Hay gente que no logra esconder, ni siquiera vía virtual, su orgásmica alegría cuando consigue cosas negativas, o apenas indicios de ellas, que confirmen su penosa e inexplicablemente pesimista forma de ver el mundo. Son tan repulsivos como los que todo lo ven color rosa, y que hacen de sus vidas el eje imaginario sobre el cual gira todo el planeta con sus 6000 millones de habitantes.
Los pesimistas, permanecen agachados a la espera de un escándalo, un caso notorio de notorio de falla, corrupción que les permita hablar del mal camino que transita la Revolución. Nunca les lees un "yo hago esto para corregir esto". Están más allá del bien, del mal, y de todo lo contrario. Los "optimistas" (para no entrar en detalles) son capaces de desconocer e incumplir la ley de gravedad, los ve uno flotando en su mundo virtual e irreal dándole justificación a lo injustificable, sin ver mas allá de sus chatas narices, que ya
es bastante limitación.
El revolucionario debe estar precisamente, y sin derecho a pataleo, en el mero medio de estos dos grupos, sublimes y ovulantes. Para ello debe contar como mínimo con una sola herramienta de trabajo una que no es un dogma, ni es una religión, es simplemente un método de análisis de la historia y un entendimiento de las ideologías que se crean para justificar ciertas estructuras sociales. Esta herramienta en permanente cambio y en permanente renovación nos da, a pesar de tanto revés, los nuevos bríos para seguir en el curso hacia una sociedad de iguales, que no de idénticos (como la vende la burguesía), una sociedad donde no existan ni alienados, ni alineados (¿será lo mismo?)
Larga vida a la Primera Internacional, que algo queda...
SIN CHÁVEZ NO HAY SOCIALISMO
SIN SOCIALISMO NO HAY CHÁVEZ