No nos referimos al reciente encuentro presidencial entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez, donde ambos Jefes de Estado volvieron a mostrar la cordialidad con que se detestan. En el terreno diplomático, comercial y militar ninguno de los dos se ha declarado victorioso puesto que no existen pugnas o conflictos entre nosotros. Como todo el mundo sabe, Colombia y Venezuela son hijas de Simón Bolívar y, por ende, repúblicas hermanas, aunque una sea la consentida del presidente George W.
Bush y la otra tenga de compinche al camarada Fidel Castro. Eso ocurre en las mejores naciones.
De lo que se trata es del tradicional certamen para elegir a Miss Universo, que, como sucede en el de Miss Mundo, por lo general sirve para que la candidata vernácula arranque entre las favoritas a llegar de primera y no por una nariz, precisamente.
Las criollas, como salta a la vista, no sólo se destacan por las curvas, sino además por la desenvoltura, simpatía y cierto tongoneo al andar que les añade sensualidad caribeña y tropical.
Por otra parte nadie puede negar que las colombianas tienen lo suyo y bien sea entre los godos más rancios de Bogotá o en los campamentos clandestinos de las Farc, se las arreglan para lucir glamorosas, tal como ocurrió con Ingrid Betancourt, no en balde hija de una antigua Miss Colombia.
El caso de esta dama, secuestrada durante siete años y sometida a mil privaciones, es digno de admiración, pues, luego de sufrir hepatitis, paludismo y cosas impronunciables, salió de la selva como si no la hubiera picado un mosquito, aunque algunos difamadores la tildan de ser, precisamente, una mosquita muerta.
Para no andar por las ramas nos referimos al triunfo que obtuvo la candidata venezolana sobre su rival de Colombia en el certamen celebrado en Viet Nam.
Sin la ayuda de la CIA ni del espionaje israelita, Dayana Mendoza se impuso al última hora, llevándose la corona que anhelaban los uribistas para tener la colección completa, sumándola a la de Ingrid y a los tres tristes gringos.
Ahora, si la rival de Dayana se descuida, se quedará para vestir Santos. O sea, los Santos que se la pasan inventando vainas para culpar a Venezuela.
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