La oposición acaba de anotarse otro portentoso aunque paradójico éxito: ha logrado la aplicación de la Ley Mordaza antes de que se apruebe y, por si fuera poco, lo ha hecho en el exterior del país, dándole a la polémica legislación un alcance internacional que no habían soñado para ella ni sus impulsores más talibanes. La movilización del antichavismo logró evitar que el documental La Revolución no Será Televisada se exhibiera en un festival de cine de Vancouver, gracias a la intervención del capítulo Pacífico de Amnistía Internacional de Canadá.
El mérito de esta operación corresponde a la sección cultural de la Coordinadora Democrática, llamada "El gusano de luz", que en este caso fue el gusano que apagó la luz, al menos la de los proyectores.
"Cosas veredes", dijo el Quijote, aunque para estos trances debió decir "cosas no veredes, Sancho". Y este puñado de intelectuales adscritos al famoso gusano (mas no por ello necesariamente gusaneros) invocó nada más y nada menos que "la verdad" como argumento para evitar que la película fuese vista. Con ese alegato, se pusieron en sintonía _traviesa que es la vida_ con los chavistas cimarrones que le gritan a los medios venezolanos: "¡Digan la verdad, digan la verdad!". Y también han coincidido con los promotores de la Ley sobre Responsabilidad Social en Radio y Televisión _el nombre no calumnioso de la Ley Mordaza_ quienes sostienen que los contenidos falsos, manipuladores, tergiversadores, deben ser regulados.
Este devaneo del antichavismo por el pavimento resabaladizo al humedecerse de la censura no es, ni de lejos, el primero. Antes ya habíamos tenido la asaz torpe visita domiciliaria ordenada por el alcalde-periodista a Catia TVe; las atroces horas del silencio informativo del 12 y 13 de abril de 2002; la deplorable frase: "¡Esa basura que es el canal ocho la vamos a cerrá'!", del gobernador Mendoza; y también un sinnumero de reducciones de personal, reestructuraciones de programación y de espacio (incluyendo la ya larga cesantía de Mingo) y otros pequeños ajustes de cuentas sin importancia estratégica.
¡Ah! y la cuestión del documental no fue tampoco la última caída de los coordinados demócratas en las tentaciones de la mordaza. El burlesco doctor Estacio acaba de proponer _muy en serio_ que los medios ignoren las denuncias de los diputados chavistas bajo el impecable argumento jurídico de que se basan en grabaciones ilegales de toda ilegalidad, una genuina exquisitez forense.
Pero, sin duda, el éxito logrado en Canadá por el impetuoso cabildeo del Gusano de Luz contra el filme es un hito en la lucha opositora por su peculiar concepto de la libertad de expresión. Primero porque fueron demasiado lejos a poner la mordaza y segundo, por lo que tiene de presagio. Si estos ciudadanos de la sociedad civil, desprovistos por ahora de representación popular otorgada mediante elecciones, han sido capaces de prohibir una película en otro país porque, en su concepto, falsea los hechos, ¿qué no serán capaces de hacer aquí, en nuestra parroquiana realidad, dotados de poder y cuando los actuales guardianes acérrimos de la libertad de expresión estén mirando para otro lado? No me aventuro a un pronóstico, pero tengo la ligera sospecha de que ninguna verdad que no sea la de ellos, será televisada.