“…el ejemplo, el buen ejemplo, como el mal ejemplo, es muy contagioso, y nosotros tenemos que contagiar con buenos ejemplos, trabajar sobre la conciencia de la gente, golpearle la conciencia a la gente, demostrar de lo que somos capaces; demostrar de lo que es capaz una revolución cuando esta en el poder, cuando esta segura de su objetivo final, cuando tiene fe en la justicia de sus fines y la línea que ha seguido, y cuando está dispuesta, como estuvo dispuesto nuestro pueblo entero antes de ceder un paso en lo que era nuestro legitimo derecho…”
Ernesto Che Guevara
“Cualquiera puede cantar cuando se copia de otro y el cantar original lo interpreta muy poco”, esta estrofa de una famosa canción (quítate tú pa’ ponerme yo) de la FANIA ALL STARS, a finales de la década de los 70’s puede servir de antesala a lo que expondremos hoy sobre el alto gerente revolucionario y su rol fundamental en los altos mandos del proceso que hoy vivimos. Resulta que cuando un “dirigente o líder revolucionario” es llamado a ocupar un cargo: ya sea como ministro, presidente de instituto o fundación, etc., comienza por remover de sus puestos a todos los funcionarios (directores) de la saliente gestión como si se tratara de un nuevo gobierno, en el mejor estilo de la IV REPÚBLICA. No interesa si dentro del grupo saliente hay conocimiento, experiencia y compromiso con la revolución, lo que importa es que el nuevo gerente lleve gente de su entera confianza, sin importar nada de lo mencionado anteriormente.
Es como la continuación de otra vieja pero buena canción ¡AHORA VENGO YO!, empieza por ubicar primero a sus familiares y luego a sus amigos más cercanos. Carecen de importancia los aspectos positivos de la gestión, son irrelevantes las auditorias y los funcionarios competentes ¡Al carajo con los proyectos comunales y aquello que huela a pueblo! Lo característico es comenzar una nueva gestión “distinta”: llamo a los nuevos proveedores, saco las cuentas de un banco y las coloco en otro banco, “licito” una nueva empresa de seguros y paremos de contar. Así se va armando toda una tramoya, que permite solucionar los problemas personales de estos nuevos líderes y sus acólitos.
Mientras esto sucede con la complicidad de otros altos dirigentes, los excelentes planes y proyectos que estaban en marcha para solucionar problemas estructurales de la población se descarrilan. Prueba de ello la podemos observar con la mayoría de las misiones. Otro modus operandi de estos tecnócratas es nunca denunciar, investigar o exigir la apertura de una averiguación al directivo que salió, por más denuncias que se hayan hecho en contra de su gestión. Es decir, hacen borrón y cuenta nueva y siguen como que si nada ha pasado. Opinan y lo creen así, que esta es su oportunidad de oro y no se puede desaprovechar. Y entonces, ¿qué pasa con las instituciones públicas? Sencillamente nos atornillamos a ellas, las dirigimos a capricho como si fuera nuestra pulpería, pateamos a cuanto funcionario nos de la gana y, al final, que se caiga esta vaina, yo ya me resolví.
Lamentablemente, este proceder está bien lejos de lo que, en nuestro entender, constituye una actitud propia de los líderes y caras visibles de la revolución. En esta última no hay compromisos ni reparto, pues el país no es una piñata donde el cotillón son los cargos públicos de alto y medio nivel. Esto parece difícil de comprender por estos mal llamados “gerentes revolucionarios”, puesto que no son gerentes y mucho menos revolucionarios.
pedro_garciaa@yahoo.es