 años (de entrenamiento, roce internacional y competencia) en promedio según reportan los especialistas.
Ahora bien, hay que resaltar que nuestros deportistas son verdaderos héroes, que en su mayoría son producto de una preparación empírica; pues carecen del roce internacional permanente, necesario para mantener un elevado performace. Además, en muchos casos no cuentan con el material deportivo apropiado, ni con entrenadores de un nivel acorde con las exigencias del deporte mundial. A pesar de todas estas dificultades, nuestros deportistas se fajan con los mejores del mundo y en algunas oportunidades los derrotan. Cuando esto ocurre, los dirigentes deportivos nacionales, se escudan en los triunfos aislados de nuestros campeones, para justificar su incapacidad y actitud burocrática. Utilizan la imagen del campeón para su proselitismo. Pero al culminar su vida activa como atletas son desechados como una mercancía inservible.
Actualmente los campeones no son el resultado natural por selección de una masa de practicantes. Son un producto “artificial” de la técnica y las ciencias aplicadas a un superdotado (talento). Los candidatos para el deporte de alto rendimiento se eligen meticulosamente de acuerdo con las apreciaciones de grupos de especialistas durante los primeros años de la infancia, por lo que el camino que lleva a la victoria no pasa ya por el método de ensayo y error, sino por un máximo de probabilidades y de pronósticos científicos. Evidentemente, al unísono con las adecuadas políticas deportivas y el fenómeno del deporte popular, que permita el libre acceso de todos los ciudadanos a estas actividades. Es la tecnificación y la selección científica la que hoy predomina en la alta competencia y la que marca la diferencia en las medallas obtenidas.
Por otra parte, es indudable que el deporte nacional y sus estructuras organizativas (IND-COV), se encuentran en una situación de atraso y colapso respecto de las necesidades y aspiraciones de todas las comunidades deportivas del país. También se observa una total anarquía en la programación deportiva. Además de la falta de planificación, no se practica la rendición de cuentas ni el control en todos los niveles, por lo que las políticas diseñadas no llegan a cristalizar los resultados esperados.
En este sentido, es el Estado venezolano quien está en la necesidad y en la obligación de atender a su deporte. Es preciso pensar en la contribución que da el deporte a la formación del hombre nuevo; ese sería el papel fundamental de nuestra institución deportiva, la de crear centros formativos de verdaderos deportistas, no solamente en lo referente a su desarrollo como atletas, sino también como ciudadanos capaces de aportar al progreso de la sociedad una vez culminada su carrera como atleta de alta competición. Es decir, se quiere un deporte que haga y reproduzca hombres sanos y útiles al país.